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Tomás abrió los ojos lentamente, para luego entrecerrarlos a causa de la cantidad de luz que lo rodeaba. Cuando al fin fue capaz de acostumbrarse a la claridad que lo molestaba, se encontró a sí mismo en una habitación totalmente blanca. Blancas las paredes, blanca las sábanas sobre su cuerpo y blanca la maldita luz que no podía decir de dónde provenía exactamente. ¿Dónde se suponía que estaba?

Intentó forzar su mente en recordar algo relacionado con aquel lugar o cómo había terminado allí, pero esta también se hallaba en blanco. De hecho, por mucho que se esforzara en pensar, lo único que era capaz de recordar era su propio nombre, Tomás.

Eso hasta que una linda muchacha de cabellos claros entró por la puerta que él no había notado hasta entonces.

—Bianca... —susurró inconscientemente al verla y entonces otros nombre llegaron a su cabeza. Camila, Lucas, Alexandra... Imágenes de sus amigos se entremezclaron en su cerebro a una velocidad vertiginosa, causándole un agudo dolor de cabeza que lo obligó a cerrar los ojos con brusquedad.

—Tómatelo con calma —dijo la chica a la que él llamó Bianca, su voz haciéndose ligeramente más fuerte a medida que acortaba la distancia entre ellos—. Los recuerdos pueden causarnos muchas veces más dolor que alegría.

Tomás, que no solía ser un muchacho de mente tranquila, se obligó a sí mismo a seguir el consejo de la chica. Más lentamente, los recuerdos empezaron a encajar en los espacios vacíos de su memoria, hasta que fue capaz de susurrar, esta vez con seguridad y un deje de alivio, el nombre de su amiga:

—Bianca —el muchacho abrió los ojos, parpadeando con rapidez para alejar las lágrimas que amenazaban con empezar a caer al ver la hermosa sonrisa que Bianca le dedicaba.

Según lo que ella le había contado días atrás, él era el único que había notado su presencia luego de su muerte. Pero era la primera vez que, sin estar cegado por el dolor y la rabia que normalmente lo consumía, realmente la veía. La veía allí, a su lado, corpórea, hermosa y más viva que nunca, por irónico que pareciera hablar así de ella.

—¿Dónde estoy? —preguntó, ni siquiera alterándose ante la posibilidad de que, si ella estaba allí, eso significara que él también estaba muerto. Esa nueva sensación de tranquilidad que lo acompañaba se negaba a dejarlo ir y se preguntó si así estaba relacionado con estar muerto.

—No es el cielo, no te preocupes —respondió la muchacha.

—¿Y eso se supone que es un alivio? —las comisuras de Bianca se alzaron ligeramente al oír la ingeniosa respuesta de su amigo.

—Nunca cambias, Tommy —dijo ella, antes de que la seriedad volviera a ocupar su semblante.

—¿Entones qué es este lugar? —preguntó el chico esta vez, también adoptando un gesto serio.

Bianca caminó en dirección a la cama de Tomás pero sin mirarlo directamente, más entretenida en observar el lugar a su alrededor, inspeccionándolo como si ella misma no supiera dónde se encontraban.

—Es una especie de... limbo —dijo clavando sus ojos azules en él finalmente, al parecer no muy segura de sus palabras.

Tomás la miró aún más confundido que antes.

—¿Limbo? ¿Algo así como el purgatorio? —cuestionó.

—No, no —se apresuró a aclarar Bianca—. Los ángeles lo llaman encrucijada. Como el sueño que tuvo Harry Potter de la estación de trenes en las Reliquias de la Muerte con Dumbledore.

—¿Entonces sí estoy muerto? —replicó Tomás, una imagen del libro que la muchacha había nombrado destelló en su aún confundida mente—. Harry estaba muerto —agregó con convicción.

Bianca rodó los ojos exasperada.

—No estás muerto. No del todo al menos —tragó saliva nerviosa al pronunciar las últimas palabras, sintiendo que estaba perdiendo el tiempo con toda esa absurda discusión, tiempo que Gabriel le había advertido era muy preciado—. Te drogaron para que perdieras la pelea y tuviste una sobredosis —empezó a explicar la muchacha los eventos que él ya no recordaba—. En este instante tu cuerpo está en el hospital general, luchando por sobrevivir mientras tu mente, o mejor dicho tu alma, está en este lugar —añadió haciendo un gesto a tu alrededor.

—¿Por qué? —preguntó Tomás, abrumado por la información que Bianca le había dado.

—Porque se te ha dado una segunda oportunidad, si es que quieres tomarla —dijo Bianca.

—¿Y si no quiero? —replicó, apartando su vista de los intensos ojos de su amiga. Parpadeó para alejar las lágrimas, sabiendo la respuesta que Bianca le daría. Y aún así, quería estar seguro de su otra opción, saber si había una oportunidad también de dejar todo ese dolor atrás.

—Morirás —el silencio invadió la estancia durante algunos segundos. Bianca suspiró, tomando la mano de su amigo con delicadeza y obligándolo a enfrentar su mirada—. Vivir nunca es fácil, Tommy. La vida... la vida está llena de problemas. Pero también de oportunidades. Si mueres, no podrás hacer nada, pero si vives, cada día tendrás la oportunidad de cambiar, de mejorar, de ser feliz. Solo tienes que ser lo suficientemente valiente para ir tras ella.

—¿Y si no lo soy? —susurró, dejando que una lagrima solitaria rodara por su mejilla. Bianca la limpió con delicadeza, antes de responder.

—Es tu decisión, solo tuya. Pero antes de que elijas, debo mostrarte algo.

Tomás asintió, antes de que Bianca tomara su mano con más fuerza y una luz blanca los cegara a ambos.

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2018 ⏰

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