Anteriormente en Alas de un ángel: Camila se cruzó con Tomás en el bar donde trabaja. Luego de una mala borrachera, Bianca se aparece ante Tomás, revelandole su tarea como "ángel en entrenamiento" y le pide ayuda para salvar a sus amigos y a él mismo. Mientras tanto, Lucas y Alexandra tuvieron su propio encuentro en el grupo de apoyo del hospital, con resultados no muy favorables.
14.
Tomás tocó la puerta de la casa de los Fuentes, sintiéndose ligeramente nervioso. Había estado allí un par de veces en las últimas semanas, aprovechando sus tardes libres para jugar videojuegos con Lucas. O, mejor dicho, masacrar a su amigo en el FIFA. Pero no había hablado con Lucas desde el jueves pasado, antes de la desastrosa reunión del hospital en la que se había chocado con Alexandra.
Tomás sabía todo eso por boca de Bianca, claro. Aún estaba alucinando con el hecho de ser capaz de ver a su amiga muerta. Aunque no sabía si era el simplemente verla o el hecho de ver a Bianca practicando para ser un ángel lo que lo dejaba más sorprendido. En vida, nadie en su sano juicio hubiera elegido nombrar a Bianca Cohen un ángel guardián. No porque fuera una mala persona, pero no era la más dedicada, responsable y filántropa adolescente que él hubiera conocido.
Tocó la puerta por segunda vez, pensando que si no lo atendían, podría marcharse sin que Bianca le reclamara nada. Había accedido a ayudarla, pero no estaba muy feliz con ello. No era una responsabilidad que hubiera querido tomar si hubiera tenido opción.
Para su desgracia, la señora Fuentes abrió la puerta esta vez.
—¡Tomás! ¡Qué sorpresa verte por aquí! ¿Quieres pasar? —la señora Fuentes abrió la puerta con una sonrisa, indicándole el camino a la cocina.
Tomás había conocido a Lucas mucho antes de entrar al colegio a donde ambos asistían ahora. De niños, ambos habían sido compañeros del equipo de fútbol infantil de un club por allí cerca y Tomás había pasado muchas tardes en la casa de los Fuentes. Incluso, su primer beso se lo había dado la hermana de Lucas, Laura, a la tierna edad de once años, meses antes de que él dejara el club y la amistad de Lucas hasta que ambos fueran a reencontrarse a los dieciséis en el colegio.
La señora Fuentes parecía adorarlo, incluso aunque habían pasado años desde que lo había visto con tanta frecuencia por última vez. La señora Fuentes se veía muy joven para ser madre de una chica de veintiuno y un varón de dieciocho, pero Tomás pensaba que esto se debía a que era una persona a la que nunca verías enfadarse, por nada. Si él hubiera podido escoger una madre, definitivamente la hubiera escogido a ella. Lo mismo decía del padre de Lucas, Joaquín, quien siempre lo había tratado como un hijo más de esa casa. Los Fuentes habían sido un refugio para él en su infancia, y en cierta forma era bueno poder regresar allí como si nada hubiera cambiado.
—Seguramente buscas a Lucas, aunque no sé si quiera recibirte —la señora Fuentes, Victoria como insistía que la llamara, hizo una pequeña mueca mientras sacaba un tarro de galletas de chocolate y se lo extendía a Tomás—. Ha estado muy huraño últimamente. Desde que volvió de su reunión del grupo de apoyo del sábado, de hecho. ¿Te ha comentado él algo?
—No, señora Fuentes —respondió Tomás, luego de tragar su galleta—. Justamente vengo a hablar de eso con él. No ha respondido mis mensajes, tampoco.
Bien, eso no era del todo cierto. Sí, venía a hablar con Lucas sobre lo que había pasado el sábado, pero no porque no contestara sus mensajes, si es que se hubiera dignado a mandarle más de uno la noche anterior. Era porque cierto aspirante a ángel lo incordiaría hasta el cansancio si no hiciera lo que le había pedido. Y porque se preocupaba por su amigo, también, aunque antes no se hubiera dignado siquiera a llamarlo.
—Puedes subir a su habitación, si quieres. Tal vez a ti te comente algo —dijo la señora Fuentes con algo de duda en su voz. Tomás deseó inconscientemente que su madre pudiera verse un cuarto de preocupada por él de lo que estaba la señora Fuentes ahora por Lucas—. ¿Recuerdas donde está su habitación, cierto? —cuando él asintió en respuesta, ella prosiguió—. Bien, cariño, cualquier cosa que necesiten solo tienes que gritar. Suerte.
Tomás tomó otro par de esas deliciosas galletas de chocolate y azúcar del tarro de la señora Fuentes, antes de aventurarse escaleras arriba, en busca de la habitación de su amigo.
Empujó la tercera puerta a la izquierda, entrando sin dignarse a tocar. Sabía que los señores Fuentes habían quitado los seguros de la habitación luego del accidente, por recomendación de la psicóloga de Lucas, tal y como se había quejado este la última vez que estuvo allí en un tono bromista. En aquel momento Lucas no pareció molestarle mucho la invasión a su privacidad, pero esta vez Tomás fue recibido por un gruñido de parte de su amigo.
El cuarto estaba totalmente a oscuras, a excepción de la luz de la pantalla del televisor que colgaba de una de las paredes de la habitación, donde su amigo parecía entretenerse con un videojuego. La escaza luz que largaba el televisor le permitió ver a Lucas sentado frente al mismo, aún en piyamas, con el cabello rubio desordenado, el ceño fruncido y la boca torcida en una mueca de fastidio, golpeando el control de la consola con furia. Tenía el rostro peor que el de un zombie y parecía a punto de ladrarle que se largara de allí. Sip, tal cual se lo había descripto Bianca la noche anterior.
—¿Tienes el descaro de jugar la edición limitada de Dead Invasion y no invitarme? —intentó bromear Tomás, adentrándose en esa cueva de oscuridad en la que se había transformado la habitación de Lucas—. ¿Qué clase de ser humano cruel y malvado eres, eh?
—No lo sé, ¿por qué no te vas de aquí y se lo preguntas a Alexandra? —contestó bruscamente Lucas, sus ojos azules forrándose con una nueva capa de hielo, pero sin molestarse en mirarlo siquiera.
Ok, mala elección de palabras. Muy, muy mala elección de palabras.
—Por favor, Fuentes, sabes que estoy bromeando. No me molesta que jugaras a la versión limitada de aniversario de mi videojuego favorito que solo tú conseguiste, en serio —intentó nuevamente Tomás, ignorando la advertencia de Lucas y sentándose en el puff a su lado—. Así que… ¿quieres hablar de lo que sea que haya hecho Alexandra Martin para ponerte así?
—No —fue la respuesta seca de Lucas—. No quiero hablar de nada. Solo quiero asesinar zombies y comer galletas de chocolate preparadas por mi madre. Nada más.
Bianca posiblemente hubiera insistido hasta el cansancio, pero Tomás no era Bianca y sabía que si quería conseguir algo de Lucas, insistir no sería el modo. Así que le extendió una de sus galletas a su amigo, tomando el control de la consola a cambio, permaneciendo toda la tarde uno frente al otro sin intercambiar más palabras que exclamaciones de júbilo cada vez que alguno mataba a un zombie o maldiciones cuando eran derrotados.
A veces, entre los buenos y viejos amigos, las palabras eran innecesarias. Incluso aunque hubieran pasado años desde que se habían hecho llamar mutuamente amigos.
...
Si hay alguien leyendo esta historia, realmente pido disculpas por la tardanza, ha sido unos meses de locos. Voy a empezar a publicar una vez por semana, los sábados.
Me gustaría saber su opinión de la historia y este capítulo, ¡así que no teman dejar comentarios!
Hasta el sábado. C.
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Las alas de un ángel
FantasyBianca ha muerto en un trágico accidente, pero no está gozando de las bendiciones del paraíso precisamente. Un muchacho que aparenta su edad y se hace llamar Gabriel, le dice que ha sido elegida para formar parte de los selectos ángeles guardianes...