— Soy policía, no niñero.
— Sabes más que cualquiera sobre este caso, Justin. También eres el mejor del departamento. Necesito que utilices esa tapadera.
— No puedo hacerme pasar por un niñero. No sé nada de niños.
— Claro que sabes. ¿No hay niños en tu familia?
— Soy hijo único de unos padres que también fueron hijos únicos. Los niños son un misterio para mí y pretendo que sigan siéndolo. Incluso... aunque tuviera hijos, no los dejaría a mi cuidado.
Yo no estaba dispuesto a admitirlo ante David, pero solo había dos cosas que en realidad me ponian a cacarrear como una gallina, y de momento había logrado evitarlas, como el diablo a la cruz: El matrimonio y los niños. Mientras a mayor distancia de ellas mucho mejor. Ambas cosas eran un pedazo infierno en la tierra para mi, y el simple hecho de pensar en ellas me producia taquicardia. Que conste yo nunca habia padecido de males del corazon. Pero ante este caso era la excepción.
Es por eso que para no complicarme mi existencia y no verme en la *beep* del siglo, en mí plantilla de vida existian dos reglas inalterables: * un buen par de faldas. Solo diversión y placer. — Nada mejor que un buen polvo sin ataduras de vez en cuando, para mantenerse al puntillo. Si diran que son un machista toca pelotas. Pero soy asi, el eterno soltero. Mi corazon nunca tendria dueña. Seguiria siendo libre como un cometa por siempre. — Y la regla más importante, y que menos debia pasar por alto: *cero compromisos. Una relacion formal= matrimonio= niños, y prefería enfrentarme mil veces primero al delicuente mas peligroso de la historia, que a un niño. Y mucho menos uno propio. Uyyy de imaginarlo me daba grima. Era mucho más agradable ver a mi vecina cincuentona de 350lbs con las lolas a flote, y en hilo dental tomando sol en su balcon, mientras me hacia cara toñas para que le aplicara el bronceador. Y ojo que la vista resultaba aterradora. La ultima vez que la vi desgraciadamente aproximadamente dos meses, y no es que digan wuaaauuu… le gusto tanto que no se olvida cuando ocurrio, sino mas bien porque dure dos semanas con pesadillas. Una lechoncita venia a mi cama todas las noches y se lanzaba encima mio… Y...y...Me...Me manoseaba por todas partes… y me babeaba ha cantaros pa…para luego…VIOLARME… Buaaa. Lo poco de inocencia que restaba en mi dulce y adorable espiritu se evaporo. Tras esos horribles sucesos… Y debo reconocer que aun las secuelas de ese desastroso hecho me cobran factura. Pues desde ese dia no he podido probar mi plato favorito: chuletas a las brazas. Puagg… Que conste que no tengo nada en contra de los cerditos, pero si con sus familiares llamese: la vecina del frente.
— Son personas pequeñas. Comen, duermen y juegan. La única diferencia entre ellos y nosotros es que son demasiado pequeños para beber cerveza y apostar.
— Vaya, David, haces que la infancia suene realmente poética.
— ¿Quieres que le dé el caso a Ramos? Le encantará hacerse cargo de él.
La molestia de ese nombre me crispo las tripas. Grgrgr… Se preguntan ¿Por qué? Facil. Xavier Ramos y yo estabamos enzarzados en una silenciosa rivalidad desde que estudiabamos en la academia. Aquel laburo sería como montar bicicleta para Xavier, tío de numerosos sobrinos y sobrinas, y también supondría una nueva pluma en su remate. Pero, al margen de mi naturaleza competitiva, yo llevaba once meses laburando muy duro en aquel caso, y no estaba dispuesto a dejarlo en manos del Xavier ese. No había duda de que David había sabido jugar sus cartas. El muy zorro tenia bien seguro que si lanzaba ese anzuelo yo jamas diria que no. Solo por el sabor dulce de competir con Xavierito. Y darle en las narices. Cuando tuviera el caso resuelto.
— Por encima de mi cadáver.
— Así se habla, Justin. Además, no tiene por qué ser tan terrible. Son solo tres niños.
Espero les encante y la lean muuuuuuuuuchos ♥ Los amo :*