06. Fundidos de pasión.

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Mis manos se apoyaban en la jofaina mientras me veía en el espejo, me sentía totalmente aterrado. Abrí el grifo, mojé mi rostro, entretanto mi cuerpo temblaba de forma descontrolada y los latidos de mi corazón aumentaban su velocidad progresivamente. Odiaba la sensación de terror que me traía el hecho de lo que estaba a punto de hacer ya que siempre me he sentido inseguro de mí mismo, inseguro de todo, pero justo ahora, estaba la chica de mis sueños esperándome en la cama para hacer el amor.

Me esforcé por controlar mi respiración. Me quite la camisa, desapunte mi pantalón, baje la cremallera y lo retire de mis piernas. Me encontraba en ropa interior, así que baje muy lentamente mis interiores con una de mis manos y con la otra buscaba un condón. Al quedar totalmente despojado de mis vestimentas, sujete mi pene con una de mi muñeca mientras que con la otra me ponía el preservativo. Estaba listo para hundirme en un baño de pasión con mi amada, estaba listo para entregarle mi cuerpo y alma.

Me vi por última vez en el espejo y sonreí como un imbécil. Luego, abrí la puerta y justo estaba ella en la cama, cubriendo su cuerpo con una manta. Yo apague la luz, por lo que todo quedó totalmente oscuro y de una forma torpe me acerque a ella, a tal punto de que cuando me recosté mi cabeza se golpeó con la suya. Sus manos guiaron mi rostro a sus labios y nos fundimos en un largo y cálido beso de amor, de espléndido amor. Los segundos pasaban y como un pintor que usa un pincel para recorrer y dar vida a un cuadro, yo use mi lengua para desplazarme desde sus labios hasta su cuello, desde su cuello hasta sus senos, desde sus senos hasta su abdomen y desde su abdomen hasta sus piernas. Con mis manos puse sus piernas sobre mis hombros y con mi boca besé ambos labios de su zona íntima. Seguido de unos minutos de calientes besos, subí hasta su rostro en busca de sus ojos, provocando que ella mordiera mis labios y de forma dolorosa para ella, pero placentera para mí, con la medida más suave y delicada posible, la penetré Y fue así, cuando me encontré justo en su interior, entonces, cuando mi alma abrazo la suya con tal fuerza que nuestros corazones latían al ritmo de uno solo, que yo le pertenecía de forma absoluta a ella y ella a mí, solo a mí. 

Relativamente bien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora