Capítulo 26

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Narra Solange:

(Semanas después)


Habíamos vuelto a las viejas andanzas, pasabamos los días enteros juntos, volvimos a encerrarnos en nuestro pequeño mundo... Él sólo me tenía a mi, ¿qué más podía hacer?
La relación con su familia pendía de un hilo, la grabación del disco se había suspendido y la banda estába momentaneamente separada.
Nadie hablaba con nadie y ni siquiera Gastón podía solucionar aquello, era extraño, era la primera vez que las cosas estában tan mal como para que la comunicación sea tan escasa.

Me sobreexalté al escuchar el sonido de la llegada de un mensaje al buzón de mi celular, me alejé de él y tomé el aparato, para luego leer el mensaje. Lo contesté y después dirigí mi mirada al rubio, quién me observaba intentando interrogarme.

—Vamos a lo de tu mamá. —Dije mirándolo con una pequeña sonrisa.

Alicia, su mamá, se había comunicado conmigo para buscar la forma de reunir a los tres hermanos, se nos ocurrió que podríamos organizar un almuerzo falso para juntarlos a todos e intentar solucionar todos los problemas. Yo estába dentro del plan, pero sólo debía llevar a Guido engañado, ella se encargaría del resto.
Me daba coraje y pena el asunto, pero era la única forma de solucionar todo.

—¿A qué queres ir a lo de mi mamá? —Preguntó apartando sus ojos del cuaderno en el que estába escribiendo borradores de canciones. Frunció el ceño.

—Me acaba de mandar un mensaje, nos invitó a almorzar. —Mentira.

—Andá sola si queres, yo no voy. —Esto se llama ser un mal novio... ¿Acaso pretendía que vaya sola a ver a mi suegra? No. A pesar de que tengo una muy buena relación con ella, el punto es que debo ir con Guido, sino no sirve de nada. 

—Tengo tres motivos muy buenos por los cuales deberías ir.

—¿Cuáles? 

—Tus hermanos no van a estar, como novio mío te corresponde acompañarme y además, es tu mamá, Guido. —Primer motivo; mentira. Segundo motivo; cien por ciento verdad, le correspondía... Y si se oponía, lo llevaría de sus hermosos cabellos rubios. Tercer motivo; verdad, es su madre... Su maldita madre y no quiere ir a verla, seguro que sospecha algo... Lo conozco demasiado.

—No quiero ir. —Cerró el cuaderno con fuerza y me miró.

—Dale. —Insistí.

—No.

—No seas infantil. —Esa frase era perfecta si quería darle en el orgullo o en algún punto sensible. Si bien ni tiene ni un solo pelo de infantil, decirle aquello siempre lo hacía enojar y terminaba cediendo, sólo esperaba que ésta vez funcionara igual que las anteriores...

—No soy infantil, no quiero ir porque la conozco y se que tiene algo planeado. —Y tal y como yo había dicho antes; sospechaba y era por eso que no quería ir. 

—Me parece que te estás volviendo paranoico... Vení conmigo, dale. —Me acerqué a él y le hice 'puchero', si lo de 'infantil' no funcionaba, esto tenía que hacerlo ceder si o si, de lo contrarío estaría perdida, ya no había tiempo para idear un plan mejor. Suspiró cansadamente.

—Bueno, está bien... 

*
Ya en la casa de Alicia, mandamos a Guido a hacer algunos mandados con la excusa de que ella y yo debíamos hablar sobre cosas de mujeres... Al escuchar aquello, aceptó sin dudarlo.

Cinco minutos después, Gastón trajo a Patricio, quien al verme, palideció. Se notaba a kilómetros de distancia que ya había comenzado a sacar sus propias conclusiones, y algo me decía que ninguna de ellas era buena.

Llegó Guido, y los vió, quiso abandonar la casa pero lo frené, después de todo era por su propio bien. Creo...

—Menos mal que no iban a venir... —Pronunció el rubio en tono de replica, mientras me miraba con el ceño fruncido. Mierda, esto me saldrá bastante caro...

—Perdón mi amor, era necesario. —Contesté acariciandole la mejilla, apartó mi mano bruscamente. Funcí el ceño. Jamas me había tratado así, ni siquiera en los peores momentos.

—Guido, no le heches la culpa a ella, yo le pedí que te traiga. —Hablo Alicia, intentando defenderme. Le lancé una pequeña sonrisa en modo de agradecimiento y me hice a un lado para que los hermanos pudieran disputarse entre su propio espacio.

—¿Cuántas veces te tengo que decir que no te metas? —Gritó Guido, mirando con odio a Alicia. Definitivamente estába fuera de sí.

—¡A tu madre le hablás bien! —Alzó la voz el hermano mayor, Gastón.

—Y vos también, ¿que te metes? —Guido.

—Me meto si quiero, les recuerdo que los dos son hermanos míos y por lo tanto, lo que hagan o dejen de hacer me afecta. —Gastón.

—De ahora en más ya no soy más hermano de éste salame. —Contestó Guido mientras señalaba a Patricio, quién había estado observando todo desde un punto sano, sin meter púas ni realizar comentarios que terminen hundiendo la situación un poco más.
¿Recuerdan cuando dije que Guido no tenía ni un solo pelo de infantil? Puede que me haya equivocado.

 —¿Porqué no arreglan las cosas de una puta vez y se dejan de joder? ¡Somos una familia, no podemos estar así! —Dijo Alicia, el silencio se había hecho presente y la tensión se podía cortar con un cuchillo. Todos nos miramos entre sí.

—Mamá, eso deberías decircelo a tu hijo más chico, es él el que no entiende que entre su ex y yo nunca pasó nada. —Patricio.

—No mientas. —Guido.

—No estoy mintiendo, preguntale a ella si queres. —Patricio, acercándose lentamente hacia el rubio.

 —No voy a perder mi tiempo con ella... Y tampoco voy a perder mi tiempo hablando de esto con todos ustedes, es inútil. —Dijo el rubio para luego acercarse a mi y tomarme de la mano, dirigiéndome junto a él hacia la puerta de salida.

Sus hermanos estában diciendo algo, pero salimos tan rápido del lugar que casi no pude entender nada. Me arrepentí de todo, de haberle mentido y de haberlo llevado.

—Perdón, pense que... —Hablé, intentando frenarle el acelerado caminar que había adquirido al salir disparado de aquel lugar.

—No, perdoname vos a mi. —Me dio un pequeño beso en los labios y luego sonrió sin ganas, podía notar que lo estába haciendo por obligación... Con lo hermosa que era su sonrisa... No lo entendía. 

Caminábamos de la mano, a paso acelerado, él parecía querer huir de algo, yo parecía una de esas maletas que suele acarrear para todas partes cada vez que se va de gira.


Nos detuvimos en un semáforo, me distraje e intenté cruzar la calle, luego oí un grito...

Y todo pasó muy rápido.


El ruido de unas llantas frenando... Un golpe en seco... Gente gritando... Sangre, mucha sangre.

Estába en shock, no podía respirar, me temblaban las manos y me encontraba tirada en el medio del asfalto rodeada de cientos de personas...
Pero no tantas como aquella cosa que estába frente a mi a unos cuantos metros de distancia. Cuando algunas personas se corrieron de lugar, lo ví...
Pude verlo, pero desee nunca haberlo hecho...
Yacía en el suelo, justo arriba de un charco de sangre, su propia sangre...
No quería verlo pero no podía apartar mis ojos de él, era inevitable.
Quería gritar, pero no sabía como hacer que mi voz se escuchara entre tanto barullo.
También quería llorar, pero oh... Ya lo estába haciendo.
En cuanto menos me dí cuenta, ya me encontraba en una camilla y justo a mi derecha, estába él siendo auxiliado por un equipo de enfermeros. No pude evitar llorar...

Me había... Me había salvado... Me había salvado de las ruedas de aquél auto...

Sacrificios [Guido Sardelli] [Sin editar] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora