26. Tú me perteneces.

88 10 0
                                    

Al abrir la puerta te encuentro de pie junto a la cama vestida con una bata roja esperando por mis órdenes totalmente ansiosa. Con pasos lentos entro al cuarto contemplándote de arriba a abajo mientras tú me sigues con tus ojos aguardando el momento en el que te haré mía. Me acerco lo suficiente para estar justo en frente de ti y con mis dedos acarició tu boca viéndote fijamente mientras te sonrió. Segundos más tarde, empiezo a retirar tu vestimenta aproximando mis suspiros a tu cuello y depositando el primer beso en una de tus clavículas. Con mi mano derecha recorro tu espalda, llegando así a tu cintura y juntando tu cuerpo totalmente desnudo al mío lo suficiente como para sentir los latidos de tu corazón. En ese instante, te rodeo con mis brazos dándote un abrazo y te susurro al oído que tú me perteneces tanto como yo a ti. Dicho esto, con mis muñecas cubro tus senos ajustándolos suavemente mientras les brindó a tus labios dulces y cálidas mordidas. Mis palpitaciones se incrementaban con cada pizca de tiempo generando un deseo de lamer tu mejilla izquierda, luego tu cuello y después tus senos, brindando sutiles retoques en tus pezones, a la par con mis manos que recorrían tus glúteos. Empezaste a retroceder acercándote tenuemente a la cama y al encontrarnos justo detrás de está, pusiste tu mano en mi entrepierna. Cada segundo que pasaba se hacía más extenso, cada caricia que te daba se hacía más placentera; ahora estabas recostada sujetando mi cabello y guiándome a tu abdomen. Empecé a besar cada uno de los bordes de éste, para después ir bajando detalladamente hasta tu pelvis acercándome cada vez más a tus húmedos y calientes rebordes exteriores. Mi muñeca subió a tu cuello solo para apretarlo y mis labios se deleitaron hasta quedar totalmente impregnados de ti. Sin más remedio, retiraste mi camisa, desabrochaste mi pantalón y me despojaste de mi ropa interior. Todo estaba listo para unir nuestros cuerpos y sucumbir en el éxtasis del amor. Me puse encima de ti provocando que abrieras tus piernas y con una de tus manos sujetaste mi miembro llevándolo justo adentro de ti. Cada centímetro que avanzaba causaba que con tus uñas rasguñaran mi espalda hasta que la sangre se adueñó de tus dedos y entonces llegue hasta el fondo desbordando todo límite de placer. 

Relativamente bien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora