RAOUL.
El día había pasado rápidamente mientras salíamos a las afueras de la cuidad, tras asegurarnos que la mayor parte de las humanas implicadas en la batalla de la mansión habían conseguido escapar con vida. Habíamos conseguido ponernos en contacto con Elissa, que había decidido marcharse de la cuidad esa misma noche, cuando la batalla en la mansión terminó y la energía cedida por Faye se había eliminado de su cuerpo.
Eso había ocurrido tres horas atrás, y ahora, reunidos a las afueras de la cuidad, observé al poderoso grupo que había venido en nuestra ayuda.
Los jóvenes sucesores que había conocido tiempo atrás en el Internado, hoy en día eran poderosos alfas que habían venido a mantener la paz. Diana y Rick, Amalia y Jake, Samuel y Andrea y Damon y Rebecca se mantenían juntos, como habían estado desde hacía dos décadas, fuertes e implacables. Al lado de la pareja reinante se encontraba Tobías, que mantenía cogida de la mano a mi joven y poderosa sobrina. Con aquella extraña mirada que demostraba que vampiros y lobos podían unirse, Lucy me lanzó una pequeña sonrisa apenada antes de volver a fijar su mirada en Faye.
Escuché en silencio como mi preciosa hada les explicaba la verdadera razón de su llegada a este plano, con los ojos perpetuamente negros por la ira y las mejillas manchadas por las lágrimas. Su voz, sin embargo, sonaba serena mientras contaba la repentina enfermedad de su madre, que había causado que todo su mundo se tambaleara.
–Yaräin fue creado para nosotras como un refugio y santuario para la naturaleza que aquí destruís, pero se nutre del poder de mi madre. Sin su energía, todo lo que creamos allí, todo lo que protegemos, morirá con ella –La voz de Faye se quebró levemente, pero fue tan sutil que estuve seguro de que solamente lo noté yo. Sin poder controlar el impulso de apoyarle, me acerqué a ella y posé una mano en la parte baja de su espalda; al instante, ella pareció recuperar algo de serenidad y alzó la barbilla orgullosa. En ese momento, sin embargo, pude notar como la sorpresa brillaba en más de una mirada–. Por eso mi... hermana y yo decidimos venir aquí, a recuperar una poderosa flor que contiene un gran poder, capaz de sanar a mi madre y devolver la normalidad a mi hogar.
El silencio se hizo aún más pesado cuando Faye nombró a Tharra, quien había muerto y cuyo cuerpo había sido cubierto en el bosque horas atrás. Thomas había protegido el cuerpo durante horas, en lo profundo del bosque, antes de que Faye y yo llegáramos al lugar donde le había pedido encontrarnos.
Faye había llorado amargamente sobre el cuerpo de su hermana; su dolor había destrozado mi alma en mil pedazos, pero sabía que no podía hacer nada por ella, salvo desear que allá donde estuviera, descansara en paz.
Thomas y yo nos habíamos alejado lo suficiente como para darle intimidad, pero manteniendo un perímetro seguro donde nadie pudiera atacarla, mientras Faye desnudaba el cuerpo malherido de su hermana y lo preparaba para el último adiós.
Después de una larga despedida, Faye había utilizado su poder para cubrir el cuerpo con numerosas ramas, de las cuales nacieron hermosas flores blancas, y a pesar de la distancia que había, mi piel se erizó cuando escuché sus últimas palabras.
–De la tierra nacemos y en la tierra morimos, pues así ha sido y será por siempre –la voz de Faye había sonado ronca, profunda como la tierra. El bosque se había silenciado entonces, mientras ella pronunciaba aquellas palabras de despedida, como si los árboles y la fauna recordaran aquel poderoso idioma–. Que tu alma regrese pronto a casa y encuentres la paz que no has podido encontrar aquí, hermana.
Apretando los dientes para intentar centrarme en el presente, le di un beso en la sien mientras ella se aclaraba la garganta. Lanzándome una rápida mirada de agradecimiento, volvió a clavar su oscura mirada en mi sobrino, que acababa de hablar.
–¿Por qué no nos dijiste la verdad? Podríamos haber ayudado desde el principio.
Entrecerré los ojos mientras miraba a mi sobrino con ganas de estrangularle. Rebecca, a su lado, le miró igual.
–Mi madre nos advirtió de vuestra continua ansia de poder. No confiaba en que no hubieseis querido quedaros con la flor de Narovoa para vosotros –Faye miró a todos y cada uno de los presentes–. La última vez que mi madre estuvo aquí, os estabais peleando por un trozo de tierra que conquistar, a pesar de que la tierra jamás tendrá dueño, ¿Qué no haríais por algo que es capaz de salvar una vida?
Los Alfas se miraron unos a otros con algo de arrepentimiento. A pesar de que habían pasado largos años desde las luchas entre Manadas y Vampiros, todavía quedaban grandes secuelas de las guerras vividas.
–La pelirroja tiene razón –dijo entonces Jake, mirando a sus compañeros Alfas con una mueca molesta–. Si hubiésemos sabido el poder que contenía esa flor, habríamos buscado la forma de controlarlo. Es parte de nuestra naturaleza... No nos gusta compartir, por muchos tratados de Paz que firmemos.
–Da igual lo que haya pasado entonces o no –interrumpió Diana a Jake, lanzándole una mirada acerada que habría provocado una lucha con cualquier otro Alfa. Sin embargo, la amistad entre aquellos dos era tan profunda que una simple mirada sirvió para dejarlo claro–. Lo importante es que no tenemos en posesión la flor, que hay un renegado que ya era poderoso que ha arrebatado el poder a una hada, y que estará buscando venganza por lo que ocurrió años atrás. ¿Cómo vamos a impedirlo?
–Seguimos siendo demasiado poderosos juntos, por mucho poder que haya arrebatado, no será capaz de vencernos –la voz de Amalia sonó dulce, clara como el viento pero decidida.
Faye negó entonces.
–Con la sangre de mi hermana en sus venas, será capaz de absorber el poder de la flor, pues solo se abre ante una de nosotras... Sin embargo, el proceso será largo y doloroso para él, pues su alma no es la indicada para portarlo –Los ojos negros de Faye se dirigieron a mí–. Si consigue abrir la flor, su poder será inmensurable. No habrá nadie capaz de pararlo.
Se escuchó entonces una maldición. Todos los ojos se clavaron en los oscuros ojos de un vampiro que no superaba el siglo de edad.
–¿De cuánto tiempo disponemos, entonces? –Preguntó Tobías, abrazando a su Compañera por la espalda.
–Seis horas, quizá siete.
–Bueno –dijo entonces Rick, sonriendo de una forma lobuna a su Compañera– ¿A qué estamos esperando, entonces?
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FAYE || LB#4 ||
VampireCuarta historia de LOBO BLANCO, espero que la disfruten. Todos los derechos reservados, no se admiten copias o adaptaciones de ningún tipo. Gracias. Después de cuatro siglos de vacía existencia, Raoul creía que lo había visto todo. Con el paso de l...