—¿Qué falta?
—El móvil. ¿Por qué iba a querer jugársela a su jefe? Si Joe va a la cárcel, ella se queda sin laburo.
—¿Y cuál es el móvil de Joe?
—El dinero. Es uno de los móviles principales de muchos criminales.
Yo no creía que eso fuera cierto en el caso de mi cuñado. No había duda de que el dinero motivaba a Joe, pero parecía más atraído por el aroma del éxito....
—Has dicho «uno de los móviles». ¿Cuáles son los otros?
—La venganza suele ser otro de ellos. Los hombres en la posición de Joe pisan a muchos en su camino a la cima. ¿Se te ocurre alguien?
Traté de acordarme de algún empleado insatisfecho, o de algún proveedor irritado, pero no logré pensar en nadie.
—Falta una pieza del rompecabezas —Justin miró a su alrededor con gesto frustrado—. Desafortunadamente, temo que no vamos a encontrarla aquí.
Yo sospechaba que tenía razón. Pero, con un poco de suerte, yo encontraría esa pieza cuando Alexia se presentara a media noche.
+ - + - + - + - + -
Maldición. Quería ver el partido, pero no quería ver a Justin. Aquel hombre volvia mis nervios puré. Quería ver el partido y quería ver a Justin. Joder, que contradicción. Y me cubri la cabeza con la almohada con mi si asi pudiera darle fin a mi romperdero de cabeza. Un poco de falta de oxígeno no podía empeorar aún más las cosas. ¿No?
¿Dónde estaba la lúcida mujer de negocios que dirigía su propia empresa? Necesitaba recuperarla. Y eso iba hacer.
Aparté la almohada y me levante. Bajaría a ver el partido. Proyectaría una imagen fría, cordial, controlada. Sería yo misma.
Deslicé las manos por mi vestido de tirantes y decidi no cepillarme el pelo para no dar la impresión de que me había arreglado para él. Y con los hombros alsados dispuesta a presentarme frente a un pelotón de afusilamiento baje las escaleras y entré en el cuarto de estar. Justin me dedicó una sonrisa de bienvenida, que descontó varios tantos en mi capa de hielo. Rayos iba ha resultar más difícil de lo que creía. Era una suerte que estuviera al tanto de la situación real; de lo contrario, podría haber creído que aquella sonrisa había sido genuina. Pero no, no lo era. Y para guardar mas distancia entre los dos me senté en el extremo opuesto del sofá.
—He preparado unas palomitas y te he traído una cerveza.
—Gracias —tomando la birra que me alcanzaba. Y presté atención a la pantalla—. Debería ser un buen partido.
—Sí —Justin se acercó a mí en el sofá y me acarició el pelo con reserva—. Me gusta tu pelo. Está un poco revuelto y muy sexy. Le has hecho algo distinto hoy, ¿no?
Ayyy no. Si seguia en ese plan. ¿Cuánto resistiria?
No, no iba a caer por una birra, un piropito trucho, y un par de palomitas. No señor. Y endureci mi corazón y pensé con la cabeza.
—Sí. No me lo he cepillado.
—Oh. De todos modos me gusta —Y Justin se acercó un poco más. Mierda con este hombre. Como se acerca asi. ¿Es que no sabe que esta poniendo en riesgo mis neuronas cada centímetro que se acerca? Sniff…
—Respecto a lo de anoche...
—¿Qué pasa con lo de anoche? —si Justin se atrevía a calificar de error lo de la noche pasada o lo de esa tarde, no sería responsable de mis actos.