22.

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—¡Tomás! ¡Vuelve aquí ahora mismo! —era una suerte que Tomás fuera el único capaz de escuchar a Bianca, porque en otras circunstancias, con el grito que había pegado su amiga, el muchacho estaba seguro que hubiera despertado a toda la casa. Y teniendo en cuenta que trataba de salir sin ser descubierto, que su madre despertara en ese momento hubiera sido un gran inconveniente.

—No creas que puedes ignorarme, Tomacito. Sé muy bien que estás escuchándome —siguió el ¿espíritu? ¿aprendiz de ángel?, Tomás no estaba aún muy seguro de como catalogar el hecho de que estaba hablando con su amiga muerta—. ¡Pensé que habíamos acordado que no seguirías haciendo esto! ¿Acaso eres idiota…?

—¡Solo cállate, Bianca! —espetó el muchacho con frustración una vez que se encontraron a una cuadra de distancia de su casa—. Me estás provocando migraña, mujer.

—¡Entonces regresa y duerme! —replicó Bianca, también frustrada.

—¡No quiero! ¡Y tú no puedes obligarme! Nosotros no acordamos nada —respondió Tomás, haciendo comillas en el aire al decir “acordamos”, para resaltar que, efectivamente, él nunca había prometido que dejaría las peleas. Una cosa había sido aceptar, a regañadientes, ser su especie de mensajero en la tierra y otra muy distinta era que se convertiría en ángel de carne y hueso de la noche a la mañana.

—Te estás lastimando, Tommy —susurró Bianca, haciendo el amago de agarrar la mano de su amigo antes de recordar que no era capaz de tocarlo—. Por favor, no sigas haciéndote esto.

—¿Cuál es la diferencia, Bianca? —respondió él, clavando intensamente sus ojos verdes en su figura—. No es como si a alguien le importara —agregó, antes de seguir caminando en busca de un taxi. No había querido arriesgar a sacar el auto esa noche.

—A mi me importa… —empezó Bianca antes de que Tomás la cortara.

—Estás muerta, Bianca. Aunque te aparezcas aquí y digas que no, estas muerta.

De hecho, uno de los grandes conflictos del muchacho era el hecho de que ya no sabía qué creer sobre Bianca. Había pasado de creer estar muerto, a estar loco, a darle la razón a esa extraña aparición de Bianca, a nuevamente creer que estaba loco. Había pasado dos semanas alejado de las fiestas, las peleas y los problemas, dos semanas en las que Bianca solo se había aparecido un par de veces, aparentemente conforme con su único trabajo de pasar las tardes con Lucas jugando videojuegos.

—Los demás también se preocupan por ti. Lucas, Cami, Lex…

Pero lo cierto era que no intercambiaba casi palabras con Lucas en sus encuentros, podría decirse que incluso se limitaban a ignorarse mutuamente. Tampoco había visto a Alexandra desde que había despertado, cosa que lo hacía sentir ligeramente culpable y sorprendido de que Bianca (o su espejismo, qué más daba) no se lo hubiera reclamado aún. Y a Camila… A Cami no había vuelto a verla desde la mañana que despertó en un departamento desconocido y había sido más que grosero con la única chica que parecía dispuesta a ayudarlo sin pedir nada a cambio. Había tenido intención de disculparse con ella luego de notar lo horrible de su comportamiento aquel día, pero Camila simplemente se limitaba a ignorarlo. Había encontrado la forma de escabullirse de él en el colegio y de evitar sus múltiples llamadas. Finalmente, después de un par de días de intentarlo, Tomás simplemente lo había dejado estar. Si ella no lo dejaba disculparse, él tampoco tenía porqué correr tras de ella como si fuera un perrito faldero.

—¿Estás segura de eso? —murmuró Tomás más para sí mismo que para que su amiga lo escuchara—. Solo déjame en paz, Bianca. No hay nada que puedas hacer.

Y con esas palabras, Tomás se subió al taxi que había conseguido parar, partiendo rumbo a Back.

...

—Él tiene razón —gritó Bianca exasperada, mientras veía al taxi en el que se había subido su amigo alejarse a toda velocidad por la solitaria calle—. No hay nada que pueda hacer.

Gabriel la miró sin inmutarse por su rabieta.

—La autocompasión no hará nada. Los ángeles estamos para guiar y proteger, no para solucionar los problemas de los humanos, no si ellos no ponen de su parte.

—¿Estás diciendo que si Tomas no pone de su parte no hay nada que pueda hacer? —replicó Bianca con cara de “¿por qué carajos no me dijiste eso antes?”. Cómo si no fuera lógico, pensó Gabriel.

—Puedes cambiar de estrategia, pero él tendrá que colaborar también. Todos tendrán que hacerlo.

—¿Pero para qué estamos si no podemos salvarlos nosotros? —preguntó Bianca, aún sin entender.

—Porque no estamos destinados a salvarnos solos. Pero no puedes ayudar a alguien que no quiere ser ayudado. Ni siquiera nosotros tenemos ese poder —agregó Gabriel con pesar—. Y eso, Bianca, siempre es lo que más nos cuesta aceptar.

Muy pocas veces el ángel demostraba emociones tan humanas como la tristeza que Bianca veía ahora en su rostro y eso también pareció transmitirle un pesar aún más grande a su propio corazón. Se preguntaba a quién no había podido salvar él, pero algo le impedía preguntarlo en voz alta. En el fondo, tenía miedo de la respuesta.

—¿Al club Back? —preguntó la muchacha, aceptando la mano que el ángel le extendía.

—Al club Back.

...
¡Hola! Nuevo capítulo, con Tomás, Bianca y Gabriel. En el próximo tendremos un poco más sobre la noche en el club que se viene para nada tranquila para nuestro grupo de amigos.
Este capítulo va dedicado a AtrapaNubes
¡Gracias por los comentarios y votos que dejaste en todos los capítulos! Espero que este también te haya gustado :)
¡Hasta el próximo!
Cat.

Las alas de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora