Capitulo 11

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— Está Guai — Adriana se chupó los dedos para enfatizar su afirmación —. Tía ____, siéntate conmigo. Lilie, siéntate ahí.

Liliana se sentó donde había indicado la niña mientras ____ sentaba a esta en su regazo.

— Nunca había visto nada como esto — dijo la tia con cara de pasmarote....

— ¿Qué quiere primero? ¿Gusanos de queso? ¿Patatas fritas? Tenemos tres clases de salsas. ¿O prefieres un refresco?

— ¿Hay algo verde en la mesa?

— Por supuesto. Aquí mismo — Y le alcancé a la tia ____ un recipiente de pudin de pistacho con malvavisco.

— Gracias...

Liliana se puso a comer de inmediato mientras Emily golpeaba su taza de plástico con zumo de manzana contra la bandeja de su silla y lograba que el líquido saltara hasta el rostro de su desafortunado niñero, o sea yo.

— ¡Hey, cuidado con la taza! — Le reprendi a la moco menor a la vez que tomaba una servilleta y me secaba el rostro. _____ y Liliana intercambiaron una mirada. Se suponía que los niñeros no debían permitir que los niños los rociaran con sus bebidas. Pero ya saben, yo era un caso especial.

Emily me miró directamente a los ojos y volvió a golpear con la taza en la mesa. Todos dejamos de comer para observar la escena. Yo sabía reconocer un reto aunque fuera lanzado con una taza de plástico en lugar de con un guante.

— Ya está bien, jovencita. Dame esa taza.

Asombrosamente, la niña me la entregó sin protestar. Uyy ya vamos cojiendo vuelo Justin. Asi se hace, a domarse los mocos se ha dicho.

Adriana rió y metió el dedo en su recipiente de pudín de pistacho.

— Eres gracioso, señor Justin.

____ Benson volvió sus ojos marrones hacia mí. De cerca, y noté que no eran marrones, como había creído, sino de color chocolate mezclado con caramelo... aunque lo cierto era que todavía no había encontrado nada dulce en ella. Y habría apostado cualquier cosa a que en aquellos momentos tenía algún comentario mala leche en la punta de su lengua afilada.

— Veo que también tiene dotes de cómico — dijo ella, con los ojos abiertos de par en par en un gesto de burlona admiración con un puntillo ironico.

Bingo lo sabía. Esa mina era tan dulce como un grano de sal.

— Disculpa a mi nieta, Justin. Está en pleno ciclo menstrual.

Y ante la abierta declaración de la abuela, la tia se atragantó con una patata frita y tuvo que dar un trago del refresco lleno de migajas y algo más de Adriana.

Es posible que yo apenas supiera nada sobre niños, pero sabía bastante sobre minitas con el síndrome premenstrual. Gracias a Dios esa era una de las grandes ventajas de ser el eterno soltero, nunca salía el tiempo suficiente con ninguna como para experimentar el temido síndrome, pero tenía muchos compañeros y amigos que habían caído en la trampa mortal del noviazgo y el matrimonio. También me habían puesto al tanto sobre dos síntomas comunes de las minas con el síndrome premenstrual: una total irracionalidad y antojo por el chocolate. Y Miré a _____ con temor. Joder que no me confunda con un chocolate plis. Aunque si me daba una par de lambídas con su lenguita yo no me iba a poner bravito.

— He visto una lata de sirope de chocolate en la nevera. ¿Quiere que la saque?

La vengadora premenstrual miró a lo alto, sulfurada.

— Ni tengo el síndrome premenstrual ni quiero chocolate, gracias — Y volvió la mirada hacia Liliana —. De todos modos, si volves a hacer un comentario parecido, te...

— Si ella no quiere el sirope de chocolate, ¿puedo tomarlo yo? — Interrumpió Leo —. El chocolate aumenta los niveles de serotonina en el cerebro y la sensación general de bienestar. Así que, ¿puedo tomarlo?

Si vuelvo y lo repito aquel moco era una enciclopedia andante.

El Niño Grosero [Novelas de Justin Bieber y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora