9.

52 15 0
                                    

9.

Bianca

—Esto está mal, Gabriel, muy, muy mal —le dije al ángel junto a mí al escuchar la dura respuesta de Alex.

La culpa que sentía Lucas me golpeó más fuerte de lo que lo había hecho en todos estos días que había rondado alrededor de él y los demás y tuve la fuerte necesidad de cachetear a Alex hasta que se disculpara. ¿En qué estaba pensando cuando habló así?

Bueno, evidentemente esa chica no estaba pensando.

Me agarré la cabeza con las manos, sentándome sobre el alfeizar de una de las ventanas de la sala de reuniones donde Gabriel y yo no encontrábamos. Él solo me miraba, esperando a que siguiera hablando. Pero no podía hablar. Todo estaba más jodido de lo que esperaba. Todos mis amigos estaban más jodidos de lo que esperaba.

Tomás se había vuelto un adicto a las drogas y a las peleas, la familia de Cami tenía serios problemas financieros que la obligaban a trabajar en un horrible bar, Lucas había perdido su carrera deportiva y parecía cada día más incapaz de lidiar con la culpa y a Alex la culpa había mutado a esta incontrolable ira que acumulaba en su interior y explotaba contra aquellos que la amaban sin que hiciera nada para evitarlo.

Y lo peor de todo, es que ninguno de ellos parecía estar dispuesto a dejarse ayudar. Lucas parecía haberlo intentado las primeras semanas, pero dudaba que volviera a asistir a esas reuniones luego de las duras palabras de Alex. Tenía ganas de sacudir por los hombros a todos ellos, gritarles hasta que alguno me escuchara, aunque no sé qué podría decirles en caso de poder comunicarme con alguno.

Gabriel me había hecho vigilar a mis amigos estas semanas con la esperanza de que encontrara qué era lo que necesitaban, pero luego de treinta larguísimos y tortuosos días no tenía ninguna solución a la vista. Ni que hablar de cuatro soluciones.

—¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a ayudarlos? —pregunté desesperada. La poca esperanza que me quedaba de que las cosas pudieran mejorar con el tiempo se acababa de esfumar.

—Lo primero que debes entender, Bianca, es que los ángeles no tenemos soluciones para todos los problemas que atormentan a los humanos. Estamos aquí para tenderles una mano, guiarlos si es necesario, pero no podemos hacer magia o desear que el mal desaparezca, porque el mal siempre estará presente. Pero no debes olvidar que lo bueno también lo está, solo debes ser capaz de encontrarlo —para aparentar tener dieciocho años, Gabriel sonaba demasiado sabio. Claro que su edad era solo una apariencia, por lo poco que había descubierto de él—. Lo segundo que no debes olvidar, es que no puedes abarcar todos los problemas al mismo tiempo. Debes ir un paso a la vez. Una vez que seas capaz de mover la primera piedra, sabrás que eres capaz de mover las demás. Así que, elige un problema, enfócate en él y ya verás que todo lo demás irá volviendo a su lugar, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —respondí, un poco más animada.

Un problema a la vez, eso era lo que tenía que hacer. Pero la pregunta era, ¿quién me necesitaba más?

La respuesta llegó a mí de los labios del propio Gabriel.

—Tomás está por despertar. ¿Quieres quedarte o…?

—Vamos —lo interrumpí, parpándome de un salto—. Necesito tener una buena charla con ese niño. ¿Y crees que pueda darle una paliza? Solo para ver si se le acomodan las neuronas un poco.

Gabriel solo negó con la cabeza, largando un suspiro resignado a mis ya acostumbradas muestras de violencia verbal, antes de tomar mi mano y desaparecer rumbo a la dirección donde dormía Tomás.

Oh, ese chico iba a aprender una muy buena lección de mi parte, sin duda alguna. Todo por ser un idiota cabeza dura.

Las alas de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora