Capítulo 04

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Narra Solange:

Sus manos estában posadas en mi cintura, haciendo que su pecho entre en contacto con mi espalda, abrázandome desde atrás. Podía sentir levemente los latidos de su corazón. También podía sentir su respiración y su aliento chocando contra la piel de mi cuello, acción que me estaba poniendo los pelos de punta, por no decir que me estaba poniendo medianamente incómoda. No quise soltarme de su agarre para no dar una imagen de "arisca", y es que tampoco quería que él deje de abrazarme de esa forma.

—Tengo algo para vos. —Susurró.

Sentí una de sus manos alejarse de mi cuerpo.

—Feliz cumpleaños adelantado, Sol. —Dicho eso, puso frente a mis ojos algo parecido a un regalo; era una caja colorida, con un moñito envolviéndola y una carta con mi nombre pegada a la tapa. 

Es cierto, mi cumpleaños número veintidós sería dentro de unos muy pocos días, y mis planes eran los mismos de siempre, quedarme en mi departamento viendo películas y comiendo. Nada de otro mundo.

Me dí la vuelta y lo miré a los ojos, sin saber qué decir. Continuó hablando.

—Yo... Nunca me acuerdo de los cumpleaños de las personas que me rodean, pero por alguna razón no se me hizo difícil recordar el tuyo. —Dijo mientras se encogía de hombros.

—Le sonreí y lo abracé. —Muchas gracias, rubio. Sos un tierno... Pero, ¿porqué me das esto ahora? Faltan unos días para mi cumple.

—Justamente de eso te quería hablar... —Me agarró de la mano que tenía libre y me guió hasta los sillones, nos sentamos para hablar mejor. —A partir de mañana me voy de gira con mis hermanos y no voy a poder estar para saludarte... —Dijo agachando la cabeza, como sintiéndose culpable.

—Ah. ¿Todos los días en los que te desapareciste estabas organizando la gira? —Asintió energicamente. —¿Cuántos días te vas?

—Dos semanas...

—Entonces, ¿esto sería como la cena de "despedida"?

—Algo así, al menos hasta que la gira termine.

—Ok. Me invitaste a cenar para compensarme por desaparecerte durante varios días, ¿y en la cena me decís que te vas de nuevo...? —Lo miré alzando una ceja. Este chico es una caja de sorpresas. Increíble.

—Dicho de esa forma, soy la peor persona del mundo. Pero si lo ves por otro lado, te hice un regalo y estoy pasando mi última noche en Buenos Aires con vos.

Me le quedé mirando con ojos escrutadores. Había que admitirlo, era un lindo gesto. Todo lo que había hecho y estaba haciendo hasta este momento, era algo digno de agradecer y admirar. 

Asentí con la cabeza y miré el regalo entre mis manos.

—¿Qué es?

—Vas a tener que abrirlo para averiguarlo. —Dijo sonriendo ampliamente mientras se acomodaba sobre el sillón. Expectante.

Sonreí y empecé a desatar el moño que envolvía la caja. Agarré el papel que estaba pegado a la tapa y amenacé con leerlo.

—No lo leas ahora. Leelo el día de tu cumpleaños. —Mencionó un tanto alarmado.

Dejé la carta de lado y fui directamente a abrir la caja. Adentro había una caja de color azul, era mucho más chiquita que la anterior. Lo miré con confusión.

—Ábrila.

Y eso fue lo que hice. Me encontré con una de las cosas más lindas que alguien me había regalado nunca; una cadenita con un dije, al parecer, ambos de plata.
Me quedé absorta.
Honestamente, no me lo esperaba.

—Guido...

—¿Te gusta?

—Es hermosa.

Sonrió ampliamente. Le di la cadenita y me di la vuelta, esperando a que él la colocara en su lugar. Cuando ya se encontraba en mi cuello, me di la vuelta de nuevo y lo miré a los ojos.
Su mirada intentaba decirme algo más, algo que yo no podía entender. De hecho, siempre que estaba conmigo tenía esa mirada. Algún día lo entenderé... 

Sin pararme a pensarlo, me acerqué lentamente y uní nuestros labios en un dulce beso. El cual fue correspondido casi al instante, apoyó una de sus manos en mi cintura y la otra fue destinada a una de mis mejillas, profundizando el beso.
Cuando separamos nuestros labios, seguíamos igual de cerca que antes, ésta vez, en lugar de sentir sus labios sobre los míos, lo que podía sentir era su aliento y su respiración. No me quejaba, me encantaba estar así con él.

—¿Te das cuenta de que siempre terminamos así? —Dije mientras dejaba escapar una pequeña risa.

—Es que soy débil. —Dijo sonriendo, mostrando su perfecta dentadura blanca.


~


La noche había sido una de las mejores de mi vida. No, no había pasado nada interesante. Pero el simple hecho de que me haya tratado como una princesa durante toda la noche, y de que me haya hecho sentir cien por ciento cómoda con él, fue suficiente para complacerme y perdonarlo por lo que había hecho.
Ahora sólo me quedaba sobrevivir a los días sin él, sin sus besos...

Sacrificios [Guido Sardelli] [Sin editar] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora