Narra Solange:
Al paso de un par de días, ya me habían dado el alta. Todas las cosas que me inyectaron y todos los medicamentos que me obligaron a ingerir habían dado buenos resultados. Los médicos habían notado un gran cambio en mi organismo y mis lastimaduras comenzaban a sanar de manera increiblemente rápida.
Desde entonces, había ido a ver a Guido miles de veces, y en todas ellas me largué a llorar justo frente a su frágil cuerpo tendido sobre aquella camilla.
Me dolía verlo en aquel estado, con todos esos cables encima y su rostro inexpresivo que aún no se ha tomado la molestia de despertar. Sabía que estába así por mi culpa y eso me hacía sentir peor de lo que ya estába.
Lo recuerdo muy bien, el mismo día en el que salí del hospital, tuve una charla privada con el médico de él. Hablamos durante un largo periodo, no dejé de llorar en ningún momento; simplemente no podía hacerlo, no podía creer lo que aquel hombre me estába contando... Ha sufrido lesiones sorprendentemente graves; tiene una fractura expuesta en la pierna derecha, todas sus costillas flotantes están quebradas -causándole así, una hemorragia pulmonar que lo llevó al borde de la muerte-, y para completar, se golpeó la cabeza con tanta fuerza que es muy probable que sufra de amnesia al despertar.
Contaba los días, las horas y los segundos para tenerlo junto a mi, sano y salvo.
Y lo que más me duele, es que yo debería estar así, no él. Él debería de estar junto a su familia, junto a sus fans, arriba del escenario dando lo mejor de si, no aquí, no así, ¡no de ésta forma!
Le he dicho antes de recibir el alta, y lo digo ahora; no me importa cuánto dinero me cueste, no me importa cuántas cosas tenga que sacrificar, no me importa lo que piensen los demás, lo quiero de pie, junto a mi, sonriendo, diciéndome lo mucho que me adora, llámandome "mi amor"... Lo quiero vivo, para siempre. Y sé que es imposible, pero lo soportaré, me conformaré con el tiempo que dure sobre éste planeta.*
Un nuevo día nacía y yo lo aprovechaba encerrada entre cuatro paredes, observando dormir a mi rubio y oyendo la devolución de uno de los tantos médicos que están a su pendiente.
Eran casi las siete de la mañana cuando llegué al hospital y decidí pasar otra mañana más junto a él, no había conseguido conciliar el sueño en toda la noche pero no estába cansada, sólo quería estar con él.—Mi amor, yo se que te vas a poner bien, necesitás hacerlo, tengo muchas cosas que contarte, tenemos muchas cosas que vivir... —Dije mientras estrechaba una de sus manos entre las mías. Estába llorando a lágrima viva, y ni siquiera me importaba la cara que ponían las enfermeras al entrar, sólo me importaba él.
El médico no se había ido en ningún momento, es más, hizo como que no escuchó nada de lo que le dije a mi novio. Agradecía aquello, había sido un gesto muy lindo, implica respeto y consideración.
—¿No se supone que ya debería haber despertado? —Pregunto mirandolo mientras me seco las lágrimas. Otra semana más y aún continuaba en el mismo estádo, ya casi estamos a punto de pasar el mes... Y cada vez me preocupa más la situación.
—Sí, se supone... Pero eso puede variar, el accidente fue demasiado para su cuerpo, el solo hecho de que haya salido vivo y se encuentre en éste estado, es total y completamente milagroso. Sinceramente, cuando lo ví ingresar en aquella camilla, lleno de sangre, inconsciente y con múltiples heridas, no le daba ni dos horas de vida. —Explicó el médico mientras revisaba que todo estuviera bajo control en aquella máquina que lo ayudaba a respirar.
—¿Eso significa que no va a despertar? ¿Va a entrar en coma? Va casi un mes sin despertar... —Inquirí, llenando de preguntas al pobre hombre, seguro que ya lo había agotado lo suficiente.
—Tranquila, no va a entrar en coma, probablemente, si seguís hablandole así, despierte lo más pronto posible. —Sonrió y se retiró del lugar.
Aquellas palabras me habían llenado el alma de esperanza y fé, luego lo ví ahí, tan indefenso, carente de colores en su rostro, hecho una masa que casi comenzaba a ser un vegetal.
Había comenzado a llorar nuevamente y sabia que no pararía en un buen rato.
Estába hecha pedazos, los medios no paraban de acosarme y mi familia ya no sabe que hacer para conseguir que brote una sonrisa de mis labios.Lo miré. Aún en aquel estado, seguía pareciendome el ser más atractivo del mundo. Le acaricié el cabello y comencé a imaginarme lo peor... El mundo sin él. Yo muriendo lentamente porque ÉL es mi MUNDO.
Sollocé y me aferré un poco más a su mano.
De pronto, abrí los ojos como platos ante la sorpresa. Había sentido un apretón. ¿O quizás lo había imaginado? No, imposible. Se que las cicunstancias están volviendome loca, pero tampoco es para tanto.Me limpié las lágrimas y le apreté la mano nuevamente, pasaban los minutos y yo continuaba esperando una respuesta. Bajé la mirada, ocultando mi cara en el borde de la camilla, pensando y hundiéndome un poco más en la depresión que comenzaba a trepar por mis entrañas.
—Te devolvería el apretón, pero ya no tengo fuerzas... —Dejé de llorar y levanté la mirada. Abrí los ojos tanto como se me fue posible.
Ahí estába, abría los ojos lentamente y fruncía el ceño como si su vida dependiera de ello, hacía muecas de dolor e intentaba moverse.
—No... No te muevas... —Dije con la poca voz que me quedaba. No lo podía creer. ¿Esto es un sueño? Quiero pellizcarme y comprobarlo, pero de pronto, me convertí en una estatua y no puedo moverme debido a la impresión.
Me miró y por primera vez no supe descifrar lo que su mriada quería decirme. Sentí ganas de llorar, ganas de reir, ganas de abrazarlo, ganas de todo. No podía conmigo misma.
—Mi amor, sacame de acá. Odio los hospitales. —Dijo en un susurro, mientras amagaba con levantarse.
—No puedo... Estás hecho pedazos, literalmente. —Pronuncié mientras posaba una de mis manos en su pecho, evitando que se mueva.
Lanzó una sonrisa adolorida, sinceramente, yo no le veía la gracia, pero estába disfrutando su sonrisa. Era un regalo de Dios y era sólo para mi.
—Pero valió la pena... —Contestó mientras tomaba una de mis manos y la llevaba hasta sus labios, para luego depositar un beso en ella.
—No, no lo hizo. —Negué con la cabeza, no podía estar hablando en serio, debía ser una broma, no hay forma.
—Sí. Mi objetivo era salvarte, y acá estás; viva. —Podía medir el nivel de sinceridad en sus palabras, y era bastante alto, tanto, que me asustó.
—Lo estoy, pero a costa tuya y de otra persona. —Bajé la mirada y comencé a tensarme.
—¿Qué otra persona? —Preguntó frunciendo el ceño mientras me levantaba la cara.
—Un bebé... Nuestro bebé...
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Sacrificios [Guido Sardelli] [Sin editar] ©
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