Capítulo 24

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Narra Solange:

 Me causaba paranoía ver como ella tomaba el teléfono y finalmente marcaba el número, no podía ser que no pueda frenarla de hacer aquello, o quizás, inconscientemente quería que lo haga...

Intenté respirar hondo y pensar en otra cosa, sólo para distraerme, pero algo me distrajo de hacer eso... 

Observé con suma atención como se llevaba el aparato al oido y segundos después hacía una mueca extraña. Funcí el ceño.

—¿Guido? —Preguntó mientras fruncía el ceño con extremada confusión y sorpresa.

Luego de eso, cortó y enseguida me miró con el miedo reflejado en la cara. Estába feliz de que haya cortado, pero a la vez estaba preocupada y asustada.

 —¿Que pasa? ¿Porque cortaste? —Pregunté temiendo de oir la respuesta.

Dejó el teléfono fijo a un lado y respiró hondo varias veces. ¿Porqué no hablaba? Cada vez me desesperaba más y lo único que quería saber era qué había pasado para que cortara de esa forma.

—Va a ser mejor que nos olvidemos de esto por hoy. 

—No, ahora no me puedo olvidar de nada. Decime qué paso.

—No, mejor no.

—¡Mamá!

Respiró hondo y me miró intentando buscar las palabras adecuadas, ¿era tan difícil de decir? 

—Escuché ruidos. 

—¿Que tipo de ruidos? 

—...Gemidos... —Pronunció finalmente con una voz casi inaudible, que indicaba el miedo a mi reacción, o quizás la decepción que ella sentía por su parte al ser la suegra de aquél muchacho al que yo le decía "te amo". La miré con la menor expresión posible, tomé mis cosas y me dirigí a la puerta principal con la clara intención de irme. No me molesté en despedirme ni nada, estába cegada por el eco de esa palabra. "Gemidos"...

Quería creer que mi madre había marcado un número equivocado, pero no, había visto perfectamente la forma en la que tocaba los botones y se dibujaba en la pantalla del aparato el número de él. Quería pensar que no era él quien hacía esos... "Ruidos".

Quería, pero no podía.

Mientras yo pensaba seriamente en perdonarlo y dar por olvidado el asunto, él se la estába pasando de lo mejor con otra chica. Quizás era la misma chica del beso, la recepcionista, esa que desde lo lejos te das cuenta de que se regala con moño y todo a penas le sonries con amabilidad.

Caminaba por las calles de la ciudad y honestamente, poco me importaba qué es lo que estaba haciendo el resto de la gente, sólo quería llegar hasta el departamento de Guido y descubrir qué mierda estába pasando. Ya no quería que me tomaran por una estúpida que confía ciegamente en alguien que ya la engañó una vez, y probablemente la esté engañando de nuevo.

Ahora sí, estaba decidida a no llorar, él no valía ni una sola de mis lágrimas, en otra situación quizás no pensaría de ésta manera, pero es que no había forma alguna de verle el lado bueno a esto.

Estába en frente a la puerta de su departamento -de nuevo- , ésta vez no tuve duda alguna en tocar la puerta y enfrentarme a lo que sea que se encuentre adentro.

Pasaban los segundos y nadie me abría, golpeé con más fuerza y ésta vez podía oir los ruidos de alguien moviéndose dentro del lugar, también podía oir voces y los pasos de alguien caminando hasta la puerta.

Nunca en mi vida había sentido tantas cosas juntas; odio, celos, amor, tristeza, decepción, adrenalina, miedo y hasta coraje, no tengo idea de cómo es que todo esto me cabe en el cuerpo.

Llegó el momento de saber la verdad, de comprobar si mis pensamientos son correctos o tan erróneos como desearía que hubiese sido aquella llamada...

Patricio se plantó frente a mi con incomodidad y confusión, lo podía notar en su mirada, no me esperaba allí.

—Sol... Eh... Guido no está. —No sabía si decía eso para encubrir a su hermano o porque siempre que me aparecía por estos lugares era para búscar al rubio.

—¿Seguro?

—Sí, está en el estudio con Gastón.

Fruncí el ceño. ¿Cómo que estába en el estudio? ¿Con Gastón? ¿Pero que clase de broma es ésta?

—¿Vos no me mentirías... o si? —Pregunté mirándolo fijamente mientras alzaba una ceja, quizás me costaría el día entero, pero estaba más que dispuesta a sacarle información a Pato.

—No, nunca, si tengo que hundir a alguien, estoy dispuesto a hacerlo. ¿Porqué la pregunta?

—¿Querés la historia larga o la corta?

—La que quieras, mientras que me expliques...

—Bien... Estaba en lo de mi mamá, hablando de cosas, llegó el momento de tocar el tema de mi relación con Guido y después de que le conté algunas cosas, quiso llamarlo... Y escuchó ruidos... 

—Eh... ¿Qué... —Aclaró su garganta. —... qué tipo de ruidos? —Preguntó inquieto, toqueteándose el pelo e intentando pararse de manera firme.

—Gemidos. —Contesté sin vueltas, de todas formas es algo de lo cuál ninguno de los dos sentía vergüenza de decir, después de todo ambos somos adultos y estamos bastante bien informados sobre el tema.

—¿Y vos pensás que era Guido el que...?

—Sí. —Contesté incluso antes de que terminara de pronunciar la oración, me daba asco de sólo pensarlo.

Bufó y me miró incómodo, acá viene... Cerré los ojos por inercía, no quería oirlo, no quería nada.

—Te puedo asegurar que no era él...

—¿Cómo podes estar tan seguro? Si me engañó una vez, lo va a volver a hacer, es lógico. —Dije alzando un poco la voz, el tema me ponía muy nerviosa, al borde de tener la necesidad de golpear cosas... o gente.

—Porque era yo. —De repente me quedé callada, no me salían las palabras.

—...¿Qué?

—El que hacía esos "ruidos", era yo... —Dijo bajando la voz a medida que pronunciaba las palabras.

—¿O sea que vos... ? Pero es el departamento de Guido... Y...

—Sí, bueno... No sé como pasó, Guido me dejó a cargo y ... Bueno, el resto es historia.

—Te va a matar. —Dije mientras suspiraba aliviada, gracias a Dios todo había sido un malentendido. Escuché pasos, pero no me atreví a mirar para comprobar quién era.

—¿Quién va a matar a quién? —Pregunto el rubio con una pequeña sonrisa en la cara, qué lindo que se veía sonriendo... Se había plantado justo a mi lado, y ni siquiera lo noté, en cuanto se enterara de lo que estába ocurriendo en su departamento mientras él no estába, se armaría la Tercera Guerra Mundial. Patricio y yo nos miramos con incomodidad, por no decir que también sentíamos miedo.

—¡Patricio! ¿Amor? —Dijo una misteriosa voz proveniente desde adentro del departamento, se me hacía extrañamente conocida...

—¿Me quieren explicar qué está pasando? —Preguntó Guido mientras nos miraba a Patricio y a mi con ojos expectantes.

Mierda.

Sacrificios [Guido Sardelli] [Sin editar] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora