Capítulo 12

3.3K 119 2
                                    

Narra Solange:

La luz que daban los faroles de la calle se colaba por las ventanas dejandonos ver el cuerpo del otro.

Después de una intensa sesión de besos, terminamos en su habitación y nos encontrábamos en pleno momento de desnudez. Estábamos quitándonos la ropa, bueno, la poca que nos quedaba...

Sus manos eran suaves y estában tibias; su tacto recorrió todo mi cuerpo justo antes de recostarme delicadamente en su cama y luego subirse él encima mío, cuidando no aplastarme.

Empezó esparciendo besos por todas partes y después de un rato, supo que ambos estábamos listos para lo siguiente.

Tenía que admitir que estaba muerta de miedo, pero no porque Guido fuera a lastimarme, por que no; no lo haría, me lo había demostrado de mil maneras diferentes y estába cien por ciento segura de que me cuidaría en todo sentido. Simplemente tenía miedo y no sabía por qué, quizás era porque hacia un tiempo que no hacía éste tipo de cosas con nadie y temía arruinarlo. Lo único que sabía con seguridad es que si lo miraba a los ojos encontraría mi paz. Y eso hice, en ningún momento le quité los ojos de encima, y así fue como el miedo iba desapareciendo poco a poco siendo reemplazado por el placer y el amor que él me entregaba con cada caricia.

Nos habíamos pasado nuestro tiempito "haciendo el amor", cantando juntos y empalagándonos con la dulzura de las palabras.

...

¿Te puedo contar un secreto? Dijo quitando la mirada del techo para fijarla en mi. Como siempre, le brillaban los ojos.

Sí, obvio, sabés que podes confiar en mi. Le sonreí. Después de tomar unas cuantas bocanadas de aire, finalmente habló.

Ésta es la primera vez que "hago el amor" con alguien... Dijo revolviéndose el pelo con una mano y sonriendo, esquivando mi mirada.

O sea... ¿Es tu... Primera vez? Intenté no sonar sorprendida. Me costaba creerlo... Es decir, sólo mirenlo.

No, por supuesto que no. Pero es la primera vez que tengo que relaciones con alguien que amo de verdad. Dijo sonriendo tímidamente.

 De un momento a otro había muerto y resusitado, y todo en unos escasos segundos.

¿Había oído bien? ¿Me había dicho indirectamente que me amaba?

Al ver que yo no le contestaba y que sólo sonreía por la incomodidad del momento - Porque sí, era sumamente incómodo pero tierno a la vez - me miró y me dió un beso juntando sus labios con los míos, sin profundizar.

¿Te quedás a dormir conmigo? Lo miré alzando una ceja. A dormir, sólo dormir. Dijo riéndose.

Sí, pero con una condición...

Mmmh, a ver... ¿Cuál?

Quiero que me cantes algo...

 

Él estaba solamente con un boxer y yo estába envuelta en las sábanas, sin quitarle los ojos de encima, observando con sumo interés como deslizaba los dedos sobre las cuerdas de aquella vieja guitarra criolla. Había accedido a mi condición con gran interés, confesándome que hacía mucho tiempo que quería cantarme algo pero no se animaba. Claro, después de hacer lo que hicimos, ya no había cosa a la que no se animara.

Me sentía en paz, tranquila, relajada, como sea que le quieran llamar... Pero sólo me sentía así con él.

 ...

Al otro día me desperté un poco aturdida, había dormido poco y ese era el motivo de sentirme tan... Tan perdida y desorientada, por no decir que me sentía como si hubiese estado de fiesta toda la noche y mi mente me estuviera jugando una broma de mal gusto. Estába sola en una habitación que no era la mía, me costó recordar y darme cuenta de que estába en lo del rubio.

Miré a mi al rededor búscando algo, o quizás a alguien... ¿Dónde está Guido? Intenté meterme en sus pensamientos... ¡Que gran idea, dejarme sola en éstas condiciones! Sí, estaba desnuda pero al menos estaba envuelta en unas sábanas extremadamente blancas.

Me envolví lo mejor que pude y salí en busca de aquella melena rubia, seguramente habría salido a alguna parte y se habría olvidado de mi, la chica con la que pasó "la mejor noche de su vida", palabras dichas por él.

Fuí de habitación en habitación, comenzaba a cansarme. El departamento era curiosamente enorme. ¿Que dónde está lo curioso? Bueno... Guido vive solo, ¿para qué tanto espacio?

Cuando llegué a la cocina supe que encontré lo que tanto había estado buscando; Guido.

 —Buenos días, mujercita. —Dijo sonriéndome amablemente.

—Buenos días. —Correspondí la sonrisa.

—¿Querés desayunar? ¿Café? ¿Té? ¿Galletitas? ¿Tostadas? ¿Mate?

—Parece que me querés ver rodar eh... Un café está bien.

—¿Yo? Mirá, aunque estés rodando o estés esquelética, para mi siempre vas a ser perfecta. —Tras decir eso, me dio el beso de los 'buenos días'. Y decidí guardar aquella frase por siempre en mi mente, si había algo que amaba de él era la forma en la que me hacía sentir... Amaba todo de él, sus chistes, sus frases, sus canciones, su pelo, su risa, su forma de alegrarme la vida... Lo amaba a él.

Sacrificios [Guido Sardelli] [Sin editar] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora