¡Mis amores, contengamos la respiración y disfrutemos leyendo este capítulo! Los malos empiezan a pagar.
Lo que muchas queriamos leer.
Continuemos...
La rutina en la clínica, gradualmente, iba siendo propicia para su humor. Si bien la actividad en la sala de Urgencias no era tan intensa como en el Presbyterian, cuando llegaban las emergencias los ponían a todos en jaque durante varias horas.
Otra semana más había pasado y Ana se las arreglaba para que su voluntad sobreviviese cada día, con la esperanza de que, por fin, dejaría de sentir como lo hacía. Esa tarde, antes de salir para el trabajo, buscó algún libro para llevarse y leer durante los ratos en que el trabajo flaqueara, pues le tocaba guardia nocturna, y fue entonces cuando recordó el que había cogido para leer en el avión, que no llegó a tocar porque el recuerdo de Christian y su angustia le impidieron concentrarse en él.
-¿Dónde lo habré metido?
Revolvió sus cosas, hasta que al final se le ocurrió preguntarle a Conchi, el ama de llaves de la casa, por si ella lo había visto.
-Conchi, ¿no has visto un libro con una cubierta en negro y unas personas vestidas con túnicas en colores marrones? Se llama El nombre de la rosa, pero el título está en inglés, The name of the rose.
-¿Has mirado en la biblioteca de arriba? Tal vez lo encontré dando vueltas por ahí y lo puse en alguna estantería. ¿Quieres que lo busque?
-Deja, sigue con tus cosas, yo lo miro.
Ana ascendió a la segunda planta, y allí lo vio de inmediato, metido entre unos textos de medicina de su madre.
[...]
Habían pasado cinco semanas y no conseguía aprender a convivir con la realidad de saber que Anastasia se encontraba lejos de él; pensarla le dolía malditamente demasiado. Por eso, intentaba mantenerse ocupado para no caer en esa angustia que le quitaba la respiración. Su profesión, por supuesto, lo ayudaba a distraer su mente.
El trabajo en su bufete cada día se tornaba inagotable; si bien no podía litigar, porque ahora tenía un cargo como funcionario público, seguía controlándolo todo como antes de su nombramiento. Los casos pro bono que antes casi siempre rechazaban en el estudio, ahora habían crecido considerablemente y él se encargaba de no perderles la pista a quienes los dirigían; la tarea allí era inagotable, al igual que la intensa actividad en la fiscalía. Durante la semana, no faltaba a ningún partido de fútbol americano en los que participaba su equipo, formado por abogados, como tampoco eludía las reuniones que organizaba con sus íntimos para jugar campeonatos de Xbox acompañados por litros de cerveza. Cualquier excusa para mantenerse ocupado y distendido era buena para no pensar, para no añorar, para no desearla...
Cada día que pasaba, sentía que la perdía un poco más y que él no encajaba en el contexto de nada de lo que emprendía. Cuando llegaba a su casa por las noches, porque se quedaba casi siempre trabajando hasta tarde, se encontraba con las viandas que la señora Gail le había dejado; comía sin ánimo, y luego se internaba en el gimnasio durante dos horas para cansarse y poder dormir. Desde que Ana se había ido, había implementado una nueva rutina, actividad física por la mañana y también por la noche.
Esa noche no difería de las demás, así que, tras usar todas las máquinas, se dio una ducha, pero se sentía fastidiado y sin una gota de sueño. En busca de una nueva opción que lo agotara, decidió ir la piscina cubierta del edificio. Allí, nadó hasta que acabó perdiendo la cuenta de cuántos largos de ida y vuelta había hecho, y sólo se detuvo cuando comenzó a sentir todos los músculos entumecidos. Había días en los que nada de lo que hacía parecía ser suficiente para alejar a Ana de sus recuerdos. Eso, por supuesto, lo agobiaba desmedidamente, pues el paso de los días no sosegaba su desesperanza y, obviamente, no le gustaba sentirse de esa forma. Para colmo, el estrés que experimentaba había hecho regresar sus pesadillas y eso provocaba que, en mitad de la noche, se despertara empapado en sudor, y temblando por las imágenes que lo invadían en sus sueños. Todo parecía demasiado real, y hasta creía volver a captar los olores de esa maldita noche. La sensación de inestabilidad era creciente, tanto que incluso estaba pensando en volver a terapia si continuaban esos recurrentes sueños.
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Peligroso Amor©
FanfictionLa ordenada vida de la doctora Anastasia Steele de pronto se desmorona y se encuentra con el corazón destrozado por haberse enamorado del hombre que no debía. El reconocido abogado Christian Grey continúa sumando éxitos en su carrera, pero aunque lo...