FAYE.
La pequeña caminata con la joven híbrida me devolvió parte de la serenidad que había perdido con la muerte de Tharra. Mi alma sangró por el dolor de la pérdida; al instante, sentí el suave roce de la mano de Lucy sobre mi hombro, y el dolor se desvaneció, absorbido por ella.
Sonreí a la dulce niña y ella me devolvió el gesto.
–Lamento haberte asustado cuando nos conocimos en el palacio, lo único que quería era amenazar a tu padre para que nos tomara en serio... Aunque no nos resultó fácil.
Lucy se rio suavemente, dándome pequeñas palmadas en el brazo.
–Sí, mi padre puede ser muchas cosas, pero jamás se achantará ante nadie. Creo que la única persona que puede sobrevivir a su mirada es mi madre.
Sonreí levemente al recordar a la preciosa loba que era la reina. Había oído antiguas historias sobre los lobos blancos, y al parecer, eran todas ciertas.
–¿Sabes? Hay un mito sobre nuestra primera reina hada, Ryenna –me sentí cómoda hablando sobre las historias de mi raza, como si aquella ficticia y momentánea paz estuviera dándome el descanso que necesitaba–. Dicen que adoraba a los lobos, que solía pasear por los bosques con grandes manadas tras ella.
Lucy se rio, maravillada por la imagen.
–Debió haber sido muy fuerte para haberse ganado el respeto de los lobos –la voz de Lucy sonaba afable mientras se recostaban contra un árbol, en el borde del claro donde habían colocado el campamento. Muchos de los soldados paseaban en patrullas silenciosas, mientras que otros descansaban los pocos minutos que tuvieran antes de la batalla–. Ojalá ser como ella.
En ese momento, miré a la joven híbrida con sorpresa, sin poder creer sus palabras. Riéndome sin poder evitarlo, me arrodillé delante de ella y negué con la cabeza. La juventud la hacía sentir insegura, pero jamás debería sentirse débil. No cuando su poder se arremolinaba contra mi pecho, golpeándome lentamente.
–Eres poderosa, Lucy. Más que cualquiera de tus primos, amigos e incluso tu Compañero –mis ojos se volvieron aún más negros, cuando cogí su palma y la posé sobre la mía. Al instante, su poder empezó a fluir y la luz apareció. Lucy jadeó–. Tu sangre resuena contra mí, como un poder latente que todavía no ha alcanzado su madurez real. ¿El poder que tienes sobre las emociones de los demás? No es más que el principio, princesa. Ojalá pudieras ver lo que veo. Jamás volverías a sentirte insegura, y te lo digo yo, que no puedo ni quiero mentirte.
Los ojos de Lucy se llenaron de lágrimas; en ese instante, su poder, que seguía manteniéndonos unidas, me hizo saber el enorme agradecimiento que sentía. Me eché a reír y le di un suave y casto beso en los labios, como había hecho mil veces con Tharra cuando había venido corriendo y llorando a mí.
–¡Hada! ¡Quita tus manos de encima de mi hija, joder!
Mi risa aumentó cuando vi aparecer a Damon, Rebecca, Raoul y Tobías delante de mí.
El primero, parecía profundamente irritado; mi vampiro me miraba con una ceja alzada, estupefacto; y Tobías, con unas profundas e irremediables ganas de asesinarme.
Sin embargo, Rebecca nos miraba con una profunda sonrisa. Casi pude ver cómo nos guiñaba un ojo.
Lucy me acompañó en mi risa.
O al menos, lo hizo hasta que Tobías nos explicó la nueva noticia. Cuando recordé aquellos cortos meses de los que hablaba, casi palidecí. Cuando le había preguntado a mi madre el motivo de la llegada del vampiro, Fryana solamente había dicho que sería necesario en un futuro.
Con lo que, por lo visto, me dejó claro que sabía que iba a enfermar y que todo esto iba a ocurrir. Incluida la muerte de Tharra. Quise golpearla.
–¡Cómo ha podido ocultarme algo así! –grité hacia Raoul, que me observaba en silencio mientras expulsaba mi ira, alarmando a varios guardias que pasaban. Cuando vieron al rey, que se mantenía al margen con los brazos cruzados, se dispersaron– ¡Me he pasado meses buscando una cura para algo que ella ya sabía que iba a ocurrirle! ¡Podía haber buscado la flor mucho antes de que enfermara, podía haber evitado todo esto! ¡Pero de qué coño va! Voy a... Voy...
–Yo... Yo no puedo... ¿Cómo voy a...? –La voz de Lucy sonó temblorosa entonces, atragantando mis palabras. Mi mirada se clavó en la de la joven híbrida, que se había abrazado con fuerza a su Compañero. En ese momento entendí que debía guardar la furia para otro momento; que quisiera asesinar a mi madre no significaba que tuviera que morir toda mi raza por ello.
–Puedes, hija. Puedes –la voz de Rebecca sonó alta y clara, acercándose a su hija, quien se separó de Tobías para mirarla. La traición de mi madre dolió aún más.
–Pero solo lo hará si no corre ningún riesgo –las palabras de Damon resonaron contra mí como una amenaza–, ¿está claro, hada?
–Damon, ten cuidado con lo que dices –la voz de Raoul sonó pastosa mientras se acercaba a mí, y posaba una de sus manos en mi nuca. A pesar de su pose relajada, pude ver en la mirada que le lanzó a su sobrino que no permitiría ninguna otra amenaza–. No me gustaría tener que enseñarte modales.
Un ronco gruñido rompió la discusión. Sorprendida por la ferocidad de este, casi no pude creer que había salido del interior de Rebecca.
–Vosotros dos. Una puta discusión más delante de mi hija, y os despedazaré a los dos –los ojos de Rebecca refulgieron, salvajes–. Estamos en una situación crítica, con un puto loco ahí fuera, con mi hija siendo una parte fundamental del plan, y con solo dos horas de antelación para ponerlo todo en marcha. Atreveos a atrasar esto, y sufrid las consecuencias.
–Joder, no voy a volver a llevarte la contraria –Tobías rompió el silencio, apartándose varios pasos de Rebecca–. A sus órdenes, señora.
Rebecca le lanzó una dulce sonrisa a Tobías y posó su mirada en mí, recuperando la seriedad al instante.
–Sé que mi hija es capaz de esto y de mucho más, pero... ¿Qué consecuencias traerá?
La preocupación por Lucy se clavó también en mí. Mirando a la joven híbrida, negué con la cabeza.
–No lo sé. La única persona que he visto convocar portales entre ambas dimensiones es a mi madre, y ella tiene un control absoluto sobre su poder. Puedo describirte el proceso, enseñarte las palabras necesarias, pero no sé qué ocurrirá después.
Tobías maldijo en voz baja, abrazando con más fuerza a Lucy.
–No lo hagas –le susurró él, el terror grabado en su mirada. '
A pesar de la desesperada sensación que me embargó al imaginar la destrucción de mi pueblo, entendí el porqué de sus palabras. Mirando el perfil de Raoul, supe que yo habría dicho lo mismo.
Lucy le observó entonces, con una pequeña sonrisa.
–Si puedo ayudar, debo hacerlo... Lo sabes.
Tobías volvió a maldecir y hundió su rostro en el hombro de su Compañera.
–Quién me mandó a mí a enamorarme de una empática –la respuesta sonó tosca, casi irritada, a pesar de que se notó el puro amor en ellas. Mirándome, asintió–. ¿Qué es lo que debemos hacer?
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FAYE || LB#4 ||
VampireCuarta historia de LOBO BLANCO, espero que la disfruten. Todos los derechos reservados, no se admiten copias o adaptaciones de ningún tipo. Gracias. Después de cuatro siglos de vacía existencia, Raoul creía que lo había visto todo. Con el paso de l...