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Uno de los últimos días de nuestro viaje, decidimos pasarlo en un lugar que nos llamaba bastante la atención por sus leyendas e historia. Fuimos a Xochimilco, para ser más específicos, a la isla de las muñecas.

Habíamos escuchado muchas cosas sobre esa isla. Y ya sea que estaba embrujada o no, nos interesaba explorarla.

Tuvimos que convencer a Lino, pero al final éste aceptó con mala gana, yo iba super emocionado y Gona... pues... con un dolor casi insoportable al caminar, y no quiero dar detalles del porqué.

Caminamos por los alrededores, mirando cada detalle de todas las muñecas que se encontraban atadas en los árboles e incluso en la pequeña casa donde se dice inició todo.

Los tres nos estábamos divirtiendo en cierta forma, o al menos eso creía hasta que Lino empezó de nuevo con sus jugadas...

--¿No te da miedo este lugar? --me preguntó en cuanto se quedó atrás conmigo, mientras que Gona seguía caminando bastante adelante. Yo me había distraído viendo las cosas más tiempo de lo necesario.

--¿A ti sí? --le pregunté con tono burlón.

--Son sólo juguetes de niñas, es ridículo que me asusten.

--¿Ahora te crees muy hombre?

--Lo soy, a diferencia de ti --dijo en broma, y ambos reímos. Era extraño llevarse bien con él, pero se sentía genial saber que podíamos lograr no pelear las 24 horas del día.

--Andrés... Dime. ¿En verdad quieres a Gona? --preguntó repentinamente, después de dar un suspiro.

--Sabes que sí --respondí sospechoso.

--Y él te ama. ¿No es así? --miró hacia las copas de los árboles, bastante pensativo.

--Al menos eso quiero pensar --dije sonriendo.

--Me podrás llamar débil, pero esto en serio me duele --dijo colocándose una mano en el pecho-- Y sé que prometí no volver a meterme en su relación, pero...

Lino detuvo su andar, y yo por alguna razón hice lo mismo esperando con curiosidad lo que quería decir.

--¿Qué fue lo que hice mal? --preguntó casi en un susurro.

No quería responder, o mejor dicho, no sabía que decirle. Era un momento incómodo, y no me gustaba ver sufrir a nadie de esa manera, pero después de todo era por mi novio por quien lloraba. ¿Podría hacer algo sin que me perjudicara a mí?

--Lino... Ya detente con esto, por favor --pedí con amabilidad.

--¿Por qué te quiere a ti más que a mí? --levantó la mirada y nuestros ojos se cruzaron. Joder, eso cada vez era más incómodo-- ¡Yo veía sus videos, se odiaban!

--Tal vez, pero las cosas cambian.

--¡No me digas que puedes amarlo después de como se trataban! --gritó con furia.

Era cierto... ¿Cómo podía asegurar que amaba a Gona, si en el pasado hubo momentos que incluso quería matarlo por culpa del odio?

--Yo... Es que Gona...

--¡Nada, callate, no sabes ni que decir para defenderte! --apretó los puños con furia. ¿Planeaba golpearme?

Bajé la mirada y me mantuve en silencio. ¿Qué estaba haciendo? ¡Debía defender mi punto! Pero por alguna razón, el enojo no era una opción en ese momento.

¿Me Quieres? {Gonexo} Finalizada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora