FAYE.
Miré ansiosa el cielo oscuro, deseando que la luna llegara hasta su punto álgido, lo que significaría que por fin era medianoche. Mi estómago se apretó con fuerza al ver que solo quedaban unos pocos minutos para que la hora de la cita se cumpliera.
Después de haber pasado semanas intentando convencer a su madre de que debíamos buscar la flor de Norovoa, no había podido creérmelo cuando ella me había dado su consentimiento. Cerrando los ojos, todavía podía recordar aquel pequeño susurro que había conseguido arrancarme una sonrisa del rostro, a pesar del dolor que sentía por ver a mi madre postrada en su cama.
''–Te daré un mes de plazo para que busques aquella fantasía, Faye. Un mes. Si después de ese tiempo no lo has conseguido, volverás a casa y aceptarás mi destino como todas tus hermanas lo han hecho y empezarás a prepararte para ser la próxima reina –su mirada había refulgido entonces con pena, como si le doliera que no fuera capaz de aceptar su inminente muerte... Sin embargo, ¿quién querría aceptar la muerte de su madre? Mis ojos se habían llenado de lágrimas mientras le sonreía y le agradecía repetidas veces–. Sin embargo, cuando encuentres a las otras razas, no deberás mencionar la verdadera razón por la que has vuelto. Hace siglos, abandoné mi mundo por culpa de las guerras que ellos habían comenzado, en su ansia por conseguir un control absoluto sobre el territorio. Por ello, no les contarás mi estado de salud, y mucho menos nuestra situación de debilidad. No permitas que traspasen los portales, Faye. No traigas el dolor a Yaräin.''
Aquella orden se había clavado en lo más profundo de mi corazón cuando había sentido su miedo ante lo que ocurriría si nuestro hogar se convertía en un campo de batalla. Un escalofrío recorrió mi espalda al imaginar los enormes bosques en llamas.
No, no podía permitirlo.
–Ya han entrado en el bosque –dijo entonces Tharra, levantándose del suelo con un elegante movimiento y sacándome de mis pensamientos. Mi mirada viajó rápidamente hacia mi hermana pequeña, la cual con aquella larga melena negra y unos ojos tan verdes como los míos, era una copia idéntica de nuestra madre–. Espero que se crean nuestra treta, hermana... O estaremos en graves problemas.
Mi estómago se tensó levemente cuando pensé en ello. Tharra había venido únicamente para intentar hacerse pasar por nuestra madre, la reina. Sin embargo, estaba segura de que podríamos conseguirlo, y mi hermana pequeña podría volver a casa sana y salva, mientras los vampiros me dejaban plena libertad para buscar la flor de Narovoa.
–No te preocupes –dije en voz alta, más para mí que para ella–. Todo va a salir bien.
Sin embargo, mientras decía aquellas palabras, sentí la presencia de alguien muy poderoso... Alguien que no era Tobías, y que desde luego no había estado en el castillo cuando me aventuré dentro de él. Mi estómago se apretó y me clavé las uñas en las palmas para controlar el temblor que recorrió mi espalda.
¿Quién demonios era?
–Escóndete –le ordené a Tharra. Sus ojos se clavaron en mí dudosos y temerosos, pero obedeció sin rechistar.
En cuanto mi joven hermana había desaparecido dentro del antiguo roble en el que habíamos citado al rey vampiro, ellos aparecieron. Al instante, reconocí a la familia real. Eran inconfundibles...
Salvo por la cuarta persona que los acompañaba, el dueño de aquel poder. Mi corazón se aceleró cuando vi al alto vampiro, con aquellos ojos negro-rojizos analizándome de tal forma que sentí ganas de esconderme. Su pelo rubio caía hasta sus hombros y su media sonrisa parecía gritar que nadie debía acercarse a él. Sin embargo, no fue aquella pose tranquila y presuntuosa lo que hizo que mis hombros se tensaran, sino el frío vacío de su mirada.
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FAYE || LB#4 ||
VampireCuarta historia de LOBO BLANCO, espero que la disfruten. Todos los derechos reservados, no se admiten copias o adaptaciones de ningún tipo. Gracias. Después de cuatro siglos de vacía existencia, Raoul creía que lo había visto todo. Con el paso de l...