36. La verdadera joya.

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ANDY

Mis dedos tamborilean en mesa de madera barnizada mientras fumo un cigarrillo. El cuarto en las últimas dos horas. Tenía que parecer tranquilo, y a pesar que ya llevaba un poco de práctica en este trabajo, era difícil acostumbrarse a la presión. Me preguntaba si Connor y Patrick, se sentirán igual. Patrick llevaba más tiempo trabajando con Demian, era uno de sus tipos de más confianza y venía con nosotros pues Terrence había salido de la ciudad unos días. Ambos están sentados junto a mí, uno a cada lado mío, me es difícil leer la expresión de sus rostros por la luz tan tenue de una simple lampara sobre nuestras cabezas.
Una puerta a nuestro costado se abre y entra el maldito sujeto obeso que llevo esperando desde hace treinta minutos. Nos ponemos de pie y el tipo se acerca a nosotros para saludarnos, acompañado de sus dos guardaespaldas, por supuesto. Estos últimos tienen dos grandes  portafolios cada uno.

- Señor Trey Carver - saludo, estrechando su mano.

El sonríe a medias y yo lo observo bien. Es un tipo enorme y gordo, usa un traje gris brillante el cual se nota bastante costoso y reloj de oro en la muñeca, pero sobre todo, tiene cara de ser un maldito hijo de puta.

- Ustedes deben ser los muchachitos que mandó Demian - nos dice con voz rasposa mientras nos señala con sus dedo regordete y seboso.

Intento no demostrar emoción alguna. Me mantengo serio, mirándolo fijo a los ojos.

- Así es señor. Soy Andy, y ellos son Connor y Patrick.

Demian siempre nos ha dicho que nunca digamos nuestros apellidos, con él es una regla más que una recomendación. El tipo frente a nosotros parece notarlo también.

- Sin apellidos, no me sorprende - Él camina hasta el otro lado de la mesa y se sienta en la silla única frente a nosotros. Imitamos la acción y los únicos de pie son sus guardaespaldas, situados detrás de él. - Si Demian no me deja saber su apellido, mínimo debería dejarme saber el de las personas que manda a cerrar sus negocios.

- Son órdenes, señor - respondo con calma. - No puedo ir en contra de lo que mi jefe diga.

Carver ríe ante mis palabras. Su risa es igual a la de una hiena.

- Ya veo. - Pone ambas manos sobre su enorme barriga y nos mira con ojos entrecerrados. - Muy bien, niños, entonces empecemos hablando de negocios - truena los dedos de la mano y los dos gorilas detrás de él, dejan los cuarto portafolios sobre la mesa. - Ábranlos - ordena. Los tipos abren los cuarto portafolios, dejándonos ver los muchos fajos de dinero dentro de estos. La imagen ya no nos sorprende. - Sólo son cuatro millones  esta vez, pero ya saben que el dinero nunca es innecesario.

- Lo sabemos - respondo. - Es por eso que mi jefe ha cambiado un poco las cosas. Apago mi cigarrillo en el cenicero del centro de la mesa.

Al tipo se le quita la sonrisa de la cara y se endereza en su silla.

- ¿Qué clase de cambios?

- La ganancia del jefe ya no será del quince, ahora quiere el veinticinco por ciento - digo con seguridad.

Carver nos mira con ojos entrecerrados. Ahora está demasiado serio a comparación de cuando llegó. Espero que no nos maten por los nuevos ajustes en los negocios de Demian.

- Demian debe estar loco para pedirme tanto - dice sin dejar de verme a los ojos, como si esperara a ver alguna señal de miedo en mí -, esto es un insulto. ¿Tienes idea de lo que soy y de lo que puedo hacer, niño?

- Sí lo sé, señor Cerver - respondo sin inmutarme, no le daré el gusto a este maldito -; sé quién es usted, sé lo que hace, y mi jefe también lo sabe así que por eso aumenta su porcentaje. El señor Demian tiene más clientes y no puede arriesgarlo todo por uno sólo, así que tómelo como un seguro que mi jefe acepta por si hay problemas.

Amarte a MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora