Capítulo 18 | Pro se.

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Pro se
Frase jurídica que significa por derecho propio. Comparecencia ante el tribunal de una persona sin representación legal. Prudencia, templanza, cautela, moderación. Sensatez, buen juicio, discernimiento, cordura. Virtud que consiste en saber distinguir lo que es bueno o malo para seguirlo o huir de ello. (Derecho.)

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Ya en la cocina, Gail está sirviendo el desayuno para ambos; en la casa ya no quedan resabios de la fiesta de la noche anterior, todo luce inmaculado de nuevo.

—Oh, Gail, tendrías que haber esperado a que me levantara para ayudarte a recoger.

—Lo he hecho mientras el señor estaba en el gimnasio, tampoco es que me haya levantado tan temprano; lo he hecho a la hora de costumbre, así que no se sienta culpable. Si me permiten, voy a terminar de repasar la terraza.

Christian asintió con la cabeza y la empleada se marchó.

—¿Qué tienes pensado hacer hoy?

—Tengo que buscar un camión para que recoja mis cosas del guardamuebles y luego se encarguen de llevarlas a mi apartamento. Si no te molesta, desempaquetaré un poco de ropa, porque, hasta que me instale de nuevo en mi casa, andaré con todas las prendas arrugadas si éstas continúan en la maleta.

—Dile a Gail que te ayude a hacer sitio en mi vestidor; no hay prisa para que te vayas, Ana; justo acabas de regresar de Barcelona y quiero disfrutarte.

—Gracias por tu hospitalidad, pero no quiero abusar.

—Pronto serás mi esposa, y tendremos que convivir de por vida.

—Lo sé, sólo quiero dejarte disfrutar de tus últimos días de soltería.

—He tenido demasiados días de soltería, te lo aseguro. —Él se inclinó y le estampó un beso en los labios.

—También tengo pensado enviar mi currículo a algunos hospitales; no olvides que estoy formalmente desempleada y no pretendo ser una mantenida.

Grey terminó de una vez su batido proteico, se puso de pie y se situó en medio de sus piernas mientras la agarraba el trasero. Ana se encontraba sentada en una de las banquetas altas de la barra del desayuno.

—Pues quiero mantenerte, quiero que te des todos los caprichos, quiero consentirte... Si deseas trabajar, no me opondré, pero... con tu dinero puedes hacer lo que a ti te plazca, planeo encargarme yo de todos los gastos.

—No me extraña que suenes tan machista.

—Soy machista, eso no cambiará.

—No pretendo que cambies, me encanta tal y como eres, pero me gustaría colaborar con la economía cuando nos casemos.

—No es necesario.

—Para mí sí lo es. Un matrimonio es la unión de dos personas que se comprometen a apoyarse en todo. Sabes que no soy una comodona, y eso tampoco cambiará. —Se besaron—. Por cierto, si tienes algún plan para hoy, no lo canceles; ayer quedé en cenar con Mía y Ethan.

—¿Por qué no los invitas aquí y cenamos todos juntos?

—No quiero invadirte. Además, está Ethi... es pequeño y aquí hay muchas cosas que pueden romperse y está en la etapa de tocarlo todo para experimentar el tacto.

—No me invades. Además, me gustaría conocerlos mejor; pronto viviremos juntos y supongo que ellos vendrán a menudo. En cuanto al niño, es un niño, no pretendo que esté inmóvil, no soy un cavernícola.

Ella asintió.

—¿Viviremos aquí?

—¿Dónde quieres hacerlo?

—No voy a obligarte a vivir en mi apartamento siendo éste tan amplio.

—¿Quieres que busquemos otro?, ¿deseas que nos mudemos a un hogar exclusivo de los dos?

—No, Christian, este lugar es muy cómodo.

—Pero tal vez prefieres decorar un apartamento a tu gusto; supongo que a las mujeres les gusta eso de decorar el hogar conyugal.

—No tendría tiempo; sabes que los horarios que comporta mi trabajo son confusos. Los cambios que has hecho en el dormitorio son más que suficientes.

—Si quieres que esto se vea diferente, puedes hacer los cambios que te plazcan.

—Gracias, lo tendré en cuenta.

Se abrazaron por unos segundos, disfrutando de la presencia del otro.

—Bueno, iré a recoger mis cosas, debo ir a trabajar.

—¿Puedo usar el Mac de tu escritorio? Acabo de darme cuenta de que olvidé el mío en casa de Carrick, luego pasaré a recogerlo.

—Claro, usa lo que desees... empieza a sentirte como en tu casa, la clave es —se acercó a su oído y, en un tono secretísimo, le dijo—: CTGAnastasiaSteele; usa las mayúsculas del nombre y el apellido.

Se apartó y la miró a los ojos para percibir su reacción; ella había elevado ambas cejas y una sonrisa victoriosa, que intentó ocultar, tiró de sus labios.

—Sí, así de idiota me tienes; mis claves son tu nombre después de mis iniciales.

—Yo no he abierto la boca.

Él le guiñó un ojo y se marchó a su despacho a recoger sus cosas; ella, apresurada, fue a buscar su móvil, que había quedado en el dormitorio, y también un libro que había empezado a leer en el avión. De regreso, interceptó a Grey cuando ya salía de detrás de su escritorio; tenía el maletín en una mano y tecleaba algo en el móvil con la otra.

—Usurparé tu despacho.

—Perfecto. Ahora dame un buen beso de despedida.

Cuando terminó de apropiarse de su boca, le preguntó:

—¿Qué tienes ahí atrás?

—Ah, un libro que vine leyendo en el vuelo. —Se lo mostró casual, pero él le cogió la mano para ver el título.

«Adult Bipolar Disorder.»

La miró con fijeza a los ojos y tragó saliva.

—Soy médica, Christian, me gusta investigar.

—No he dicho nada —replicó en un tono que evidenciaba la rigidez que también su cuerpo había mostrado.

—No pretendo ocultarme de ti: quiero saber de esta enfermedad y la psiquiatría no es mi rama; por lo tanto, investigo, me informo... He comprado varios manuales; si deseas, puedo prestártelos; lo que he leído me ha iluminado bastante.

—No es necesario, conozco la enfermedad de primera mano.

—Creo que lo que tú conoces de la enfermedad son las derivaciones a raíz de un tratamiento inadecuado, me extraña que siendo un abogado emplees tan mal la semántica del caso, deberías saber mejor que nadie que un proceso se puede perder por una semántica errónea.

—Mi semántica es muy buena —desmedido extendió su mano exponiendo las cicatrices frente a sus narices—, la semántica de la enfermedad me acompaña a donde quiera que vaya.

Se sostuvieron la mirada durante algunos instantes y, aunque ella quería continuar diciéndole algunas cosas, se mordió la lengua; no quería pelear, debía ser inteligente para derribar sus barreras poco a poco.

—Voy con retraso, me voy. Llámame si finalmente tus amigos no vienen a cenar aquí; no quiero parecer clasista, pero el barrio en el que viven no es muy seguro, prefiero irte a buscar si es que finalmente vas tú.

—Apenas lo sepa, te avisaré, pero he ido varias veces y jamás me ha pasado nada.

—Llámame.

—También puedes hacerlo tú.

Asintió con la cabeza, pero no contestó. Se alejó, dejándola de pie frente a la entrada del despacho.

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Peligroso Amor©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora