CAPÍTULO 7: EX AMANTES

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En cuanto el elevador abrió sus puertas, una vista espectacular se mostró ante Baladi.

Las paredes de cristal en el piso de Reiner Köhler generosamente enseñaban lo magnífica de aquella privilegiada locación, la belleza congelada del parque hundido en la bruma como segundo plano y las extendidas colinas blancas sobre las cuales yacía la pequeña urbe en el fondo de aquel elegante cuadro.

El hotel Hollerech había sido construido recientemente y era obviamente muy muy costoso, pero el hombre que lo había invitado ahí pertenecía a esa clase de personas dueños de autos deportivos, mansiones y yates, casi todos empresarios, funcionarios de alto nivel, exitosos profesionistas consentidos por sus empresas... o inversionistas como en este caso.

El italiano se quitó la bufanda dorada que llevaba, dirigiéndose a la ventana para ver como la nieve descendía con suavidad desde uno de los edificios más altos de la zona.

Era un espectáculo digno de admiración sin duda.

Una belleza melancólica como el recuerdo de un amante lejano.

- Aquí hace más frío ahora que en Berlín, ¿puedes creerlo?- dijo su anfitrión a sus espaldas, pudo ver en el reflejo del cristal como se quitaba los guantes- Y estamoshablando de uno de los rincones más gélidos del centro de Europa.

- Por favor, ayúdame a entenderlo. Sé que nunca fueron de tu agrado los climas de países fríos, y negocios o no, eres alguien que podría vivir donde se le placiera.

Su voz sonaba tersa y educada. Reiner lo miraba de espaldas, su largo cabello y su postura perfecta hacían de Enzo algo más interesante de ver que la vista exterior.

¿Cuándo se había vuelto tan refinado al hablar?

- Bueno, siempre cuento con un bourbon para el frío, dicen que es lo mejor que puedes tomar en invierno- contestó, quitándose también el abrigo.

Y empezó a caminar a través de ese colosal penthouse dirigiéndose al bar de placas de mármol gris.

- Así que dejaste el whisky por el bourbon.

- No, no lo he dejado. Pero me topé con este Hudson Baby, que es cien por ciento maíz americano- explicó con la botella ámbar en la mano- Hace dos semanas lo encontré en un pueblo cerca de Innsbruck. Es curioso como lo mejor a veces viene de donde menos lo esperas.

Baladi se giró para verlo servirlo sobre un par de hielos y aprovechó para echar un vistazo a donde se encontraba.

La decoración era sobria y masculina, maderas obscuras predominando el ambiente seguramente de teca oriental, asientos de cuero color chocolate y muebles de diseño nórdico minimalista. Era más de lo que incluso para una suite de lujo se podría esperar, soberbio y funcional. Seguramente Köhler lo había mandado a adaptar a su gusto, pensó el más joven y no le habría salido nada barato.

La sala a desnivel descendiente le recordaba a las suites de los años setentas en las casas de verano europeas, donde el jet set vivía su apogeo en las locaciones más exóticas.

"Capri" pensó.

Baladi alcanzó el vaso que le era ofrecido, agradeciendo con una ligera sonrisa que apenas podría considerarse un gesto.

Dio un sorbo y de pronto sintió su boca saturada con el dulce sabor del licor, quemante por el alcohol en la lengua, pero suficientemente suave como para resbalar por su garganta.

Sin duda era un muy buen trago.

Un sorbo más vació el vaso. Y si hubiera pensado que bebía demasiado aprisa, Köhler desmentía esa idea, volviéndoselo a llenar como si fuera lo más natural.

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