Capítulo 20 | Dolo eventual.

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Dolo eventual
Es el conocimiento y la aceptación previa, por parte de una persona, de la posibilidad de que se produzca una determinada consecuencia como consecuencia de su actuación. (Derecho.)

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Ana continuaba en el apartamento de Christian; cada vez que le decía que se iba al suyo, él encontraba una excusa para hacerla quedar.

—¿Cómo te ha ido en las entrevistas?

—Bien, la última que he realizado es la que más entusiasmada me tiene. Quiero entrar en el Mount Sinai, es un sitio de mucho prestigio y... he hecho trampa. Hizo un mohín—. Ahora me siento mal.

—¿Has hecho trampa? —preguntó Christian mientras se sentaban en el salón a tomar una copa de vino; Gail estaba terminando de preparar la cena.

—Sí. —Christian pasó un brazo sobre su hombro, atrayéndola contra su cuerpo—. Como quien no quiere la cosa, he usado por primera vez el nombre de mi madre... ¡Dios! —Ana se cubrió el rostro—. Me siento terrible por haberlo hecho, pero el lugar me sedujo tanto que... quiero trabajar en el St. Luke's, Christian.

—Ven aquí, tonta. —Le besó la sien y la aplastó contra su torso—. Si lo consigues, no será por el nombre de tu madre, estoy seguro de eso; sólo has hecho que te presten atención, nada más, pero el puesto será tuyo si es que te consideran apta.

—Ésa ha sido mi intención; sólo he mencionado su nombre para que no arrinconen mi hoja de presentación. De todas formas, creo que la persona que me atendió no me prestó demasiada atención.

—Lo conseguirás, estoy convencido.

Le plantó un beso en la boca.

—Voy a enviar unos correos electrónicos antes de que esté la cena, y a darme una ducha, ¿te importa?

—Ve tranquilo; le echaré una manita a Gail, para poner la mesa.

Christian se internó en su despacho y encendió su ordenador; desde allí se metió en la agenda de clientes de Grey & Associates, con rapidez buscó la información que necesitaba, cogió su móvil y realizó una llamada.

—¿Thompson?

—Grey, ¿abogado, eres tú?

—¿Cómo andas, John? Veo que mi llamada te ha sorprendido.

—Pues no vas a creerlo, pero ayer estuve pensando en ti, iba a llamarte esta semana.

—Ah, ¿sí?

—Sí; me caso, y quería pedirte que me preparases un acuerdo de bienes prematrimonial.

—Veo que has aprendido y que ahora serás todo lo precavido que no fuiste en tu primer matrimonio.

El hombre sonrió y asintió a las palabras de Christian.

—Bien, no tengo aquí mi agenda, pero ya apunto que el lunes te llame mi secretaria para darte cita.

—Muchas gracias, Grey. La verdad es que tu llamada me ha venido como anillo al dedo, pero... dime, ¿para qué querías hablar conmigo? Presumo que necesitas algo, no creo que sea por pura cortesía; sé que eres un hombre muy ocupado y, aunque quisieras llamar a cada uno de tus clientes, tu tiempo no sería suficiente.

—Tienes razón, John. Casualmente recordé que mi despacho hace años que lleva tus asuntos y también recordé cómo salvé tu capital cuando te divorciaste hace dos años, y entonces me dije «John es un hombre muy agradecido, así que no tendrá ningún problema en echarte una mano, puesto que tú se la diste cuando necesitó que le preparases un caso de adulterio a su mujer, consiguiendo un amante para ella».

Peligroso Amor©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora