25. Ojos verdes.

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La brisa hace rechinar el tejado llevándose las hojas muertas de los árboles que aún siguen vivos. El clima no es muy favorable, de hecho, hace tanto calor, pero ni siquiera este se iguala a tus cálidos abrazos o al menos lo que rememoro de ellos.

Mientras todo se viste de silencio a mí alrededor me recuesto en el suelo viendo al tejado, pensando en todo y en nada al mismo tiempo. Es increíble la sensación de vacío que te puede invadir durante tantos años convirtiéndote en extranjero de sí mismo. De repente, escucho vibrar mi teléfono en la mesa de noche y al girar mi cabeza hacia dónde esté se encuentra, percibo una fotografía que cambiará completamente ese momento. Me pongo de pie sin pensarlo dos veces, dirigiéndome hacia dónde la imagen se encuentra. Al llegar me quedo viéndola fijamente provocando que viaje en el tiempo y me sienta diferente.

Era una mañana de viernes, las nubes danzaban en el cielo y todo se sentía tan bien porque estábamos juntos. Una arcaica motocicleta nos sirvió de carruaje durante nuestro transcurso hacia el campo. En el camino había varios cuerpos de madera junto con algunas aves que entre silbidos y silbidos deleitaban nuestros oídos con la melodía más hermosa de todas. Kilómetros más tarde, nos topamos con una deslumbrante llanura donde el viento se paseaba sin problema por el pasto y las mariposas volaban libres como ángeles en el cielo. Tal fue la impresión que nos causó aquel lugar, que nos detuvimos y bajamos de nuestra carroza de dos ruedas para presenciar más de cerca aquella majestuosidad. Tú te adelantaste y con tus ojos verdes llenos de brillo presenciaste un tesoro de la naturaleza sin pronunciar ni una sola palabra durante algunos minutos. Yo tomé la cámara; quería guardar ese momento para siempre no solo en mi mente y en mi corazón, sino también en una fotografía para mostrarles a todos lo feliz que estabas. Te llamé y segundos más tarde volteaste a verme con una sonrisa tan espléndida que fácilmente pudiste haber iluminado todo el mundo en esa ocasión. Al volver a la realidad suspiro lentamente mientras unas lágrimas recorren mi rostro y caen justo sobre el retrato donde reposa tu regocijo. Me traes felicidad y dolor en iguales proporciones. Haber sido parte de tu vida fue lo más grandioso que he hecho en la mía y despertar cada mañana sabiendo que no volveré a verte rompe mi alma en tantos pedazos que parece imposible volver a ser absolutamente feliz.

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-En memoria de Nelly Serna Gutiérrez (1980-2014)

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