Emily me recompensó lanzándome su pañal, que pasó rozándome la cabeza.
— Se supone que eso debes llevarlo puesto... —Y me interrumpi a mitad de la frase. Oh, oh mala señal. Aquel pañal seco fuera del culito de Emily me trajo a la mente una asquerosa revelación, o mas bien explicaba con lujo de detalles la agradable humedad que sentía en mi pierna. No habia sido un sueño. Snifff…
Miré mis vaq...ueros y vi en ellos una mancha oscura que confirmó mis sospechas. Joooo…No me habia meado un perro, pero si la moco menor. Por lo menos de una cosa a la otra, mejor la moco ¿No? Y si ella me meaba ¿Que de raro tenia? No significaba ninguna novedad. De momento me había vomitado, me habia tirado la comida encima, me habia dado un remojón involuntario y me había meado encima; por tanto, solo me quedaba...Puagg…dejesmolo a las suposiciones no fuera hacer que se convirtiera en realidad.
Depósite con rapidez a Emily en el suelo y me levanté de la mecedora. Algunos músculos en los que no había pensado en años protestaron elocuentemente. Te estas poniendo viejo Just. Ya ni visitar al gimnasio interdiario te ayuda. Hay los años no perdonan.
Y una vocecita procedente de la puerta llamo mi atención. Adriana estaba entrando en la pieza arrastrando una gastada manta.
— Oh, oh, has tenido un accidente.
— Buenos días, Adri. El accidente lo ha tenido tu hermana.
— No importa. Yo también tengo accidentes — la niña bajó la voz —. Pero no debes culpar a Emily. Mamá dice que cuando uno se mete en problemas tiene que asumir la responsabilidad de lo que ha hecho.
— Emily se ha quitado el pañal — Excelente Just. No seas boludo. Otra vez vas a discutir con una niña de tres años.
— Eso es por que le pica. Yo solía usarlos y también me picaban cuando estaban mojados — Adriana habló con la suprema autoridad de alguien que llevara al menos un año sin usar pañales.
Y si que picaba. Yo podía dar fe y testimonio de ello. Necesitaba cambiarme de vaqueros. De hecho, necesitaba una ducha y un afeitado urgentemente.
Cuando sali al pasillo con Emily y Adriana, me di literalmente con la tia de bruces. La sujeté por el brazo para que recuperara el equilibrio y una oleada de atracción me recorrió al sentir su cálida carne bajo la palma de mi mano. Algunos miembros de mi cuerpo se habian mostrado torpes y entumecidos por mi mal dormir, pero otros, otro en particular ni se dio por enterado. Y todo por un misero toque.
Un chichón del tamaño de una pelota de ping pong en el centro de su frente y unas grandes ojeras me miraron.
— ¿Qué te ha pasado? — pregunté, sorprendido —. Tienes un aspecto horroroso.
— Tampoco puede decirse que vos tengas un aspecto maravilloso esta mañana. Tropecé y me golpeé en la cabeza. Luego, Liliana se sintió impulsada a mantenerme despierta toda la noche jugando al poker. Según ella, quería asegurarse de que no sufriera una conmoción cerebral. Yo creo que lo que quería era jugar al poker. Así que me he dado un buen coscorrón en la cabeza y no he dormido.
Y estaba de mal humor. Yo estuve a punto de preguntarle si estaba segura de que no se trataba del síndrome premenstrual, pero me contuve.
— ¿Y contra qué te golpeaste para hacerte un chichón como ese? — utilicé la mezcla justa de compasión y preocupación para obtener la respuesta a una pregunta que no tenía derecho a hacer.
— Contra el escritorio de Joe. La puerta del despacho se cierra automáticamente y no me retiré a tiempo de su trayectoria.
Yo debería haber estado husmeando en el despacho de Hudgens en lugar de haber echado una cabezadita en la pieza de Emily. ¿Pero qué hacía ____ en el despacho de Hudgens después de media noche? Preguntar aquello ya habría sido demasiado.