[1] El castillo.

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RAOUL.

Caminé por los amplios pasillos del castillo sintiéndome un extraño, como si el paso de los años lo hubiera cambiado todo. Sin poder evitarlo, recorrí mi mirada por cada rincón, intentando olvidar todo el tiempo que había pasado desde que aquella fortaleza se creó, intentando olvidar todo el dolor que aquellas paredes habían presenciado.

Todo había cambiado, transformándose en algo que no reconocía como mi hogar. Todas las personas que habían sido importantes en mi vida habían ido desapareciendo con el paso de los años, siendo víctimas de las guerras, el dolor y el propio tiempo. Mis padres. La única mujer a la que había amado. Mi joven sobrino. Mi hermano pequeño. 

Les había fallado a todos, a pesar de que me prometí que jamás dejaría que algo les ocurriera. Ahora, ellos estaban muertos, y yo tenía que cargar con el peso de la culpa, sabiendo que había sido demasiado débil como para protegerlos.

Suspiré y agité mi cabeza levemente mientras me paraba delante de la puerta del despacho en el que se encontraba la única familia que me quedaba. Inmóvil, recordé todas las veces que había entrado en aquel lugar para encontrarme con mi querido hermano, y sentí como un puñal se clavaba en mi corazón al saber que nunca volvería a verle, que Lucan había muerto de la pena y no había podido hacer nada para evitarlo.

Un escalofrío recorrió mi espalda y me obligué a apartar aquellos recuerdos de mi cabeza. Damon me había llamado porque necesitaba urgentemente mi ayuda, y yo no podía negársela. No a la única persona viva que quedaba de mi familia.

Sin llamar a la puerta pues sabía que él notaba mi presencia, la abrí y me preparé mentalmente para enfrentar a mi sobrino, el cual era una copia idéntica de su padre. Mi corazón se apretó por la pena cuando aquellos ojos rojos se clavaron en los míos y el dolor se extendió por las profundidades de su mirada. Tanto él como yo habíamos perdido a personas muy importantes en nuestra vida, y mi presencia solo hacía recordárselo; sin embargo, él seguía teniendo a dos personas que le mantenían a flote, mientras que yo sentía como cada vez me hundía más y más en la oscuridad, sin solución alguna. Y cuando la mirada de Damon se tiñó de lástima, supe que él también lo sabía. Resoplé.

–Raoul –su tono sonó grave, como si no hubiese estado preparado para verme–. Me alegro de verte bien, tío.

No pude contener una sonrisa irónica ante sus palabras, pero no dije nada mientras asentía levemente y miraba sin disimulo por todo el despacho.

–Todo sigue igual –me percaté. Todo continuaba tal y como Lucan lo había tenido, incluso el pequeño retrato de él junto a su Compañera de Vida y sus dos hijos. Mi pecho se apretó al ver al más pequeño de los dos, a Max, y tuve que apretar los dientes para no maldecir ante lo injusto que había sido la vida con él–. No has cambiado nada de lugar.

–No pude hacerlo –respondió sin más, apoyando los codos en el escritorio y suspirando, con el dolor gravado en su rostro–. Quería mantener todo lo que pudiera de mi familia.

–Comprendo –dije sin más, apartando la mirada del retrato y clavándola de nuevo en sus ojos–. Sin embargo, estoy seguro de que no me has llamado para una reunión familiar, ¿no? Dime para qué me has llamado.

Sus rasgos se volvieron más duros cuando un destello fugaz de dolor se encendió en su mirada. Mis palabras habían sido crueles, lo sabía, pero hacía mucho tiempo que había perdido la capacidad de empatizar con los demás. Simplemente quería terminar con lo que fuera que en lo que necesitaba mi ayuda, para poder largarme lo antes posible de allí. No soportaba los recuerdos, de la misma forma que no soportaba mirarle a la cara para recordar que ya no tenía nada.

–Las hadas han vuelto –dijo entre dientes, reclinándose en la silla que había ocupado su padre años atrás y atravesándome con la mirada–. No sé qué quieren, pero estoy seguro de que lo que nos han dicho no es la única razón por la que han vuelto.

Hice una mueca ante lo que me contaba. Levemente sorprendido, fruncí el ceño y me crucé de brazos mientras recordaba todo lo que sabía sobre las hadas, sobre su increíble habilidad para ocultar la verdad y sobre sus poderes.

–Supongo que la razón que os habrán dado para volver es que este es su reino, ¿verdad? –Damon me miró ligeramente sorprendido por haberlo adivinado y tuve que contenerme para no poner los ojos en blanco. Al parecer, mi joven sobrino se había olvidado de mi edad–. Son una raza astuta y poderosa, pero son incapaces de mentir, Damon. Jamás te dirán la verdadera razón por la que han vuelto, pero te puedo asegurar que la que te han dado no es más que una fachada. Es fácil imaginar qué te dirán, cuando no pueden inventarse nada con lo que engañarte.

Damon suspiró con cansancio y bajó la mirada hacia todos los viejos papeles que estaban tirados por el escritorio. Clavando mi mirada en ellos, recordé el tiempo en el que mi hermano y yo habíamos estado buscando información de las hadas y recopilándola por si en algún momento ocurría algo como esto. El ver la estilizada letra de Lucan fue como clavarme un puñal en el corazón. Gruñí levemente y aparté mi mirada del escritorio.

–Esta noche –continué, intentando centrarme en el presente–, os acompañaré para verlas, y conseguiré que me digan qué es lo que realmente buscan.

–No creo que eso sea buena idea Raoul–me dijo seriamente, frunciendo el ceño–. Rebecca y Lucy estarán allí, y no pienso ponerlas en peligro. 

De pronto, un ligero sentimiento de cariño se extendió por mi pecho al recordar a la valiente loba que había conocido muchos años atrás, cuando no había sido nada más que una joven adolescente cabreada con su destino. Con el paso del tiempo, Rebecca había sido la única que me había podido mirar a los ojos sin que el dolor se reflejara en los suyos. 

  –En ese caso–dije, coincidiendo en que ninguna de las dos debía sufrir daño alguno–. Encontraré la forma de mantenerlas vigiladas, y te avisaré de si hacen algún movimiento extraño. 

Sin nada más que decir, me giré con intención de abandonar el despacho, cuando su voz me paralizó.

  –Raoul –me llamó suavemente, como si quisiera elegir lo mejor posible sus siguientes palabras–. Rebecca ha estado muy emocionada con tu vuelta. Deberías ir a verla, estoy seguro de que querrá que le cuentes todo lo que has visto en tus viajes.

Yo me forcé a sonreír y asentí levemente, diciéndole que lo haría. 

Sin embargo, cuando salí del despacho y me alejé de mi poderoso sobrino, supe que jamás podría contarle a Rebecca lo que había visto. No, a menos que quisiera provocarle pesadillas. 

FAYE || LB#4 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora