Capítulo 11 | Obligándose a sentir.

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Tras terminar ambos su jornada laboral, el joven cardiólogo no perdía oportunidad de estar cerca de ella, y era más que evidente que la distancia que los separaba de Nueva York había sido propicia para que él ganara bastante terreno, así que le propuso a Ana que cenaran juntos.

—Me parece una excelente idea.

—¿Te viene bien en mi piso? Aún no he resuelto lo del coche, y eso me dificulta el regreso si soy yo quien va a tu casa.

—Claro, será un placer.

—En ese caso, vámonos.

A pesar de que Ana siempre intentaba ser indiferente con relación a sus insinuaciones, Hyde no perdía las esperanzas de conquistar su corazón. Allí, lejos de todos, ella parecía necesitarlo y a diario compartían juntos muchas horas. Llegaron al piso de alquiler de Jack, situado en la calle Bosch i Gimpera, casi frente al Liceo francés de Barcelona y muy cerca de la clínica.

—Permíteme tu abrigo y tu bolso, Ana —le indicó solícito, mientras la ayudaba a quitárselo cuando entraron en el apartamento.

—¿Tienes apetito?

—Me muero de hambre.

—Ésa es una gran noticia.

—¡No te burles! Sé que he perdido peso y he perdido mis curvas.

—No me burlo y, aunque estás más delgada, sigues estando muy guapa, pero aprovechemos tu apetito y cocinemos algo rico, a ver si logramos recuperar tu peso.

Tras cenar algo ligero, se encontraban sentados en el salón mientras tomaban un café. Jack parecía muy entusiasmado especializándose en cirugía cardiovascular pediátrica; no dejaba de hablar y le refería una técnica que había practicado, la cirugía de Glenn bidireccional como paso previo a la cirugía de Fontan. Ana, ahora más empapada de temas cardiológicos, lo escuchaba atentamente mientras él le detallaba el procedimiento que servía para mejorar el flujo de sangre a los pulmones.

—Los pacientes que necesitan esta cirugía son los que sufren un defecto congénito del corazón; por lo general, sólo les funciona correctamente un ventrículo y eso hace que el corazón no envíe suficiente sangre al cuerpo y a los pulmones.

—Corazón univentricular.

—Exacto. Algunos de los signos que nos indican la posible existencia de esta anomalía es que los niños presentan la piel, los labios y las uñas azuladas.

—Eso se produce debido a la falta de oxígeno en la sangre.

—Correcto, son las que llamamos cardiopatías complejas. —Jack continuó explicándole el procedimiento.

—La verdad, parece increíble que, siendo mi madre cirujana cardiovascular, haya procedimientos que realmente desconozca. O sea, éste lo había oído nombrar, pero no tenía ni idea de cómo se realizaba.

—No es tu especialidad, Ana; tu tarea es la de encargarte de estabilizar al paciente para que luego nosotros nos ocupemos de darles un tratamiento adecuado.

Hyde le tocó el hombro y deslizó la mano por el brazo de ella, quedándose con su mano en la suya; le acarició la palma y luego, sin poder resistir la tentación que significaba la médica para él, se llevó dicha mano a los labios y se la besó, mientras la miraba por entre las pestañas. Calmado, le entregó una diáfana sonrisa que Ana recibió y agradeció, retribuyéndosela.

—Eres tan bonita...

Se aproximó un poco más a ella y le apartó el pelo de la cara, despejándosela.

—Mereces enamorarte de alguien que te trate como a una reina, porque eso es lo que eres.

—Jack...

Peligroso Amor©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora