[15] Gris.

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FAYE.

Caminábamos en silencio por la suave vegetación  del bosque que en nada se parecía a la enorme y salvaje selva de la que habíamos salido minutos atrás. Llevábamos todo el día caminando, deshaciendo nuestros pasos desde la aldea de la vieja anciana hada Roana, para volver a encontrarnos con el enorme y oscuro coche en el que habíamos venido. Parecía increíble todo lo que habíamos llegado a pasar en menos de dos días... 

Y con aquellos pensamientos, mi mente voló a lo que ocurrió horas atrás: aquel descarado y volátil vampiro rubio se había atrevido a robarme mi primer beso. ¡Mi primer beso! Apreté los labios en una fina línea cuando pensé en lo descarado que había sido. ¡Cómo se había atrevido!

Quise gritar de frustración cuando mis mejillas volvieron a calentarse, por millonésima vez, cuando mis ojos se clavaron en la ancha espalda del vampiro que caminaba varios metros por delante de mí. 

  –Casi puedo sentir tus ojos sobre mí, hadita –murmuró entonces él, como si hubiera captado los pensamientos asesinos que pasaban por mi mente en aquellos momentos. Mirándome por encima de su hombro, me lanzó una pequeña sonrisa– ¿Sigues todavía enfadada?

Yo me quedé parada en medio de donde estaba, sintiendo como mi cuerpo se tensaba y deseaba con todas mis fuerzas pegarle una patada ya que no podía responderle con una mentira, y tampoco iba a permitirme aceptarlo. Lo peor de todo, sin embargo, no era que él me hubiera robado mi beso... ¡Sino que me había gustado, que me encantaría repetirlo! ¿Cómo demonios iba a volver a casa si empezaba a sentir estúpidos sentimientos por él? 

  –¡Debería haberte dejado tirado en medio del Amazonas!–le espeté, moviéndome de nuevo y pasando de largo, sin despegar mi mirada de la suya– ¡No pienso hablarte hasta que me pidas perdón! ¡Insolente!

Cuando escuché su corta y contenida carcajada, me mordí la lengua para no decirle todas las barbaridades que se arremolinaban en mi lengua. En consecuencia, aceleré mi paso hasta que llegué por fin a ese estúpido cacharro metálico, donde me detuve a esperar a que él apareciera para refugiarme dentro. 

Desde entonces, habían pasado varias horas en silencio y la curiosidad me estaba matando pues estaba deseando preguntarle hacia dónde íbamos, quién era el vampiro que atacó a la pequeña aldea de las hadas y sobre todo, qué le había ocurrido. No obstante, no podía romper mi voto de silencio hasta que él me ofreciera una disculpa, me negaba completamente a ello.

 Entonces, él suspiró y me miró de reojo mientras contenía una casi imperceptible sonrisa en sus labios que yo estaba empezando a conocer. Saber lo rápidamente que me estaba familiarizando con él me aterrorizó.

  –Vamos, hadita, pregúntamelo–su voz sonaba resignada y a la vez divertida, y yo estaba empezando a odiar profundamente aquel apodo... pues, en el fondo, me gustaba. Mascullé una maldición y el vampiro silbó–. Tienes una lengua muy venenosa para ser tan joven, ¿sabes? Puedes hacer mucho daño con ese vocabulario.

–¡No soy joven!–al instante en que aquellas palabras salieron arrebatadas de mi boca, supe por su enorme sonrisa que había conseguido alterarme para que le respondiera. Me mordí la lengua en castigo y fruncí el ceño–. Tengo casi doscientos veinte años de edad, vampiro. No me trates como una niña.

  –¿Doscientos veinte años?–dejó escapar una carcajada, mirándome con los ojos entrecerrados brillantes de diversión–. Adorable.

Mi ceño se acentuó todavía más y me mordí el labio para intentar controlar la rabia que me provocaba, pues como siguiese así iba a matarle lentamente.

 –¡De acuerdo! ¡Eres un viejo decrépito!–su risa aumentó al oír como mi enfado aumentaba y yo supe que me estaba poniendo roja de la ira– ¡Y encima eres un pervertido aprovechado! 

En ese instante, supe que no debería haber dicho algo así. Las carcajadas de Raoul cesaron rápidamente, y cuando volvió a clavar sus ojos sobre mí, mi cuerpo se estremeció al ver el enorme desafío en el fondo de sus ojos.

  –¿Aprovechado? No lo creo, y tanto tú como yo sabemos que no es cierto –el tono suave de su voz me incitó a que lo negara, a que me atreviera a mentirle a la cara.

Porque a pesar de lo mucho que me había  molestado aquel rápido beso robado, lo cierto era que me había encantado... Y que quería repetirlo. 

No obstante, eso era algo que jamás admitiría.

  Adoptando los modales de reina que mi madre llevaba años enseñándome para prepararme para el reinado, me erguí sobre mi espalda y alcé levemente la barbilla mientras miraba hacia otro lado, odiando profundamente no poder mentir y decirle que que no tenía razón alguna.

–¿A dónde vamos?–dije minutos después, intentando cambiar el tema de conversación, pues el silencio me hacía pensar en cosas que no debía, en vampiros que no podía tener y en misiones imposibles que debía cumplir.

  –A Orum, la mayor cuidad humana que existe en la actualidad–al saber nuestro destino, no pude evitar clavar mi mirada sobre el perfil del vampiro, el cual estaba fijo en la carretera.

La confusión reinó en mi mente durante unos segundos, mientras intentaba encontrar la conexión que tendría aquel lugar con la flor de Narovoa y los vampiros que la robaron... Sin embargo, no tuve éxito.

–¿Por qué nos dirigimos hacia allí?–pregunté entonces, cuando él no continuó hablando.

–Porque es en ese lugar donde se esconden la mayor parte de renegados de todo el continente  –los ojos de Raoul brillaron rojizos y peligrosos, como si estuviera volviendo a caer en algún oscuro recuerdo–. Orum es una gran capital para los humanos, pero también es algo así como un bufet libre para los renegados que no cumplen las normas de conducta. La ciudad, al ser tan grande, no puede ser defendida en su totalidad, y varios sectores han caído en manos de los vampiros. Vamos allí a buscar al ladrón de la flor. 

A pesar de su tono neutro y relajado, sus ojos hablaban de una profunda furia escondida en su corazón al hablar del ladrón. Instintivamente supe que lo conocía, que Roana había tenido razón al decir que Raoul tenía una historia pasada con ese vampiro en particular. Algo dentro de mí quería saber más, quería conocer el por qué de su odio... Sin embargo, me obligué a callar. Si no le conocía, no sentiría nada por él. Si me mantenía alejada, el dolor sería menor cuando tuviera que regresar a Yaräin y los portales se cerraran finalmente... Cuando tuviera que alejarme de él.

Mi garganta se apretó ante el doloroso pensamiento, pero todo quedó en el olvido cuando delante de mí apareció una enorme ciudad grisácea. Mi estómago se revolvió y una extraña sensación de opresión se asentó en mi pecho.



FAYE || LB#4 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora