35. Mi dulce niña.

77 4 0
                                    

Alguna vez pensé en nosotros como algo más que este momento. Sé que no hay nada más allá de este preciso instante, pero quería por algún motivo tener cada segundo venidero junto a ti.

El futuro es un lugar misterioso, me aterra más que el pasado, no porque envejezca con cada minuto que pasa, sino que me duele la idea de que no lo haga contigo. No quisiera que te fueras nunca de mi lado, de hecho, solo con pensar en la posibilidad no sabes cuánto me lástima. Eres el motivo por el cual me levanto cada mañana, y en lo último que pienso al terminar mis noches.

Es simplemente indescriptible como me siento cuando estoy contigo; podría alardear diciendo que conozco el cielo, porque tengo la fortuna de compartir con el ángel más hermoso de todos, y eres tú.

El reloj avanza indiferente con el mundo, entretanto solo puedo percibir como todos se visten de negro entorno a ti, mientras hablan de lo que ahora es una utopía para mí. Yo solo puedo verte fijamente con el corazón hecho pedazos y una sonrisa quebrantada porque no imaginé que las cosas tuvieran que ser de este modo. ¿Sabes? Ahora soy quien escribe una carta a alguien que nunca la leerá; ahora soy quien se aferra al pasado en busca de recuerdos porque nada en el presente me hace feliz.

Un sueño sin sueños, un avión sin rumbo, una carretera sin horizonte, un ave que vuela hasta desintegrarse en el cielo, una mañana sin motivos, y una noche embriagada de memorias. Así puedo resumir mi realidad, aunque ahora signifique absolutamente nada.

No tengo presupuesto para estar sin ti, no me refiero al dinero, lo que intento decir es que siento que todo termina aquí para mí. Eras mi única familia, y ahora, mi única familia se va, ahora te marchas y estaré sola, quién sabe por cuánto, quién sabe cómo lograré hallarme en este universo hoy por hoy tan vacío.

Con el asombro inexistente de todos los presentes, levanto el vidrio del ataúd de polvo para poder besar tu frente diciéndote adiós para siempre. Fue ese el segundo más largo de mis días, porque, aunque tu piel se sentía totalmente diferente, mi sangre fluía por mi cuerpo tan rápido que por poco sentí que caería a tu lado. Resultó imposible sostener las lágrimas, así que fueron ellas las que tus mejillas humedecieron hasta que alguien me sujeto por la espalda sugiriéndome que debería salir a tomar un poco de aire. Mientras camine hacia afuera, el silencio armonizaba el lugar con lástima y tristeza, pero, al parecer nadie sabía cómo me sentía en verdad.

Entré más me alejaba de ti, más tonto resultaba vivir. Fue entonces cuando tome un taxi apresuradamente antes de que el sol se ocultará, y la luna del cielo se adueñara. No tenía rumbo, ni destino, todo se fue contigo. Le dije al chófer que me llevará a mi apartamento, y él sin siquiera preguntarme la dirección solo arrancó. Cuantas más calles avanzaba, más gélida sentía mi complexión, y un cansancio abrumador empezaba a adueñarse de mi ser. Sin darme cuenta el conductor se detuvo frente al cementerio, y al ver por la ventana no podía creer nada. Intenté abrir la puerta, pero estaba bloqueada, y en mi desespero le grité al taxista que me dejara ir. Él solo se quedó en silencio por unos segundos y al ajustar su retrovisor pude ver en sus ojos algo que ahora yo no tenía. Empecé a llorar mientras observaba por el vidrio con la esperanza de que ella me viera.

El timonel con un tono de voz realmente perspicaz, me explica que debo apreciarla desde esta distancia por última vez en tanto ella me despide en la eternidad. Suplique por un último abrazo, al menos para poder decirle que le amo, pero con un largo suspiro él dijo que no. La complejidad de la situación me mantenía perpleja, pero, por algún extraño motivo me empezaba a sentir feliz. Cerré mis ojos dejándome abrazar por el frío, y entregando mi cuerpo a la extenuación solo para perderlo todo, aunque en el fondo sabía que había triunfado porque te tuve en mi vida.

Relativamente bien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora