20. Ella. [Parte 3]

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Todos los presentes me ven con tal desprecio que siento que soy un error del destino. Yo solo puedo observarlos con la mirada sumergida en tristeza y decepción. Es increíble cómo una sola decisión puede echar a perder toda tu vida, rompiéndote en tantos fragmentos que parece imposible volver a ser el mismo, y entonces empiezas a sentir que estás muerto, aunque tus pulmones aún funcionen. En tanto hablan los abogados, los testigos, el juez, e incluso ella, yo no dejo de pensar en cómo su sonrisa paso de ser la luz del mundo y de mi mundo, a un mar de tinieblas que elimina cualquier rastro de fuego en él, cubriendo cada rincón de total oscuridad.

Cuanto más pasan los minutos todo parece estar perdido hasta que escucho que alguien me pregunta si me declaro culpable de todos los cargos de los que soy señalado, a lo que yo respondo con un sí de manera instantánea. Entre tanto, mis ojos se llenan de lágrimas provocando que gire mi rostro lentamente hacia donde ella se encuentra, y al hacerlo, su imagen quebranta lo poco que queda de mí. Entre gritos y silencios le digo que la amo, que me perdone, que estoy dispuesto a enmendar mi error de cualquier modo sin importar el precio. Dicho esto, ella me mira fijamente con un grado tan elevado de frialdad que parece que se le dificulta encontrar las palabras adecuadas para hacerme entender que me odia y que yo debería ser quien agoniza en el hospital como justo ahora lo hace su imbécil esposo, quién al parecer va a morir por mi culpa.

La sesión se termina y todos se retiran. En tanto, un guardia pone unas esposas en mis manos indicándome que lo acompañe. Al caminar por un pasillo, me suben a un auto de seguridad que está ubicado en la puerta trasera del juzgado, evitando así la turba enfurecida que pide mi cabeza. Mientras me llevan a una prisión, aprecio cómo el sol cae con tal felicidad al saber que volverá a iluminarnos a todos mañana, sin importarle qué tan solo se encuentra. Yo por otro lado, sé que es la última vez que veré tal evento desde un coche, pues, ahora pasaré lo que me resta de existencia en una jaula, sintiendo como toda mi vida fue un desperdicio. 

Relativamente bien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora