Narra Solange:
No me gustaba el silencio en este tipo de situaciones, de hecho, lo odiaba. Me hacía poner extremadamente nerviosa y no hacía caso a razones, me ponía estúpida... Más de lo que era cuando él estába cerca mío.
Suspiré agotada, el hecho de estar ahí, frente a él y no poder pronunciar ni una sola palabra me cansaba.
Lo miré para darle a entender que sería mejor si él comenzaba a hablar primero y ahí fue cuando descubrí que no me podía sostener la mirada ni siquiera durante dos segundos. Esa acción hablaba por si sola, ya no hacía falta darle más vueltas al asunto.
Creo que significaba arrepentimiento y hasta vergüenza, o eso es lo que yo quería que el sintiera....
—Debiste haberme dicho que estabas borracho cuando pasó lo que pasó... —Dije mientras fijaba mis ojos en los suyos, incentivándolo a que me sostenga la mirada. Ese hecho hacía que me sientiera menos vulnerable que de costumbre, pero igual, no estaba felíz, no es lo mismo si no puede sostenerme la mirada y hablarme.
—Es que no lo sabía... Cuando vos fuiste al hotel y peleamos, yo no sabía qué contestarte porque no recordaba nada de lo que había hecho la noche anterior... Luego fui y hablé con....
—¿Con quién? —Pregunté sientiendo miedo de oir una respuesta inadecuada, ya casi sentía las palabras retumbar en mi mente, me estaba volviendo paranoica.
—Con ella... Con la recepcionista. —Dijo mirándome, por primera vez sin antes bacilar.
—Ah. ¿Y? —Bajé la mirada y suspiré, esto terminaría poniéndome de muy mal humor. Comenzaba a arrepentirme de haber venido. ¿Porqué no me quedé en mi casa, esperando a que todo pasara por su propia cuenta? No, yo y mis ganas de hacerle frente... ¿O debo decir "yo y mis ganas de verlo"?
—Escuchame, yo entiendo muy bien que no me vas a perdonar tan fácilmente, y siendo honesto, no me lo merezco...
—¿Y yo si me merezco lo que me hiciste?
—No, tampoco. Y me arrepiento de que las cosas hayan terminado de esa forma, hablando del beso y de lo nuestro. —Dijo poniéndose de pie, ahora comenzaba la verdadera confrontación...
—El alcohol no justifica lo que hiciste, Guido. No entiendo cómo es que no podés entenderlo y darte cuenta de estamos tirando una relación importante a la basura por culpa tuya.
—En realidad no hay nada que lo justifique, y aunque no parezca, lo entiendo y entiendo que me mandé una cagada enorme, pero la culpa no es solo mía; una relación es de dos personas. —Estábamos frente a frente, dispuestos a decir lo que fuera necesario.
—¿Y eso qué quiere decir? No me vengas con que descuidamos la relación y no se que más, yo tengo bien en claro que en una relación hay dos personas cooperando para llegar a algo concreto y duradero. Y la culpa sí es solo tuya, el que se la mandó fuiste vos, no yo.
—Sí y lo reconozco, pero vos no sos inocente en ningún sentido, podrías haber evitado que pase eso.
—¿Yo? ¡El que se emborrachó fuiste vos, Guido! Queda en vos poder controlarte y decidir qué es lo que te conviene y qué no. No puedo creer que me estés hechando la culpa...
—No te estoy hechando la culpa, se podría decir que la estamos compartiendo... No quiero dejar atrás que te amo y que quiero que superemos ésto. Es algo que le pasa a la mayoría de las personas, es más común de lo que pensás.
—No estamos hablando de las otras personas, se trata de nosotros dos, de nuestra relación.
—Entonces deberías dejar de lado el beso y concentrarte en lo que te estoy diciendo, quiero que vuelvas a confiar en mi.
—No puedo.
—¿Qué te lo impide?
—Vos y tus actitudes.
—Antes confiabas en mi, ¿porqué ahora ya no? Te estoy dando las explicaciones y los motivos por los cuales hice lo que hice.
—Sí, ya sé, pero ahora me diste motivos para desconfiar.
—¿Y si te doy motivos para volver a confiar? —Dijo dando un paso hacia delante, no retrocedí porque me sentí capaz de hacerle frente y romper mi propio récord. Aunque debo confesarlo, estába al borde del abismo, casi no podía respirar y me costaba horrores pronunciar cada palabra, y mucho más teniéndolo tan cerca.
—Te va a costar y mucho.
—Yo no tengo problema en volver a enamorarte, ya lo hice una vez, la segunda es pan comido. —Dijo sonriendo. Mierda, ¡cómo había extrañado esa sonrisa!
No. No. No. Ya me estaba poniendo boba con sus palabras y su sonrisa, una más y listo.
Concentrate Solange, estás acá para hacerle frente no para comertelo a besos...
—¿Cómo estás tan seguro de que vas a poder?
—Yo me tengo fé. —Dijo sonriendo y mirándome con esos ojos que tanto había extrañado, esos ojos cafés que siempre estaban casi tan brillantes como las estrellas del firmamento, me quitaban el aire y él lo sabía, los usaba contra mi justo cuando estaba en mi punto más bajo de vulnerabilidad, igual que ahora...
—Es... Es bueno tenerse fé. —Respuesta tonta, me costaba pensar oraciones mejores, no podía. Eso es, no podía, y no podía porque él continuaba mirándome de esa forma...
Asintió dándome la razón y bajando la mirada, dándose por vencido quizás.
¿Como habíamos llegado a ésto? La conversación estába trabada, ninguno había terminado de decir lo que pensaba o quería decir. Por mi parte, ya estába cansada de lo mismo, un par de segundos más y terminaré rendida a sus pies, la fuerza de voluntad está haciendo presión y ya casi no la puedo controlar.
Estába a punto de despedirme de él con la perfecta excusa de que tenía planes demasiado importantes, pero para mi buena suerte, Patricio se me adelantó y se acercó hasta nosotros con la intención de informarle a Guido que ya debían irse al estudio.
—Bueno, supongo que esto se termina acá porque me tengo que ir, pero podemos seguir hablando mañana, ¿sí? —Dijo mirándome fijamente, analizándome.
—Sí, claro... —Contesté en un tono casi inaudible. Lo ví alejarse de mi para luego abrir la puerta y amagar con irse, me quedé estática, pensando en porqué no sé iba, parecía estar decidiendo si hacer algo o no. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Mierda.
—Volvé a confiar en mi, por favor. —Dijo dándose la vuelta, caminando hacia mi e instalándose frente a mi con una actitud sorprendentemente vulnerable. Fruncí el ceño ante eso, no solía comportarse así, siempre lo había sentido tan seguro y confiado...
Acercó su rostró al mio y por un momento pensé que me iba a besar, todos estos días me la pasé fantaseando este momento y ahora que está a punto de pasar, no quiero.
Sonrió y me dio un beso en la mejilla, luego se fue y me dejó en su habitación, completamente sola y con el sentimiento de confusión más grande de toda mi vida.
¿Ahora qué?
¿Vamos a volver a ser lo de antes sin importar qué tan grande haya sido la metida de pata de él? ¿O vamos a continuar siendo presas del síndrome de bipolaridad que nos ataca justo cuando estamos juntos?
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Sacrificios [Guido Sardelli] [Sin editar] ©
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