16.

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—Aún es un poco pronto para decirlo con seguridad, pero tu tobillo ha evolucionado bastante bien en este tiempo, Lucas. Puede que incluso no necesites cirugía después de todo —la voz del doctor entró por un oído de Lucas y salió por el otro. No era la primera vez que le sucedía eso. Hacía días que escuchaba sin escuchar realmente, que veía sin ver.

Finalmente se había encerrado en su propio caparazón, tal y como se había prometido que no lo haría.

Pero no podían culparlo. Había perdido a una de sus mejores amigas y su carrera deportiva todo en el mismo accidente estúpido, accidente que no podía evitar recordar que él había causado.

Las pericias policiales podrían decir que había sido el camionero quien se había desviado de carril e impactado contra ellos, pero Lucas recordaba demasiado bien esa noche como para tragarse una versión ajena de lo sucedido. La rememoraba cada noche después de todo, en las pesadillas que lo acosaban sin cansancio y que parecían haber empeorado desde su último encuentro con Alexandra.

El camión se había metido ligeramente en el carril que él conducía, pero no lo suficiente como para que él no pudiera haberlo evitado. Si tan solo no hubiera tomado ese trago de cerveza de más, la cabeza no le hubiera dolido tanto como para no pensar con la claridad necesaria.

Y ese era el horrible pensamiento que lo acosaba cada hora que pasaba despierto. Eso y la última sonrisa que Bianca le dedicó esa noche.

—Lo lamento, doctor, Lucas no ha estado durmiendo muy bien últimamente, por lo que suele andar distraído durante el día —lo justificó su madre ante la mirada inquisitiva del médico, apretando su mano para traerlo a la realidad de vuelta.

—¿Has estado asistiendo a las sesiones con tu psicóloga, Lucas? —preguntó el doctor London, su traumatólogo.

Sí.

—¿Y qué tal van las sesiones?

—Bien.

—¿Le has comentado sobre tu problema para dormir?

—No.

El doctor London pareció hartarse de sus respuestas con monosílabos, ya que miró a su madre con cansancio, antes de retornar sus ojos a él.

—Puedo recetarte unas pastillas para dormir, si lo deseas…

Un “no, gracias” estuvo a punto de abandonar los labios de Lucas, pero su subconsciente pareció retenerlo a último minuto. Había leído una vez que algunas pastillas te impedían soñar y realmente necesitaba unas buenas horas de descanso sin interrupciones, como bien había sugerido su madre. Su hermana Laura solía decir que dormir siempre te ayudaba a ver las cosas en perspectiva. Así que, en lugar de negarse, respondió:

—De acuerdo.

Esta vez pareció sonar un poco menos muerto que en sus anteriores respuestas, porque el médico le sonrió con docilidad, antes de extenderle una receta.

—Media pastilla quince minutos antes de dormir serán más que suficiente, Lucas. Pero quiero que hables con tu terapeuta y busques algo que hacer. ¿Aún no regresas al colegio, verdad? Tal vez alguna actividad que mantenga tu mente ocupada durante el día sea mejor remedio que las pastillas —añadió, antes de despedir de él y de su madre, que lo había acompañado esa tarde.

La verdad era que Lucas no quería ninguna actividad extracurricular. Lo único que había sabido hacer toda su vida era jugar al futbol y ahora esos días se habían terminado para él, posiblemente para siempre. Cualquier otra cosa se le antojaba impensable.

Excepto las pastillas para dormir y su cómoda cama esperando en casa.

Tal vez así, la imagen de Bianca dejaría de taladrarle el cerebro de una vez por todas.

Las alas de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora