32. Nuestro final.

70 7 1
                                    

El único modo de luchar por ti es dejándote ir. Recuerdo cuando te conocí, especialmente porque ese día te sonrojaste con el solo hecho de verme, y yo como un tonto sonreí al apreciar en ti una extraña, pero dulce combinación entre inseguridad junto con ambición. Después de ese instante los que vinieron a continuación fueron una serie de rechazos de tu parte porque tú estabas herida, algún imbécil se burló de ti y para mi fortuna, debía pagar los platos rotos de este fantasma de tu pasado.

En diversas oportunidades rendirme parecía ser mi único consuelo, pero tu corazón se convirtió en un gran planeta, y yo en una insignificante nave espacial a punto de colisionar en él. Estaba perdidamente enamorado de alguien que no me incluía en sus sueños, no porque fuera cruel o indiferente, sino porque yo tenía el gran reto de tomarle de la mano e invitarle a soñar. Es como si sus alas se hubieran quebrado cuando al cielo quería llegar, pero ahora se encontraba junto a mí alcanzando las estrellas. Por "alas" me refiero a tu amor, por "estrellas" a tu sonrisa y aunque no lo mencioné, por "volar" me refiero a como me haces sentir cuándo estamos juntos.

Fue muy difícil lograr que te fijaras en mí, pero tuvimos la fortuna de tenernos el uno al otro durante muchos meses. Para mí desgracia las circunstancias empezaron a hacernos mucho daño, y odiaba la sensación de tristeza que me producían tus palabras de enojo, no conmigo, sino en contra de todos los bastardos que no querían que estuviéramos juntos.

Varias fueron las noches en las que luché contra monstruos mientras tú dormías, y tantas fueron las ocasiones en las que me sentí derrotado, que sin siquiera notarlo me convertí en uno de ellos. Una mañana solo desperté y todo era diferente, es como si alguien hubiera cambiado algo dentro de mí, como si fuera otra persona. Después solo vi como las lágrimas caían de tus ojos, y por ese momento me sentí destrozado. Había jurado golpear tan fuerte a quien te lastimara, pero, ¿Cómo puedes golpearte a ti mismo? ¿Cómo te puedo defender de la crueldad de los hombres cuando yo soy ahora el reflejo de esta?

Días más tarde, las cosas empezaron a decaer, sentía como nuestro amor moría, y aunque parecía ser inevitable el no poder arreglar nuestro castillo de ilusiones que orbitaba en el espacio de lo celestial, debía hacer algo.

Sin razón, pero con justificación decidí que estarías mejor sin mí. Aunque suene egoísta nuestro tiempo ya pasó, y no pretendo dejar que tus anhelos e ilusiones junto a mi te consuman. Con toda la sangre de mi corazón escribí una carta la cual guarde en una botella y la arroje al mar de lo platónico, donde los sueños irrealizados navegan eternamente, perdiéndose en el horizonte de lo perfecto. Fue allí donde deposité nuestro amor, y lo que escribí en aquel papel fue nuestros nombres, nuestros miedos, nuestros sueños, nuestra historia y nuestro final.

Relativamente bien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora