CAPÍTULO 30: LOS NOVAK

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Una hora y media manejando por la carretera nevada hacia la frontera con Bélgica había hecho que Kyan Novak entrara en una especie de transe autómata.

Escuchaba por oír algo, a un par de conductores contestar llamadas acerca de los deseos navideños de los radioescuchas. Era bastante predecible y hasta un poco cursi, esas fechas ponían a la gente bastante más sentimentales.

"Quiero reunirme con mi familia" había dicho una mujer de voz ronca que recién había contado que acababa de ser abuela y deseaba conocer a su primer nieto.

Reunirse con su familia era sin duda un buen deseo, esta vez no podía ser cínico al respecto. Él mismo estaba intentándolo en ese momento, ¿no era así?

Apenas daba la una, hacía menos de una hora había alquilado un coche y avisado a Aurore que iba en camino a la Casa Azul, el lugar donde había crecido. A ella la conocía desde hacía más de una década, ella era la segunda niña de la que Neru se había hecho cargo después de él, pero no la última.

Y había otro motivo, Kyan estaba a cargo de la dirección de la Fundación Neru Novak y aunque tenían un puñado de patrocinadores que daban donaciones regulares, esencialmente era él quien sostenía la casa hogar y Aurore quien la administraba.

Mila, una de las pequeñas de la casa, al saber que iría a Ëlwen, le había mandado muy propiamente una postal (cuyo dibujo sospechaba había sido creación suya), en la que lo invitaba a pasar la cena navideña en la Casa Azul, como una "gran cena en familia". Tal como en los viejos tiempo, un montón de chiquillos y mucha comida.

Aurore le había advertido, sin embargo, que Neru estaría ausente en Navidad, que había decidido no dejar el asilo. Eso era muy extraño.

Cuando había inquirido acerca de aquella razón, hacía recibido evasivas.

Detuvo el motor del auto, había llegado a su destino.

Se dio un momento para contemplar la casa y que ahora tenía frente a él, angosta y alta como un cartón de leche. Al encontrarse en las afueras del poblado de Troisvierges, el terreno disponible era muy vasto, siempre había pensado que era perfecto para tener un huerto urbano, pues incluso con el frío de montaña que podía llegar a tener esa parte alta del país, el viento helado podía evitarse con un invernadero.

La casa necesitaba una buena pintada desde hacía tiempo, su apodo de casa Azul resultaba más vibrante que lo que de verdad era.

La sensación en ese lugar era el de un bosque silencioso, en un sitio remoto en una localidad tan chica, un pueblo sencillo cuyo ambiente conocía tan bien, que se había emancipado joven.

Neru hacía unos años había hipotecado la casa y había estado a punto de perderla, en esos entonces, Kyan acababa de cerrar el negocio más grande que había tenido en su carrera hasta ese momento, que le llevaría a ser invitado por Roger Miller a trabajar en Muggen, así que decidió comprarla y regalársela.

Pero Aurore tenía la idea de la Fundación, que su abuela aceptó de inmediato. Se creó la sociedad civil en cuestión de semanas y la casa hogar entró en operaciones poco tiempo después, acogiendo a 10 niños, cifra que al año siguiente se duplicó. Pero no se podía crecer más, no sin ampliarla.

Vio salir a una mujer menuda y pequeña en el final de sus sesentas, era Erika, la trabajadora social y cocinera. Lo esperaba en la entrada, agitando la mano en forma de saludo. Kyan devolvió el gesto y apresuró el paso, cuando estuvo a pocos pasos de ella, Erika lo tomó de la muñeca para acercarlo y plantarle tres besos en las mejillas, como siempre hacía sin importarle sus protestas.

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