Confesiones
Declaración que alguien hace de lo que sabe, espontáneamente o preguntado por otro.Se dieron una ducha que nada tuvo que ver con la lujuria; ambos demostraron que la prioridad era cuidar del otro. Inmediatamente después de vestirse, utilizaron el ascensor para bajar a la cocina.
—No creí que regresarías a Barcelona —dijo ella con timidez; estaban apoyados en el fondo de la caja de acero.
Él la miró resolviendo qué contestarle; entrecerró los ojos, le sonrió anhelante y entonces le preguntó:
—¿Querías que lo hiciera?
—Creo que...
—Di lo que piensas, por favor, lo que sea.
—Sí. Aunque no quería admitirlo, me apenó saber que te habías ido y, luego, los días que pasaron y no recibí siquiera un mensaje tuyo... todo hizo que no pudiera dejar de pensar en ti. Extrañé recibir las flores a diario, ya me había acostumbrado; odio acostumbrarme tan pronto a ti.
Christian continuaba sonriendo, y ella no podía dejar de mirar su sonrisa. Le encantaba malditamente cuando sonreía y se le achinaban los ojos y elevaban las cejas; cuando él sonreía, era como si el sol asomara en lo más alto.
—Nunca me fui —declaró él, sorprendiéndola, y en verdad que lo hizo porque ella abrió los ojos exageradamente—. Ya te dije que nunca más te ocultaré nada... — «Bueno, no te diré que Gail fue mi cómplice; al menos, por ahora, no lo haré», pensó mientras continuaba con la explicación—, así que quiero ser sincero contigo. Quería ponerte a pensar, quería saber si me extrañabas. Vine a Barcelona con un propósito y no me iré hasta conseguirlo.
Él se acercó peligrosamente e invadió su boca, haciéndola suya una vez más. La besó de una forma que el oxígeno dejó de subir a su cerebro y Ana tuvo que aferrarse con fuerza de sus bíceps para no caerse. Christian la cogió con fuerza, apretándola contra su cuerpo, para penetrar más en su boca. El ascensor se había detenido hacía rato, pero ellos no se daban por enterados. Ana advirtió un húmedo calor en su entrepierna, y sus pezones dolieron intentando atravesar el sujetador. Pensó que iba a morir de ahogo, y comprendió que quería a ese hombre en su vida, que lo necesitaba para sentirse completa y, al parecer, él también la quería en la suya. ¿Debía, acaso, arriesgarse y confiar una vez más en él? Se dijo que no podría soportar que le fallara de nuevo, pero parecía imposible alejarse de él; sus besos sabían malditamente bien, y despertaban cada célula de su cuerpo. Christian se apartó de improviso y la arrastró fuera del ascensor.
Al entrar en la cocina, se encontraron con Conchita, quien cantaba espantosamente; tenía los cascos puestos y desafinaba sin compadecerse de quien la oyera. Ella estaba de espaldas y no se había dado cuenta de su presencia; sacudía los sillones del salón que conectaba con la cocina de estilo americano, mientras cantaba y bailaba al ritmo de Upside Down en la voz de Paloma Fith.
—Canta de pena, horrible —dijo Christian frunciendo el entrecejo—. Y su inglés es pésimo — aseveró.
—Es tan divertida... pero creo que tienes razón, el canto no es lo suyo, y el idioma mucho menos; aunque ha mejorado bastante, la estoy ayudando con eso.
Ana ya estaba abocada a preparar el desayuno cuando la joven empleada se dio media vuelta y se sobresaltó.
—Coño, ¡la madre que los parió! Qué susto que me han dado... buenos días. Podríais haberme avisado de que entrabais —soltó la empleada mientras se quitaba los auriculares.
—La próxima vez, te llamaremos por teléfono —retrucó Ana muy divertida—. ¿Qué haces aún aquí?
—Ehh... Iba a marcharme después del mediodía, pero creo que me iré ahora mismo; no sabía que tenías compañía. —Le guiñó un ojo sin importarle que Christian la estuviera viendo y él murió de risa—. Vaya, qué bien acompañada estás.
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Peligroso Amor©
FanfictionLa ordenada vida de la doctora Anastasia Steele de pronto se desmorona y se encuentra con el corazón destrozado por haberse enamorado del hombre que no debía. El reconocido abogado Christian Grey continúa sumando éxitos en su carrera, pero aunque lo...