[5] Temblores.

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FAYE.

Me senté a la orilla del pequeño río, con la esperanza de calmar mi sed, a pesar de que algo en el fondo de mi mente me repetía una y otra vez que eso no iba a ser posible. Ya no. Un escalofrío recorrió mi columna cuando llené mis manos de aquella cristalina agua, pero no pude llevármela a los labios. 

Gemí con molestia cuando aquella extraña sensación volvió a inundarme, a pesar de que desapareció segundos después. Tenía el cuerpo alterado hasta tal punto en que no sabía qué demonios me ocurría. ¿Tan poderosa había sido aquella sangre? ¿Tanto había descolocado mi cuerpo por simplemente beber varias gotas?

Me mordí el labio con fuerza y negué con la cabeza, soltando el agua y reclinándome hacia atrás. El amanecer había llegado rápidamente al bosque, y aunque había pasado horas desde que nos habíamos despedido de los vampiros, todavía no podía alejar mis pensamientos de aquel lugar. Mi mente volvía una y otra vez hacia el aquel vampiro rubio, y no podía entender por qué. 

Un nuevo escalofrío me recorrió, esta vez más fuerte.

Cerré los ojos con fuerza y deseé gritar con frustración cuando una oscura mirada rojiza apareció en las profundidades de mi mente. Mi garganta ardió. Sedienta. Estaba sedienta... ¡Mierda!

¿Qué demonios significaba eso? 

  –Al final, tu plan ha salido a la perfección –la voz de Tharra me sacó de mis pensamientos, algo que interiormente agradecí. Si seguía pensando continuamente en él, iba a enloquecer. Ese extraño sentimiento estaba empezando a ponerme nerviosa, y no podía perder el tiempo, no cuando me quedaban exactamente veintisiete días para que el plazo acordado con mi madre terminara–. Los vampiros se lo han creído todo. ¡Podrás buscar la flor de Narovoa y salvar a madre! ¿No estás contenta?

El entusiasmo de mi hermana creó un vacío en mi estómago. A pesar de que había conseguido empezar mi búsqueda, acababa de poner una enorme responsabilidad sobre mis hombros. Si no encontraba la flor, mi madre moriría. Cerré los ojos con fuerza y negué con la cabeza. No. Eso no iba a pasar.

  –Todavía no la he encontrado, así que no. No estoy contenta –me puse de pie con un suspiro y la miré, observando como había intercambiado uno de los vaporosos vestidos de nuestra madre por una simple ropa humana, lo cual le daba la apariencia juvenil que le pertenecía–. Sigamos. En cuanto lleguemos al portal y vuelvas a casa sana y salva, regresaré en busca del vampiro. 

Una sonrisa pícara se extendió por sus labios en el mismo momento en el que nombré al vampiro rubio, y yo quise morderme la lengua. ¿Por qué demonios tenía que habérselo recordado? Gimoteé mentalmente.

  –Qué suerte tienes, hermana. Si hubiese sabido que iba a tener a un sexy rubio como acompañante en la búsqueda, me habría apuntado desde el principio... Incluso me habría dejado morder un par de veces –su voz sonó como un ronroneo, y yo puse los ojos en blanco mientras seguíamos caminando por el bosque con rapidez. Mentalmente me dije que no estaba irritada. Que no estaba celosa por imaginar a mi hermana con aquel idiota irrespetuoso. ¡Ni de broma!–. ¿Estás segura que no quieres que cambiemos los papeles? Tú puedes volver con madre y yo...

  –¡No! –espeté bruscamente, sintiendo como un ramalazo de energía recorría mi cuerpo. Tharra se echó a reír, con sus ojos verdes brillando con fuerza mientras miraba hacia el río, divertida por mi reacción–. No quiero... que te acerques... a él.

Mis últimas palabras salieron entre dientes, sintiéndome furiosa sin ningún motivo. De pronto, noté como mi garganta se apretaba y mis manos comenzaban a temblar. Su sonrisa se evaporó rápidamente cuando clavó sus ojos en los míos; al instante dio un paso hacia atrás.

FAYE || LB#4 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora