RAOUL.
Entré en silencio en el claro donde se habían colocado con precisión las tiendas de campaña. Los lobos, mezclados con los vampiros, corrían de un lado para otro, hombro con hombro, con un objetivo común: recuperar la paz que Abraham nos había arrebatado a todos.
Caminé lentamente por el claro, observando las órdenes claras que les daban los Alfas a sus manadas, y cómo Damon extendía la información a los mensajeros que informarían a sus propios soldados. El ejército reunido en el bosque era asombrosamente numeroso, más que suficiente para eliminar con todos los renegados que había en la ciudad, pero, aun así, la desazón no desaparecía de mi interior.
El haber peleado contra Abraham había creado profundas dudas en mi interior; la imagen de su rostro extasiado por el poder, vicioso, todavía me provocaba náuseas. Algo se retorcía en mi interior, nervioso, como si no hubiera captado algo de vital importancia. Mascullé una maldición y me alejé del bullicioso claro, caminando entre los árboles en busca de la única persona que podría calmarme.
Cuando llegué al lugar donde horas atrás habíamos enterrado a Tharra, me contuve para no interrumpirla. Odiaba entrometerme entre ella y su silenciosa pérdida, pero no podía permitir que se sumiera en el dolor... No cuando la batalla estaba tan cerca.
–Hadita –su apodo salió rápidamente de mis labios, como si hubiese estado toda mi vida pronunciándolo.
Faye alzó el rostro hasta mí. No había lágrimas, no las había habido desde su último adiós a su hermana, pero sus ojos seguían siendo profundamente negros. Oscuros. La venganza ardía en ellos.
–He convocado a las hadas de Roana –dijo ella con la voz ronca por el dolor, pero con el rostro sereno, levantándose del lugar donde las raíces del hermoso árbol parecían haber acogido al cuerpo de Tharra–. Cuando la batalla comience, aparecerán.
No dije nada mientras abría los brazos y la acogía en un profundo abrazo. El olor de su piel y su pelo me embargaron, extasiándome, y por un momento olvidé todo lo demás. No obstante, sus palabras se habían grabado con fuerza en mi interior. Me imaginé a las furiosas hadas que habían ido a por mi cabeza días después de que las atacaran, buscando venganza, y supe que aquellas guerreras serían de gran ayuda.
–Abraham aprenderá pronto a no volver a meterse con una de vosotras, Faye. Y disfrutaré viendo como lo despedazáis.
Faye no dijo nada mientras nos alejábamos de aquel árbol donde descansaba su hermana. Apretándome la mano con fuerza, nos introdujimos aún más en el interior del bosque mientras paseábamos en silencio, sintiendo como la hora de la batalla se acercaba. Sin embargo, aquella molestia que sentía, aquél nudo en mi estómago, solo se apretaba cada vez más.
Mascullé una maldición.
–Tienes una lengua muy sucia, Raoul –sus rasgos se suavizaron cuando no pude evitar acariciar su mejilla; cuando inclinó su rostro hacia mi toque, mi corazón se calentó aún más–. Vamos, di de una vez qué es lo que te preocupa. No te he traído aquí para nada.
Suspiré con una pequeña sonrisa, medio divertido medio irritado por aquella hada que era capaz de ver con tanta facilidad en mí. Sin embargo, aquello era parte de lo que ella era para mí: mi Compañera de Vida, la mitad de mi alma. Y a pesar de que por un momento quise guardar mis preocupaciones para mí, supe que no debía ni quería hacerlo.
Recostándonos contra el tronco de un árbol, observé como Faye se apoyaba en mí mientras escuchaba mis palabras con los ojos cerrados, concentrada. Le conté la pelea que había tenido contra Abraham, de cómo había reaccionado él a la sangre de su hermana... De mis temores.
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FAYE || LB#4 ||
VampireCuarta historia de LOBO BLANCO, espero que la disfruten. Todos los derechos reservados, no se admiten copias o adaptaciones de ningún tipo. Gracias. Después de cuatro siglos de vacía existencia, Raoul creía que lo había visto todo. Con el paso de l...