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—¿Dónde está Julián? —Camila había sabido que tendría problemas con ese muchacho mucho antes de que Lucas formulara dicha pregunta.

David ya había tomado su dinero para hacer la apuesta que creía que más le convendría y le había indicado que la pelea se haría en el gimnasio de al lado que ella ni siquiera había notado al entrar, convenientemente conectado con el club. Estaban invitados a asistir, pero él no lo recomendaba. Esas cosas siempre terminaban poniéndose feas.

Mientras tanto, los tres habían decido sentarse en una de las mesas que se acumulaban alrededor de la pista, para que Lucas descansara la pierna y evitara que alguien lo golpeara con el yeso puesto.

Hasta que Julián había decidido ir por unos tragos para hacer la espera más liviana, llevando media hora de desaparecido para el momento en que Lucas decidió preguntar por él. Exactamente treinta minutos es los que Camila había conseguido esquivar los cuestionamientos de su amigo con respecto a las palabras de David.

—¿No contesta los mensajes de  Whatsapp? —cuestionó la muchacha, mirando con exasperación a Lucas. Después de todo, había sido su idea llevar a su primo con ellos en primer lugar.

—No —respondió secamente el chico, también exasperado por la idea de tener que ejercer de niñera de su primo aquella noche y por lo esquiva que se encontraba Cami aquella noche.

Camila bufó antes de pararse rápidamente de su asiento.

—Iré a buscarlo. No vaya a ser que se meta en problemas, el idiota.

—Te acompaño —dijo Lucas, tambaleándose en las muletas en un amago de pararse.

—Ni hablar —retrucó Camila—. Ya suficiente mal hice trayéndote aquí en ese estado, puedo buscar a Julián sola —insistió, preocupada porque lo lastimaran.

—No voy a dejarte sola por allí. Solo vamos despacio, tendré cuidado, lo prometo —dijo Lucas, ya parado empezando a caminar en dirección a la pista central—. De todos modos aquí ni siquiera hay escaleras, no creo que tengamos problemas.

Ambos dieron un par de vueltas evitando las mayores aglomeraciones de gente, cosa casi imposible en aquel lugar, pero sin éxito alguno en encontrar al muchacho.

—¿Dónde se habrá metido? —preguntó Camila gritando sobre la música, cuando pasaron junto a la barra por tercera vez en quince minutos.

Lucas se estiró en toda su altura para ver sobre la gente que los rodeaba, antes de señalar un punto a su izquierda.

—¡Allí! Creo que es él —Camila, quien sabiamente había optado por zapatillas esa noche a pesar de que todas las chicas a su alrededor usaban tacones de cómo mínimo quince centímetros, no tardó en identificar la cabellera rubia de Julián y casi correr hacia allí.

—Te dije que no te alejaras de nosotros, idiota—empezó a regañarlo en cuanto estuvo lo suficientemente cerca del chico como para saber que la escucharía. Pero entonces sus ojos oscuros se clavaron en la figura femenina que lo acompañaba y no podía creer lo que estaba viendo—. ¿Alexandra? —cuestionó con una mezcla de sorpresa e incredulidad, como si necesitara constatar que efectivamente era Alexandra Martin y no un clon.

Su amiga se encogió ligeramente en sí misma al verse descubierta allí al mismo tiempo que Lucas hacía acto de presencia, viéndose tan sorprendido como ella misma.

—¿Lex? ¿Qué haces aquí? —preguntó Lucas, mirando alternativamente de su primo a su amiga, como si la visión de ellos dos juntos pudiera darle la respuesta.

—Es lo mismo que pregunté yo —aportó Julián luego de unos segundos en los que los cuatro adolescentes habían permanecido en absoluto silencio, tres de ellos esperando la respuesta de la rubia que parecía negarse a hablar.

Las alas de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora