La casa había recuperado la tranquilidad. Al parecer, Justin había vuelto a meter a Emily en su cuna sin mayores problemas.
Volvi a mi cama, y otra vez mas no podia quedarme dormida, no lograba apartar de mi mente la imagen de Justin alargando la mano hacia mí en su pieza como si fuera su amante. Yo ____ Emma Benson, dueña y señora de mis pensamientos, no lograba alejar de mi mente aquella e...scena ni el desconocido deseo sexual que había despertado en mi.
Tras intentar por enesima vez todos los trucos conocidos para conciliar el sueño, decidi levantarme a trabajar en un programa de software bastante complicado que tenía entre manos. Utilizaría el ordenador de Joe para conectarme con el mio. Una sesión difícil de programación volvería a poner las cosas en su sitio. O, al menos, conseguiría algo más que dedicarme a dar vueltas en la cama.
El despacho de Joe estaba en la parte trasera de la casa, unido por un pasillo adyacente a la cocina. Traté de recordar el código de las puertas que había en los extremos del pasillo. Moviéndome con cautela avancé sin ningún contratiempo. Cuando llegué a la puerta introduje una serie de números en el teclado iluminado y esta se abrió. Al entrar al pasillo las luces que había en el techo se encendieron de forma automática y la puerta se cerró a mis espaldas con un golpe seco. Las puertas estaban diseñadas para cerrarse solas, de manera que el despacho de Joe nunca quedara abierto.
Fui hasta el otro extremo del pasillo, introduje el código en el siguiente teclado y la puerta se abrió. Pasé al interior del despacho y me detuve en seco. ¡Qué extraño! El brillo de la pantalla del monitor iluminaba de modo inquietante la habitación. Hanna y Joe se habían ido esa mañana. ¿Por qué estaba encendido el ordenador? ¿Y por qué aparecía en este una página de contabilidad en lugar de un salvapantallas?
La puerta se cerró tras de mi y me empujó por el hombro. Sali lanzada hacia delante y alargue los brazos en un vano intento por mantener el equilibrio.
La esquina del escritorio de Joe avanzó inexorablemente hacia mi cabeza. Solo tuve tiempo para pensar una cosa: aquello iba a doler. Y así fue. Hasta que me hundi en el oscuro olvido.
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— Y ahora, cuéntame cómo te has dado ese golpe en la cabeza en plena noche — Lili apoyó una bolsa de hielo sobre el chichón que me había hecho en la frente y luego se dejó caer en el otro extremo de la cama.
— No estoy segura de lo que ha pasado. No podía dormir, de manera que he decidido ir a conectarme a mi ordenador a través del de Joe. Las puertas que dan al despacho tienen un temporizador para cerrarse automáticamente.
++++++++++ narra Liliana
— ¿En serio? — olvidé muy rápido lo de las puertas, pero tomé nota de que ____ no había podido dormir. Vaya, vaya, que formidable novedad. Nada solía interponerse entre mi nieta y el sueño, pero también era cierto que aquella nieta en particular nunca se había visto atrapada en las redes de una auténtica y tradicional tensión sexual. Gracias Dios al fin oyes mis oraciones. Yo había rezado tres aves marías y un aleluya para celebrar que ____ hubiera encontrado por fin un hombre que pudiera afectarla un poco. Mientras echaba un cigarrito en el porche, había visto a _____ y al niñero más comiendose el uno al otro, que besándose en la biblioteca como si no fuera a haber un mañana. Había esperado todo lo que había podido, pero al final había llamado a la puerta. En general, envejecer era una desgracia, pero lo peor era aquel problema de la incontinencia. Grgrgrg malditos pipis.
— Lo siento, querida. ¿Qué has dicho?
— Que no me he apartado a tiempo y la puerta me ha empujado al cerrarse. No he podido evitar golpearme contra el borde de la mesa.