Narra Solange:
El tiempo pasaba... Y durante todo ese tiempo transcurrido habíamos aprendido a respetarnos el uno al otro como pareja, a tomar decisiones juntos y a medir cada paso a dar. Aprendimos a amarnos sin límites y a dejar de lado las cosas malas para poder disfrutar de todos esos buenos momentos compartidos que nos llenaban el alma y nos hacían sentir orgullos de estar en este mundo para poder vivirlos.
Nuestros departamentos eran nuestro pequeño mundo, en el cuál podíamos amarnos y pasar días enteros dejando lo mejor de nosotros en aquellas cuatro paredes, sin temer que al otro día una foto nuestra aparezca en la portada de las revistas más leídas de la nación.
Llevamos algunos meses juntos, y debo admitir, que han sido los mejores meses de mi vida; no son muchos, pero son los suficientes como para estar segura de lo mucho que lo amo y de cuanto anhelo que continúe ocupando éste lugar tan especial, que ocupa hoy en día en mi vida.
Siendo honesta, no sé como pude sobrevivir sin él durante tanto tiempo...
Conocí a su familia. Al principio no quería hacerlo, sentía auténtico pánico de sólo pensarlo... Estar ante la presencia de la familia Sardelli completa... No, me negaba rotundamente.
Luego de unas cuantas visitas me dí cuenta de que todo ese tiempo que había pasado temiéndoles, había sido una completa estúpida. Con el tiempo, me hicieron sentir como en casa, me adoptaron como la nueva integrante de la familia y me dieron todo el amor que se le puede ofrecer a una persona que está metida en mis zapatos.
De hecho, más que recibir el amor de esa familia, recibí cosas que nunca antes había recibido por parte de gente desconocida para mi.
Siempre que me ponía a pensar profundamente en la sana relación que conllevo día a día con Guido, también recuerdo la relación que entablé con su familia, especialmente con su madre...
" Un Domingo, fui invitada a almorzar con su familia, por supuesto que acepté. Estába asustada. El plan era que los hermanos Sardelli hicieran el "asado" -comida típica en Argentina- mientras que Alicia y yo cocinábamos el resto de las cosas que, más tarde, serviríamos en la mesa. El padre de familia, se encontraba viendo fútbol en el living y nadie tenía intenciones de molestarlo.
Alicia y yo estábamos en la cocina picando algunos vegetales y hablando sobre temas irrelevantes, hasta que decidió por su propia cuenta ir a lo serio. Me hubiese gustado que no lo hiciera...
—Desde que mi hijo está con vos, cambió... —Pronunció con claridad, mientras me miraba fijamente. Ahora sí que volví a tener miedo...
—¿Para bien o para mal?
—Para bien, para bien... De hecho, para mejor, si es que me permitís decir eso.
—¿Porqué dice eso? ¿En qué cambió? —El miedo se había transformado en curiosidad y sabía de antemano que no estába yendo por un buen camino, lo presentía.
—Seguramente no lo sabés, pero antes, Guido se deprimía muy fácilmente... Bueno, si lo ves desde mi perspectiva, es una estúpidez, pero para él era estar a la deriva, quizás significaba hasta estar dispuesto a bajarse del caballo. —Bien, no entendía nada...
—¿Era depresivo? Nunca me dijo nada...
—Lo era, sí. Gracias a Dios, ya no. Nunca esperes que él te cuente esto por su propia cuenta, hace un tiempo decidió dejar esa época atrás y hacer como si nada pasó. Le costó horrores, pero ya está de nuevo sobre la marcha y sólo ha sido por vos, él mismo me lo ha dicho.
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Sacrificios [Guido Sardelli] [Sin editar] ©
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