27.

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David marcó el celular de Camila en cuanto vio a Tomás Herrera caminar en dirección al ring.

—Contesta —murmuró para sí, moviéndose nerviosamente en su lugar—. Contesta. Contesta.

Cada pitido del aparato que indicaba que la chica aún no había respondido lo ponía más y más nervioso.

Las palabras de su primo Gonzalo aún resonaban en su cabeza.

—El chico tiene las de perder —había dicho Gonzalo en cuánto anunciaron que Herrera sería el último boxeador de la noche.

—¿Por qué lo dices? —había preguntado él, extrañado por el comentario. Tomás era bueno. Tal vez no el mejor, ni por lejos, pero rara vez era la que perdía y su contrincante era un novato en el circuito clandestino.

—Javier no quiere que gane —murmuró Gonzalo, cuidándose para que nadie más escuchara su conversación, mirando casi con paranoia a la multitud a su alrededor. Él sabía muy bien la clase de gente metida en ese negocio—. Al menos no esta noche. Tiene mucho dinero en juego con el otro muchacho —añadió, señalando al corpulento contrincante del amigo de Camila—. Y si Javier no quiere que gane, no ganará…

—¿Debería ir a buscar a sus amigos? —preguntó David sobre los gritos de la multitud a su primo, aún sin apartar el celular de su oreja, rogando para que Camila contestara esta vez.

—No hará la diferencia, ¡lo sabes! Son solo unos niños —dijo Gonzalo, no sin razón, negando ligeramente con la cabeza—. Lo mejor que puedes hacer por Cami y sus amigos es sacarlos de aquí, lo más rápido que puedas, antes de que las cosas se pongan feas.

David abrió la boca para replicar, sabiendo perfectamente que la muchacha no se iría sin una explicación, cuando una conocida voz sonó a través del móvil.

—¡Cami! —exclamó, pero no fue capaz de dar dos pasos lejos del bullicio para advertirle de lo que iba a suceder cuando un jadeo colectivo lo obligó a clavar sus ojos en la pelea.

Tomás yacía en el suelo, luego del segundo puñetazo de su contrincante, y no hacía amagos de levantarse. Desde su lugar, David era incapaz de decir si el chico seguía respirando o no, pero pudo ver que tanto el rival como el presentador se veían claramente contrariados mientras se acercaban al cuerpo del muchacho.

El caos estalló a su alrededor a medida que los segundos pasaban sin que Tomás Herrera se moviera y David escuchó a Camila preguntar al otro lado de la línea que estaba sucediendo. Quería alejarse del bullicio para hablar, pero la gente había empezado a empujarse unos a otros, impidiéndole moverse, algunos intentando descubrir qué rayos había sucedido, otros dispuestos a huir ante la clara señal de peligro.

—Cami, escucha, Tomás… —no sabía cómo continuar. Ni siquiera estaba muy seguro de que sucedía, como nadie a su alrededor, al parecer.

—¿Está muerto? —gritó una chica a su lado y David supo que Camila había escuchado la pregunta cuando la escuchó jadear al otro lado de la línea.

—¿David? ¿Qué sucede? ¿Qué fue eso? —gritó alterada del otro lado, obligando a David a cerrar los ojos para concentrarse en sus siguientes palabras.

—No lo sé, Cami, lo siento. Solo… solo ven, rápido.

—Pero... pero... —tartamudeo la chica, al parecer tan incapaz como él de hilar una sola oración.

—Tomás te necesita.

Esa única frase se clavó como un puñal en el corazón de Camila, justo donde había sentido un mal presagio toda la noche, antes de correr como si la vida le fuera en ello al lugar de David le había indicado.

..
Ya entramos en la recta final de la historia. Lamento muchísimo la tardanza, pero tuve una situación familiar que me tuvo lejos de mi casa y sin poder actualizar. Peeeero, ya estoy terminando de escribir la historia en borrador, así que volveré a actualizar cada fin de semana.
Espero sus comentarios sobre el primer capítulo de Encrucijada, la última parte de esta historia.
Y como siempre, muchas gracias por los comentarios, votos y el apoyo en general, es muy importante para mi saber que les va gustando :D
¡Hasta el próximo!

Las alas de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora