2.
Tal vez debería explicar cómo terminé en esta situación. Si no, dudo que se entienda qué hago parada junto a dos ángeles. O suspendida, qué más da. Ni yo misma termino de entenderlo.
Era la fiesta de cumpleaños de Layla. Una gran fiesta, por sus dieciocho, en la casa de sus abuelos, en las afueras de la ciudad. Una bonita casa, de estilo victoriano, grandes ventanas y puertas. Y una fuente en el patio principal, creo. Los recuerdos son un poco confusos, pero no lo suficiente como para olvidar lo sucedido.
Camila se había negado a asistir. Estábamos a poco menos de tres meses de los exámenes de ingreso para la universidad y eso la traía loca. Era la única que se preocupaba con meses de anticipación. Decía que medicina era demasiado difícil como para dejar las cosas a último minuto, como el resto de nosotros. Pero ni siquiera el resto de los chicos de nuestro salón que estudiarían medicina pensaban perderse la fiesta de Layla por ello. Pero Camila nunca había tenido caso, así que la dejamos.
Alexandra tampoco estaba muy convencida de ir, pero Tomás se había negado a dejar que alguien más de nuestro grupo de amigos faltara a una salida de viernes por la noche. Ni siquiera sé por qué nos quería allí; no lo vimos más que un par de minutos en toda la fiesta, antes de que desapareciera con el resto de los cerdos de los amigos que había hecho antes de conocernos.
Sin Tomás molestando por allí, solo éramos Alex, Lucas y yo, lo que hacía la noche un poco aburrida. Alex había insistido que estaba bien si la dejábamos con su prima Marisa, pero Lucas le había replicado hasta el cansancio que se quedara con nosotros. Nunca habíamos salido seriamente, solo un par de besos en alguna que otra fiesta. Diversión, lo catalogábamos. Pero las personas que nos rodeaban no parecían entender que entre nosotros no había nada más allá que eso. Tampoco es como si me molestara demasiado en negarlo. No tenía importancia. Muchas cosas no solían tenerlo en mi vida.
Todos tomamos un poco de más esa noche. Y ninguno uso cinturón de seguridad. La diferencia radicó en que Alexandra viajaba atrás, donde los asientos la protegieron de salir despedida hacia delante. Y Lucas no se encontró con un poste de luz en el medio del camino. No como yo.
No logro distinguir las luces del camión con las luces que me rodearon cuando desperté en este lugar, ambas se mezclan en mis recuerdos como si fueran parte de lo mismo. Supongo que esa es la razón por la que odio tanto estar aquí.
Sí, irónico que el paraíso me recuerde al infierno, ¿no?
Al parecer la vida está compuesta por un sinfín de ironías, más de las que podríamos imaginar.
—¿Por qué estoy aquí? ¿Van a hacerme una entrevista o algo así para saber si merezco ir al cielo? —tal vez no debería ser tan impertinente, pero no tenía tacto estando viva, no empezaría ahora que estaba muerta.
Los dos hombres frente a mí se miraron entre sí, con la misma mirada de resignación en la cara, como si hubieran vivido esto millones de veces en los últimos milenios. Bueno, el anciano tenía la mirada resignada. El joven, o el que lucía como joven al menos y quien ya se había presentado como Gabriel en cuanto desperté, mantenía la inexpresividad como rasgo característico.
Juraba que había tenido alas cuando lo vi por primera vez. Unas hermosas y elegantes alas blancas que parecían ser tan suaves como las nubes o el algodón de azúcar recién hecho. Pero ahora se paraba frente al hombre mayor con una sencilla camisa blanca y unos pantalones de chándal del mismo color, con una apariencia que podría haber tenido cualquier adolescente que podría haber conocido en una cafetería o en el autobús. A excepción de los pies descalzos y la abrumadora perfección de su rostro. Era indudablemente bello, pero no esa belleza natural que puedes encontrar en los seres humanos comunes y corrientes. Todo en él era evidentemente sobrenatural e inalcanzable, poseía un aura que lo haría resaltar donde fuera que caminara. Y su rostro se me hacía familiar, aunque no pudiera asociarlo con cualquier persona que me fuera conocida.
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Las alas de un ángel
FantasyBianca ha muerto en un trágico accidente, pero no está gozando de las bendiciones del paraíso precisamente. Un muchacho que aparenta su edad y se hace llamar Gabriel, le dice que ha sido elegida para formar parte de los selectos ángeles guardianes...