Capítulo 5 | Estoy enamorado... papá.

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Por supuesto que Christian no iba a quedarse de brazos cruzados; aunque al principio pensó que era atinado esperar a que Carrick y Carla regresaran, la angustia fue tal que le resultó inadmisible poder quedarse allí aguardando por más tiempo.

Se subió a su Cadillac y partió raudamente. Maldijo por no haber elegido un automóvil más ágil, pero había traído ése para que los abuelos viajaran cómodos. Del salpicadero, extrajo un móvil de repuesto que siempre llevaba con él y, tras los interminables minutos que transcurrieron hasta que éste se encendió, lo conectó al manos libres. Llamó de inmediato a Ana; sin embargo, ella no le cogía el teléfono, su llamada iba de manera obstinada al correo de voz.

—Atiéndeme, nena; por favor, hazlo.

Intentó comunicarse con ella varias veces, pero nada, siempre obtenía el mismo resultado. Tras elucubrar acerca de adónde habría podido ir Ana, llamó a su más eficiente investigador.

—Necesito con urgencia que me consigas una dirección.

—Hola, Grey. Dime, ¿de quién se trata? ¿Te encuentras bien? Porque veo que me estás llamando desde uno de tus móviles alternativos.

—Sí, sí, estoy bien, sólo búscame ya mismo la dirección de Jack Hyde.

—¿Número de patente, algún número de identificación con el que cuentes?, ¿alguna otra seña particular que me indique dónde buscar? ¿De qué caso es esto?

—Es personal, Welch. Se trata de un médico del hospital Presbyterian Lower Manhattan, es todo lo que tengo, y también hay una recepcionista de Urgencias que trabaja allí mismo... se llama Mía, pero no sé su apellido; búscame su dirección también. Necesito más que nunca de tu eficacia.

—Déjame hacer mis averiguaciones, en un rato te llamo.

—Lo necesito todo ya.

—Tranquilo, ya estoy tecleando en las bases de datos, mientras hablo contigo.

De pronto se cruzó en el camino con Carla y Carrick. Su padre reconoció de inmediato el vehículo y le hizo señas con las luces para que se orillara, pero, por supuesto, no le hizo caso. Cuando estaba a punto de entrar en la ciudad, sonó su teléfono.

—Tengo noticias para ti, te lo envío todo por texto.

—¿Has conseguido las direcciones?

—¿Cuándo no consigo algo que me pides?

—Muchas gracias, Welch.

Christian decidió que primero iría a la casa de la amiga; le pareció lo más apropiado, o al menos era lo que en verdad ansiaba, que Ana no hubiera corrido a los brazos del medicucho.

Llegó al apartamento, ubicado en el Bronx, y dio una rápida ojeada a las inmediaciones, pero no vio el coche en el que había salido Ana. De todas formas, llamó al interfono y lo atendió un hombre.

—Buenos días, ¿se encuentra en casa Mía Benson?

—¿De parte de quién?

—Soy Christian Grey, un amigo de Anastasia.

—Sé muy bien quién eres, pero no creo que seas precisamente un amigo de Ana Un momento, voy a ver si mi esposa te puede atender.

—Muchas gracias.

Por lo visto, allí no le esperaba un buen recibimiento, pero era de suponer.

—Sube —volvió a contestarle la masculina voz.

Ascendió al tercer piso por la escalera y, cuando llegó, Mía lo esperaba con la puerta del apartamento abierta y Ethi en sus brazos, calzado en la cadera.

Peligroso Amor©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora