[9] Amazonas.

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¡Hola chicas! En multimedia os dejo algo parecido de lo que tenía en mente sobre las alas de Faye. Son de ese tamaño, rojizas y ocupan desde sus hombros hasta las caderas. ¡Espero que os guste! ^^

FAYE.

En cuanto pisé aquella tierra húmeda, supe que jamás había estado en un lugar tan poderoso y antiguo como este. Mi corazón se aceleró mientras apretaba la mano de Raoul, sin querer soltarla a pesar de que habíamos salido por fin de aquel enorme árbol, el cual parecía rozar el cielo con sus ramas. 

Desplazando mi mirada por todo lo que nos rodeaba, noté como la energía retumbaba a mi alrededor, como si me diese la bienvenida. Mirara donde mirara, miles de árboles competían por espacio y brillantes aves revoloteaban sin control de rama en rama, haciendo parecer que el follaje estaba todavía más vivo con el movimiento. Una enorme sonrisa surcó mis labios, emocionada por haber podido presenciar esta belleza, y lamentándome por el hecho de que mi raza tuvo que abandonar lugares como este. 

A pesar de que Yärain era un lugar precioso y único, sabía que tendrían que pasar miles de años para que la presencia de aquellos bosques retumbara con la fuerza de esta grandiosa selva.

–Es increíble–esta vez, me tocó a mí admirar aquel lugar, aunque no me importó admitirlo. Para mí, este bosque era el trozo del alma más antiguo del mundo, y merecía cada palabra de asombro que se me ocurriera–. A pesar de que he oído miles de veces hablar de este lugar, jamás pensé que podría ser así. ¿No lo notas? Es como si cada partícula de esta selva hablara.

Raoul me miró fijamente y en silencio mientras me veía observarlo todo.

–En mi opinión, pienso que te está dando la bienvenida. Después de todo, tu raza pertenecía a este lugar. Es tu hogar, y tanto tu cuerpo como la selva lo sabe–una sonrisa surcó sus labios cuando mis mejillas se colorearon al no entender a qué se refería con lo de mi cuerpo–. Pareces brillar, Faye. Tus ojos se asemejan al color del follaje, y tu piel se ha oscurecido varios tonos, al igual que tu pelo. Ahora, te camuflas mucho mejor con el entorno, ¿sabes? Pareces una... amazona.

Asombrada, miré las puntas de mi cabello, que ahora parecía del color del vino, y el tono de mi piel, que había pasado desde un tono blanquecino al color del caramelo. Mi corazón se aceleró cuando entendí a qué se debía toda la energía que retumbaba a mi alrededor, y me eché a reír.

  –¡Wow!–exclamé, encantada de que este lugar me reconociera como parte suya– ¿No es genial? Siempre quise ponerme morena.

Raoul se echó a reír y negó con la cabeza, mientras me soltaba para que pudiese admirarme con mejor claridad.

  –Solo te faltan las alas y el vestido vaporoso, y los humanos habrán descrito a las hadas a la perfección–su burla causó que mi sonrisa flaqueara, pues con la mínima mención de ello, recordé el profundo y oscuro tatuaje que se había extendido por mi espalda. Todavía no había podido encontrar el significado de ello, pero no estaba seguro de que quisiera. Sin poder decir nada, pues sería una mentira, simplemente me eché a reír y le lancé una mirada irritada, intentando disimular los latidos acelerados de mi corazón.

  –¡Bueno!–dije, intentando disimular mi nerviosismo– ¿Comenzamos con la búsqueda? 

Raoul me miró con una ceja alzada y miró hacia todas las direcciones.

–No sé si te has percatado de ello, pero estamos en la selva más grande del mundo–su tono burlón me irritó, a pesar de que sabía que lo estaba haciendo a propósito–. ¿Por dónde vamos a empezar?

Murmurando palabras poco alentadoras sobre su persona, escuché como se reía entre dientes mientras me agachaba y rebuscaba entre mi bolsa, encontrando el pequeño y desgastado libro. Sentándome sobre la tierra e ignorándole completamente, empecé a leer rápidamente, intentando encontrar las páginas que hablaban de aquella selva.

Durante varios minutos, tuve que pelear por concentrarme en lo que estaba leyendo, pues a pesar de que sabía que teníamos el tiempo contado, no podía evitar mirar hacia cada sonido, cada movimiento, cada rayo de luz que bailaba entre nosotros. Aquel lugar era magnífico, y quería aprovechar cada segundo de ello. Agitando la cabeza, me obligué a pasar rápidamente las páginas, hasta que encontré lo que buscaba.

–Aquí está–susurré, mientras leía la forma de llegar hasta el lugar más recóndito de la selva. Una sonrisa se extendió por mis labios cuando miré hacia Raoul, quien me observaba con una ceja alzada y una media sonrisa–. Ya sé como llegar.

* * * * * * * * * 

RAOUL. 

Contuve una maldición cuando vi como Faye desaparecía entre los árboles, de nuevo. A pesar de que la hada estaba disminuyendo el paso para que pudiera alcanzarla, parecía imposible. Después de la primera hora, me había dado cuenta de que la selva parecía transformarse para ella, dejándola pasar, aceptándola como parte de ella. No importaba que el camino que ella cogiera fuera imposible de atravesar, el follaje parecía cambiar para que la voluntad de Faye se cumpliera... Lo que no ocurría conmigo. 

Conteniendo un gruñido irritado, alcé la mirada hacia el enorme árbol que la hada pelirroja había traspasado, y por unos momentos sentí la necesidad de estrangularla, pues estaba seguro de que estaba haciendo todo esto para exasperarme.

Cuando Faye apareció sentada en una de las ramas más altas del árbol, con un enorme y colorido ave apoyado en uno de sus brazos, y con una gran sonrisa dibujada en sus labios, supe que había tenido razón. Sin embargo, la condenada estaba tan bonita rodeada por aquella energía, que no podía sentir nada más que admiración por ella. Con una mueca medio divertida medio irritada, me crucé de brazos y ladeé la cabeza, aprovechando el momento en el que ella apartó sus ojos de mí, para subir rápidamente al árbol, sentándome a su lado.

–¡Raoul! –se sobresaltó ella, haciendo que el enorme loro se alejara de ambos, asustado. Frunciendo el ceño, me miró con una mueca irritada– ¿Cómo demonios has hecho eso?

Sonreí y me encogí de hombros, notando a la perfección lo cerca que estábamos el uno del otro.

  –No eres la única que tiene sus trucos, ¿sabes? 

Ella bufó, poniéndose en pie sobre la enorme rama y alejándose de mí. Sin embargo, todavía podía oír el latido acelerado de su corazón.

–Queda poco para llegar, por suerte los portales siempre suelen estar cerca de los lugares donde nos asentamos. Es una buena forma de comunicarnos entre nosotras, ¿sabes?–su tono nervioso trajo una sonrisa a mis labios, a pesar de que yo sentía el mismo nerviosismo que ella.

Aprovechando que estaba distraída, paseé mi mirada por toda ella y descubrí lo mucho que me gustaba el cambio que le había provocado este lugar. A pesar de que antes también era preciosa, brillaba de una forma distinta, como si fuera un diamante con un gran poder en su interior. Ahora, el diamante parecía haberse agrietado, dejando que la luz saliera por cada poro de su cuerpo. 

Moviendo su mirada hacia la mía, mi corazón se saltó varios latidos al ver el color esmeralda de sus ojos. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

–¿Has descansado ya, rubio?–preguntó ella, nerviosa y divertida por mi escrutinio.

  –Cuando quieras, amazona–sus mejillas se colorearon y mi sonrisa aumentó cuando puso los ojos en blanco–. Muéstrame tu hogar. 



FAYE || LB#4 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora