[11] Alas.

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FAYE.

La llegada a la pequeña aldea fue mucho más rápida de lo que esperaba. Sin embargo, ni siquiera las impresionantes casas creadas con las propias ramas de los árboles ni los rostros desconfiados de los habitantes consiguieron distraerme del apuesto vampiro que caminaba a varios metros por detrás de mí, haciendo oídos sordos de las crueles palabras que recibía. Sin poder entender cómo demonios estaba aguantando algo así, me avergoncé profundamente del comportamiento de las hadas, pero como la anciana me había advertido, no podía hacer nada para pararlas.

Durante el camino, la vieja mujer, Roana, me había contado el cruel ataque que habían sufrido recientemente a manos de unos extraños y poderosos vampiros, y aunque no había entrado en detalles, comprendía que las pérdidas que habían sufrido habían causado un gran daño en cada uno de ellos.

  –Lamento esta escasa bienvenida, princesa–murmuró Roana mientras caminábamos entre las hermosas casas que se camuflaban perfectamente con el entorno. Durante unos segundos, me sentí como si hubiera vuelto a mi hogar, como si esperara que mi madre saliera de cualquier lugar y me dijera que todo había sido una broma–. Muchos de nosotros todavía están intentando asimilar el ataque, y no han podido salir a recibirla.

Escuché las palabras de la anciana de fondo, y a pesar de que sabía que era mi obligación responder, no podía atenderla, no cuando veía como la hada morena que nos había atacado, Brarhi, intentaba empujar a Raoul, como si quisiera incitarlo a atacarla. La furia me nubló la vista durante unos instantes, y, cuando me quise dar cuenta, estaba delante de ella, alejándola del vampiro con una potente onda de energía que golpeó en su pecho y consiguió hacerla trastabillar. El dolor transformó sus rasgos durante unos instantes, pero rápidamente fue sustituido por una profunda ira.

  –¡Dejad de defenderlo de nosotras, princesa!

–¡Él no ha hecho nada malo! ¡Estás siendo irracional y estúpida, te estás comportando como una niña furiosa que quiere vengarse del daño que ha sufrido con cualquiera!–mis palabras salieron atropelladas, sintiendo como la ira bullía por mis venas con rapidez. Mis ojos se habían vuelto negros, y el tatuaje de mi espalda estaba empezando a arder a la misma vez que sentía una necesidad estúpida de proteger al poderoso vampiro que estaba tras de mí. No entendía qué demonios ocurría con mi cuerpo, pero cada palabra cruel que había estado recibiendo Raoul, me había dañado a mí, en lo más profundo de mi corazón– ¡Compórtate como la soldado entrenada que eres, o me aseguraré de que seas relevada de ese cargo hasta que muestres más razonamiento! 

Cuando los ojos de la hada se abrieron de par en par, supe que había conseguido imponer mi autoridad. Mi madre habría estado orgullosa de que por fin hubiera demostrado aquel carácter endemoniado que siempre decía que tenía oculto en alguna parte.

Inspirando lentamente para conseguir calmarme, desplacé mi mirada por las otras hadas para dejarles claro que aquella amenaza se ceñía sobre todas ellas. Segundos después, miré sobre mi hombro y me quedé momentáneamente paralizada al ver el hermoso rostro de Raoul, impertérrito ante la situación a pesar de que sus ojos rojizos estaba muriéndose de risa al ver como le defendía. Mis mejillas se sonrojaron y aparté rápidamente el rostro, clavando mi mirada de nuevo en la hada morena.

–Espero que haya sido lo suficientemente clara, Brarhi–la hada apretó los dientes pero asintió. 

Sin volver a decir nada más, eché a caminar hacia Roana, quien me miró con brillantes ojos.

  –Eres muy parecida a tu madre, princesa. Tienes una gran autoridad en tu alma...–los ojos se clavaron en Raoul, quien había decidido acostarse bajo la sombra de un árbol donde todos podían observarlo pero sin ser molestado. Que el vampiro fuera capaz de preocuparse del miedo de su gente, provocó un cálido sentimiento en su corazón que no quiso analizar en profundidad–, la autoridad suficiente como para domar al más poderoso de los vampiros, ¿no crees? 

Mis mejillas se colorearon cuando no pude responder a aquellas palabras. La anciana se rió levemente mientras nos conducía hacia una preciosa cabaña, donde podríamos hablar en privado de todo aquello... Sin embargo, cuando la vieja mujer caminó por primera vez delante de mí y observé los extraños grabados de su espalda, mi corazón empezó a latir con rapidez, olvidándome de todo lo demás. Con las manos temblorosas, esperé hasta que estuvimos protegidas del agudo oído del vampiro en el interior de la cabaña y no pude contener mi lengua.

  –¿Qué significa el tatuaje?–mi voz salió rasposa de mi garganta, como si hubiese estado varios días sin beber nada. Los ojos negros de la anciana me repasaron de arriba abajo con una comprensión que me provocó escalofríos.

  –Tú ya sabes qué significa, princesa–dijo la anciana con voz ligera, a pesar de que había tardado varios segundos en responder–. O al menos lo intuyes, ¿verdad?

Con mi corazón apretado en un puño, asentí levemente y mi estómago se apretó. No había sido una casualidad que aquellas extrañas alas aparecieran en mi espalda horas después de haber conocido a un poderoso vampiro que revolucionaba cada célula de mi cuerpo y que convertía a mis hormonas en adolescentes alborotadoras.

  –Pensé que era un mito–susurré, recordando todas las historias de amores legendarios, de tatuajes alados y de hombres que robaban el corazón de las hadas–, que nada de eso ocurría en realidad.

La anciana se echó a reír mientras se acariciaba el hombro, donde descansaba la punta de una de sus alas.

  –Nuestra raza es un mito en sí, princesa–sus ojos refulgieron como dos estrellas oscuras mientras se sentaba en un cómodo sillón–, y todo mito tiene su parte de realidad... Aunque, para serte sincera, esta es la primera vez que me he encontrado con algo así–la anciana hada se recostó, y me pidió silenciosamente que me acercara–. Déjame verlas, dulce y cuéntame cómo las conseguiste.

Sonrojada, obedecí ante su petición y me quedé desnuda y arrodillada de espaldas a ella mientras le contaba todo lo que había ocurrido con Raoul, el pacto de sangre, y la inmediata atracción que había sentido por él y que estaba volviéndome loca, ya que no lo comprendía. Al terminar de hablar, sentí como un peso se liberaba de mis hombros. Cuando comenzó a acariciar las rojizas líneas, mi corazón revoloteó.

–Son muy recientes –el tono asombrado de Roana consiguió que le clavara la mirada por encima de mi hombro–. No te asustes mi pequeña Faye, yo tardé muchos meses después de que aparecieran mis alas en comprender mis sentimientos hacia mi amado, pero no tiene por qué ser igual con un vampiro... Después de todo, cuando uno de ellos encuentra a la mujer de su vida, lo hacen inmediatamente. El sentimiento es tan poderoso que los deja rendidos ante ellas... Y siempre es mutuo.

Aquellas palabras causaron un apretón en mi corazón que no conseguí entender. ¿Estaba enamorándome de Raoul? ¿Tan rápidamente? ¡Ni siquiera llevábamos un día juntos, eso era imposible! ¡La anciana debía estar senil, estaba claro! 

Sin embargo, aunque mi mente racional estaba intentando darle sentido a todo aquello, sabía que no era cierto. Roana estaba completamente cuerda, y todo lo que decía era verdad... Y cuando oí todo aquello de boca de alguien más, solo consiguió que se hiciera realidad. Mi alma se había enlazado de algún modo a la del vampiro, pero eso solo nos causaría un gran dolor, comprendí. 

Después de todo, solo tenía un mes de plazo antes de regresar a mi hogar para siempre. 

FAYE || LB#4 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora