[23] Prisionera.

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Me desperté entre temblores, con la frialdad de la roca atravesando mi piel y haciéndome encoger aún más en la esquina de la pequeña y sucia celda. Las paredes y el suelo estaban manchados de suciedad y sangre. Mi sangre.

Mis ojos, hinchados por las lágrimas que me había negado a derramar delante de mis torturadores, volvieron a humedecerse al sentir como el dolor recorría cada pequeña parte de mi cuerpo.

A pesar de la penumbra en la que estaba envuelta, mis ojos eran capaz de atravesar la oscuridad, aunque deseaba no poder hacerlo: de esa forma al menos no podría ver mi piel amoratada, de un color azul violáceo, gris y verde, ni la sangre seca que manchaba mis piernas, brazos y rostro, producida por los cortes que esos sádicos habían hecho sobre mi piel, con la intención de que les diera lo único que jamás le daría: la verdad.

El tormento al que me estaban sometiendo era un infierno al que, a pesar de que no quería perder la esperanza, sabía que era muy probable que no sobreviviera. Había pasado toda mi vida deseando poder volver a nuestra dimensión, a nuestro verdadero hogar, pero ahora maldecía cada una de las noches en las que le había suplicado a mi madre que nos dejara volver. Cuánto deseaba no haber pisado jamás esta tierra maldita.

Las lágrimas se derramaron sin control por mis mejillas, haciendo escocer las heridas que tenía repartidas por mi rostro hinchado. Inclinándome sobre mí misma e intentando ignorar el dolor que me recorría hasta al respirar, escondí mi rostro entre mis pálidas rodillas y deseé que mi cuerpo sucumbiera por fin a esta tortura.

Sabía que habían pasado días desde mi encierro, interminables días de tortura y abuso. Pasándome una nudosa mano por la cabeza, casi rompí en llanto al notar los trasquilones. Aquellas bestias habían cortado mi pelo de manera irregular como una muestra de humillación más, demostrándome que no tenía poder y que podrían hacer lo que quisieran conmigo... Finalmente, lo había averiguado de la peor forma. Mi estómago se revolvió y un estremecimiento involuntario recorrió mi cuerpo.

Sin embargo, jamás conseguirían de mí lo que buscaban: mi colaboración... Mi poder. Habían intentado hacerme hablar a base de golpes, pero no lo habían conseguido,  y a pesar de que deseaba que jamás lo consiguieran, no era estúpida: no sabía cuanto tiempo podría aguantar esto. Por eso, alcé la cabeza hacia la oscuridad del techo y supliqué en el idioma con el que había nacido, La Lengua Antigua, que mi cuerpo sucumbiera antes de ello... Porque sino, las consecuencias serían catastróficas.

Un trozo de mi orgullo se agrietó ante las cobardes palabras que salieron de mi boca. Sabía que, si hubiese sido mi hermana Faye, o mi propia madre, habrían conseguido escapar mucho tiempo atrás... Pero yo no era como ellas, no era tan fuerte, ni tan valiente... Ni tan poderosa. 

Mi corazón se apretó al recordar el rostro de mi hermana, con su largo cabello rojo y sus grandes ojos verdes. Cerrando los ojos con fuerza, apoyé la sien contra la fría piedra de la pared en un intento de olvidar por un momento el dolor, y deseé  poder comunicarme con ella... De suplicarle que me salvara, que viniera a por mí como siempre había hecho cuando me había metido en problemas... Pero al final, mis súplicas no se habían hecho realidad.

Ni lo harían.

Un corto gemido de dolor se escapó de mi garganta, mis ojos llenándose de lágrimas de nuevo. Los primeros días, a pesar del dolor, había soñado con mi hermana acudiendo a mi rescate, sacándome de esta oscura celda y llevándome a casa donde me recuperaría de la tortura... Ahora, cada vez que cerraba los ojos, lo único que podía imaginar eran aquellas horribles armas de tortura que habían usado en mi cuerpo.

Que tonta había sido... Pero qué pronto se acabaría todo.

Lo notaba, lo sabía.

Aunque tuviera el poder y la sabiduría necesaria para ayudarles a abrir la flor de Narovoa, me  negaba a dejar que me utilizaran para su propio beneficio, que me utilizaran para revivir a un monstruo... Antes moriría. Repetí mi súplica una vez más.

Y, si seguía mucho tiempo encerrada entre aquellas piedras, lo haría. Sin embargo, aquellos monstruos no sabían que la vida de su prisionera se escapaba cada vez más rápido de entre sus manos. Aunque procuraban no herirme lo suficiente como para que el daño fuese mortal, había decidido entregar mi vida por un bien mayor.

Sin poder contener más el llanto, repetí una vez más la oscura súplica, y dejé que mi cuerpo sucumbiera una vez más en un sueño plagado de pesadillas sobre sangre, tortura y lágrimas.

* * * * * * 

RAOUL.

–Estás siendo irracional –le gruñí, agarrándola de la parte superior del brazo para impedirle, por tercera vez, abandonar el piso al que habíamos vuelto para trazar un plan.

Después de la información dada por Samuel, el cual nos dijo que Alexey era un gran partícipe de las fiestas de Sangre –unas horrendas fiestas en las que los renegados se reunían para disfrutar del placer de la sangre corrupta y de los venenos humanos que conseguían llevarlos a una especie de éxtasis, y las cuales celebraba semanalmente en su mansión–, habíamos aceptado la idea principal de Samuel de introducirnos en una de ellas.

Sin embargo, habían varios inconvenientes que debíamos solucionar antes de todo... Y uno de ellos era que la testaruda hada no estaba poniendo de su parte.

–Mi hermana pequeña está encerrada en una celda mientras tú pretendes esperar tres días a que se celebre una sádica fiesta –los ojos verdes del hada se transformaron rápidamente en dos oscuros pozos llenos de poder. Sin poder evitarlo, le mostré los colmillos en respuesta a su mirada amenazante, mis ojos se oscurecieron también–. No pienso esperar tanto tiempo sabiendo que está siendo torturada.

Soltándola, la miré con una ceja alzada.

–¿Y qué vas a hacer, entonces? –mis palabras fueron rápidas, frías y crueles. Sin embargo, el temor a que quisiera lanzarse de cabeza en el plan suicida que había ideado, me atravesaba el alma– ¿Atravesar un ejército de renegados, a los cuales no puedes controlar como a marionetas a tu antojo, y morir en el intento, o peor, ser capturada también? Sí, estoy seguro de que tu hermana agradecerá tenerte apresada junto a ella. Muy útil.

La mirada de Faye volvió lentamente a su color original. Los ojos del color del jade brillaron por las lágrimas contenidas y su labio inferior tembló.

–Lleva días encerrada –susurró ella entonces, agachando la cabeza–. La han capturado por mi culpa, porque no la acompañé hasta el portal cuando era mi deber... Ella está sufriendo porque fui lo suficientemente estúpida como para confiar en que esta maldita dimensión sería segura para ella –Sin poder evitarlo, me acerqué a ella y hundí mi mano en la sedosa melena roja que caía sobre su espalda, acercándola a mi cuerpo y dejando que se agarrara con fuerza a mí. Poco después, sentí como las lágrimas de mi Compañera humedecían mi camiseta, y quise arrancarle la cabeza a cada uno de los imbéciles que habían amenazado a su familia.

–Conseguiremos liberarla, hadita –le susurré tiempo después cuando sus lágrimas cesaron. Besándole la sien y dándole pequeños masajes en el cuello, haciendo que lentamente se relajara contra mí, tiré de ella para que pudiera mirarme a los ojos–. Pero debemos hacerlo bien. Debemos tenerlo todo planeado con precisión... Y cuando consigamos entrar y liberar a tu hermana, sostendré a Alexey para que puedas arrancarle el corazón.

–No –dijo ella, con determinación en la voz–. Cuando consigamos entrar y liberar a mi hermana, ambos sostendremos a Alexey para que sea ella quien cobre su venganza.

Sonriendo levemente ante el poder que se arremolinó entorno a ella, su furia concentrada en una única cosa, me incliné sobre ella y dejé un ligero beso sobre sus labios.

–Como desees.



FAYE || LB#4 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora