En el reino de Yaräin, semanas atrás...
FAYE.
Contuve un grito de desesperación cuando leí hasta la última palabra de la última página de aquél dichoso y viejo libro, descartándolo junto a otros cientos de libros, sin haber encontrado nada todavía. Durante meses, me había encerrado en la biblioteca con la única meta de encontrar una solución para todos los males que acarreaba mi madre, pero no había encontrado nada. Todavía.
No pensaba rendirme ni aunque tuviera que pasar el resto de su eterna vida encerrada en aquella enorme biblioteca, buscando una respuesta.
Alzando la cabeza, sentí pequeños calambres recorriendo mi espalda y mis hombros, y suspiré con cansancio mientras me frotaba los ojos. Las enormes estanterías se extendían delante de mí, y por un momento creí que se burlaban, susurrándome que el tiempo se acababa y la muerte acechaba cada vez más a mi reina.
Con un mueca dolorosa, apoyé la cabeza en el nuevo libro que acababa de coger y sentí como mis ojos se humedecían cuando un pensamiento fugaz y horripilante cruzaba mi mente: si no encontraba una forma de salvarla, moriría, y yo me quedaría sola al perder a la única persona que me importaba. A pesar de que al inicio de mi búsqueda había tenido esperanza y una gran emoción, sabía que con cada segundo que pasaba, estas sensaciones se apagaban. La desesperación aumentaba, y a pesar de que intentaba animarme a mí misma diciéndome que estaba más cerca que nunca, sabía que solo eran esperanzas vanas. Desde el principio había estado buscando a oscuras, sin saber qué buscaba, sin saber si realmente había una solución.
–Faye –aquella suave y melodiosa voz me sacó de mis pensamientos. Alzando la cabeza rápidamente, miré a la preciosa hada que estaba delante de mí, con su rubia cabellera recogida en una elaborada trenza que caía hasta su cadera y con sus verdes ojos refulgiendo detrás de aquellas pequeñas gafas–. Te he traído algunos más.
De pronto, la hada chasqueó los dedos, y tuve que contener un grito de dolor cuando veinte libros más cayeron sobre la mesa. Un sonido de desesperación se atascó en mi garganta.
–Gracias, Fiwa –le dije con mi voz llena de sarcasmo. Su sonrisa aumentó cuando le señalé todos los libros que todavía no había leído–. Justo acababa de terminar los cincuenta libros que me has traído esta mañana.
Su sonrisa aumentó ante mi sarcasmo y ella negó con la cabeza, empujando sus gafas sobre el delicado puente de su nariz.
–Estos libros serán mucho más interesantes que los que me pediste, princesa–los ojos de la hada brillaron con emoción, como si no notara lo cansada que estaba de leer y de lo mucho que quería salir de aquellas paredes–. Hablan sobre nuestra historia, ¿sabes? ¡Seguro que te encantarán!
Fruncí el ceño mientras su mirada brilló todavía más, llena de conocimiento y de poder. Después de mi madre, Fiwa era el hada más poderosa del reino, ya que había pasado toda su eternidad guardando y leyendo los secretos de nuestra raza y de todas las demás... Las que seguían vivas, y las extintas.
Sin embargo, tuve que morderme la lengua para no decirle que no tenía tiempo para aprender sobre nuestra historia, ya que necesitaba encontrar la forma de sanar a mi madre. Después de todo, no había estado meses leyendo libros sobre curaciones, hechizos y rituales para nada.
–Fiwa, te agradezco de verdad que...
–Toma, lee este –interrumpiéndome, chasqueó los dedos y el libro que tenía delante de mí despareció, siendo reemplazado por uno mucho más antiguo. Tragué saliva y miré temerosa las hojas del libro parecía tan viejas y delicadas como las alas de una mariposa. ¿Cuántos siglos tenía? En la primera página, escrito con una tinta parecida a la sangre, solo se leía una palabra: Narovoa. Mi corazón se aceleró cuando intenté recordar el por qué me sonaba tan familiar ese nombre–. Estoy segura de que te parecerá muy interesante.
Yo no pude decir nada mientras la hada se giraba y se marchaba a paso ligero, como si danzara. Frunciendo el ceño, me esperé hasta que desapareció entre las altas estanterías para intentar cambiar de nuevo el libro por el que estaba a punto de empezar antes. Sin embargo, cuando intenté cerrarlo con el mayor cuidado posible, una pequeña página se desprendió, cayendo al suelo, y mi corazón se paralizó.
<<Fiwa me va a matar. Me va a cortar en pedazos>> Pensé aterrada mientras me agachaba y cogía la hoja, la cual no pude evitar ojear.
De pronto, mi respiración se atascó cuando vi el dibujo de una preciosa flor cristalizada, y recordé todas las historias que mi madre me contó de pequeña sobre la poderosa flor de Ryenna, la primera Reina. La primera hada.
Sin poder evitarlo, grité de emoción y guardé la página dentro del viejo libro, abrazándolo como si fuera lo más preciado de mi existencia. Con una enorme sonrisa, salí corriendo por las puertas de la biblioteca mientras escuchaba la melodiosa risa de Fiwa, la cual estaba sentada en una mesa cercana a la salida.
–¡Lo he encontrado, Fiwa! ¡Lo he encontrado! ¡Mi madre va a salvarse!
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FAYE || LB#4 ||
VampireCuarta historia de LOBO BLANCO, espero que la disfruten. Todos los derechos reservados, no se admiten copias o adaptaciones de ningún tipo. Gracias. Después de cuatro siglos de vacía existencia, Raoul creía que lo había visto todo. Con el paso de l...