FAYE.
El silencio reinó en la pequeña cabaña mientras asumía lentamente lo que estaba ocurriendo entre el vampiro y yo: mi alma se había enlazado irrevocablemente a la suya, y a pesar de los enormes sentimientos que estaba empezando a sentir hacia él, no podía comprender la magnitud de todo aquello. Llevaba siglos libre de cualquier atadura, de cualquier compromiso, y saber que ahora dependía de alguien a un nivel tan profundo causó una extraña sensación de asfixia.
Busqué la oscura mirada de la anciana, con pánico, y cuando nuestros ojos conectaron, ella sonrió como si entendiera cada pensamiento que surcaba mi mente.
–Yo... Yo no puedo... ¡Imposible!–me puse de pie de un salto mientras me ponía de nuevo la camiseta, ocultando aquellas alas que eran el reflejo constante de mi mayor problema– ¡Yo no buscaba esto, no quiero algo así! ¡Tengo una misión que cumplir, demonios!
–No puedes rechazar este vínculo, princesa–la anciana se acercó a una pequeña mesa en la que tenía varios vasos y unas extrañas especias y empezó a mezclarlas con maestría mientras hablaba pausadamente, como si temiera que no entendiese sus palabras–. Has sido bendecida con la unión más sagrada y especial, además de ser muy extraña para nosotras. Sabes que nuestra raza no cuenta con hombres, así que el haber encontrado a tu pareja debería ser motivo de celebración, ¿no crees? Después de todo, tu hombre es un vampiro, así que no perderás tu inmortalidad.
–¿Qué?–mi voz salió ahogada, como un graznido, mientras miraba a la anciana con los ojos desorbitados– ¡¿Dejamos de ser inmortales cuando encontramos a nuestra pareja?! ¡Debes estar bromeando! ¡¿Cómo...?!
–Calla niña, calla–la mujer me interrumpió rápidamente, girándose hacia mí y entregándome el vaso de cerámica–. No me estás escuchando, princesa. Tú no perderás tu juventud eterna, pues tu vampiro no lo hará tampoco–la miré como si estuviera loca mientras ella me obligaba a sentarme en un cómodo sillón y a beberme el contenido del vaso–. Déjame que te lo explique, y después podrás maldecir todo lo que desees, ¿de acuerdo?
Yo empecé a asentir, a pesar de que ella me ignoró por completo, como si no le importara realmente mi respuesta. Sentándose delante de mí, clavó sus oscuros ojos en los míos y sonrió mientras empezaba a explicarme todo lo que una unión representaba para nosotras.
–Cuando una hada encuentra al amor de su vida, nuestra alma se libera, se transforma para mostrar su verdadero ser, como el de una mariposa. Cuando eso pasa, una parte de nosotras mismas cambia para poder estar con la persona a la que amamos–los ojos negros de la anciana se llenaron de lágrimas, mientras dirigía su mirada hacia un rincón de la sala, donde descansaba un enorme sillón vacío; sin saber por qué, mi corazón dolió por ella–. Al conocer a mi esposo humano, estuve a punto de rechazarle pues mi misión aquí era proteger la flor de Narovoa, pero después de mucho tiempo de sufrimiento por estar alejada de él, me di cuenta de que nada era más importante que mi propio corazón–sus ojos se clavaron en los míos, y sonrió mientras se limpiaba una lágrima–. Hemos estado juntos casi noventa años, y a pesar de que al aceptarle perdí la oportunidad de continuar con mi inmortalidad, fue la mejor decisión que he tomado nunca y jamás me arrepentiré de ella. He vivido todo lo que he tenido que vivir, he tenido una familia y he visto morir a mi hombre con una sonrisa en la cara mientras me susurraba que estaría esperándome donde quiera que fuera para volver a encontrarse conmigo–su sonrisa aumentó todavía más, y se echó a reír mientras acariciaba mi rostro–. Fui enormemente bendecida hace muchos años, princesa, pero tu bendición es aún mayor que la mía. Tu vampiro es inmortal, al igual que tú; Ryenna te ha bendecido con un amor incondicional, sin muerte en tu futuro... Eres extremadamente afortunada, princesa. No pierdas la mayor oportunidad de tu vida.
Y mientras sus palabras se calaban profundamente en mi corazón y mi mente, supe que jamás podría permitirme algo así. No tenía tiempo para un romance, ni siquiera tenía tiempo para esta conversación. Mi misión era encontrar la flor de Narovoa, salvar a mi madre y regresar a mi hogar... Y todo eso en menos de un mes. A cada segundo que pasaba mis posibilidades para cumplir mi tarea disminuían, así que rechazaría todo aquello que el vampiro me ofrecía, aunque al hacerlo destrozase mi corazón.
* * * * * * * * * * * *
RAOUL.
Me recosté contra el tronco del árbol con los ojos cerrados, intentando ignorar a aquellas pequeñas y chismosas hadas que estaban escondidas detrás de unos arbustos y que me observaban como si fuera un ser extraño.
Ocultando una sonrisa, escuché los murmullos de las niñas y me mordí la lengua para no reírme cuando se preguntaron la una a la otra si mordería. Sin poder evitarlo, entreabrí los ojos y clavé mi mirada en ellas, que pegaron un agudo chillido y se escondieron completamente tras los arbustos.
–Sí que muerdo, pero solo a quienes me molestan –y actualmente, lo único que me molestaba en aquel hermoso y salvaje lugar era el aroma irresistible de una temperamental hada que me había protegido con uñas y dientes de sus congéneres, para después lanzarme una mirada irritada y desaparecer. Sí, tenía ganas de hincarle el diente. Sonreí–. Vamos, salid de ahí, os estoy viendo.
Dos minutos después de varios murmullos más y una discusión sobre cuán peligroso era, se pararon ante mí dos pequeñas niñas de unos diez y doce años, ambas con la piel acaramelada y unas largas melenas negras. Una de ellas, la mayor, se cruzó de brazos y alzó la barbilla con actitud descarada, como si quisiera demostrarme que no tenía miedo de mí a pesar de que sabía que no era cierto. La pequeña, por el contrario, estaba escondida detrás de la otra, y me miraba con el ceño fruncido, como si fuera un monstruo y estuviera esperando a que me lanzara sobre ellas.
Moviéndome lentamente para no asustarlas más, dejé mi posición recostada y me quedé sentado contra el árbol. Minutos después, cuando me di cuenta de que ellas no decían nada, sonreí.
–Hola–dije suavemente, sintiendo unas extrañas ganas de no asustarlas. Después de tanto tiempo sin importarme lo que pensaran los demás de mí, fue una sorpresa descubrir que no quería que aquellas niñas me temieran–. Mi nombre es Raoul y soy un vampiro muy, muy viejo, así que no tenéis que tener miedo de mí. Después de todo, soy casi un abuelo... Pero no digáis nada, no quiero que vuestra princesa se burle de mí.
–Yo soy Ailin–dijo la niña mayor segundos después, con sus preciosos ojos marrones brillando con sorpresa. Lentamente su expresión empezó a relajarse y una pequeña sonrisa surcó sus labios–, y ella es Pire, mi hermana pequeña–la pequeña salió lentamente de detrás de la espalda de su hermana y me miró tímidamente, con una pequeña sonrisa, como si hubiera descubierto que no era tan malo como la hada morena había hecho creer a todas las hadas con las que se había cruzado–. Nosotras queríamos ver si eras tan malo como decía Brarhi, pero creo que se equivoca... No das tanto miedo como el vampiro rubio, tú pareces ser bueno.
Aquellas palabras causaron un extraño vacío en mi estómago. Poco a poco, las frases inconexas que había logrado captar de Brarhi, sus profundas maldiciones contra los vampiros, el ataque que habían sufrido las hadas días atrás, y sobre todo, todos los extraños documentos que había ido recopilando de los renegados más poderosos... Todo cobró sentido.
–Williams...–susurré, sintiendo como la ira embargaba todo mi cuerpo.
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FAYE || LB#4 ||
VampireCuarta historia de LOBO BLANCO, espero que la disfruten. Todos los derechos reservados, no se admiten copias o adaptaciones de ningún tipo. Gracias. Después de cuatro siglos de vacía existencia, Raoul creía que lo había visto todo. Con el paso de l...