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Después de que me tranquilizo, me levanto y me voy directa a la ducha de nuevo. Hace apenas unas horas que me he dado una, pero la necesito para que mis nervios mengüen del todo.

Es increíble lo real que puede volverse un simple sueño.

Cuando termino de vestirme, me maquillo y peino un poco el desastre que tengo por melena. Suspiro porque no tiene remedio, estoy condenada a tener el pelo como si llevase un nido de pájaro en la cabeza.

Bajo las escaleras y camino hasta la cocina, abro la nevera y saco el zumo de naranja.

Me quedo mirando la nevera y me percato que es hora de hacer la compra, si por mis compañeros fuera, viviríamos a base de pizzas y hamburguesas.

Desayunando tranquilamente un sándwich, escucho el ruido de motor de los coches pasando por la calle y voces fuera de casa. Es cuando me percato que se me olvida algo importante.

Los chicos están aun durmiendo encerrados en el coche.

En fin, los sacaré de ahí, pero primero terminaré mi desayuno.

En las noticias de la mañana, veo que han habido una serie de desapariciones en los últimos meses, los padres de mas de novecientos jóvenes han denunciado la falta de presencia de sus hijos.

El caso, -que no solo es en Estados Unidos, sino en todo el mundo- es que todos tienen un detalle en común. Ninguno supera los veinticinco años de edad.

Se cree que son reclutados para alguna secta, o algo parecido, no escuché bien.

Apago el televisor y lavo los platos que he manchado.

El estruendo de cristales rotos me saca de la tranquilidad en la que estaba sumergida.

Corro fuera para ver el causante de tal alboroto pero me detengo en el umbral de la puerta, observando como mis amigos salen por la luna delantera del coche.

Siento como la sangre escapa de mi cuerpo y palidece.

Tienen las jodidas ventanas abiertas pero ellos prefieren romper la luna delantera. Genial.

Respira, Katherine. Respira.

-Pero...pero...pero... ¡¿Estais locos?! - Bramé exagerando el grito con las manos.

Alexia y Viviane me miran con temor y pasan por mi lado con la cabeza agachada como perro cuando sabe que ha hecho algo malo.

-Eso te pasa por encerrarnos en el coche.- Dice con indiferencia Jace terminando de sacudir el polvo que se había acumulado en su pantalón.

Levanta la mirada y me guiña un ojo sonriendo.

Lo fulminé con la mirada. Idiota.

-No habría tenido que hacerlo si no hubieseis bebido como si fuerais a morir hoy.-Recriminé

-Pequeña, no seas rencorosa. La próxima semana podrás emborracharte y cantar la canción de Bob Esponja.- Murmura Asthon masajeando sus sienes.

Miles de torturas macabras y espeluznantes se me pasan por la mente en este momento y parece notarlo en mi cara, pues corre impidiendo que le de un buen golpe.

Se supone que esa información es confidencial.

Suspiro y gimo con frustración admirando el desastre que han ocasionado.

Voy a tener que vender un riñón para poder arreglar esto.

Que alguien me recuerde porqué compré un lexus y no uno de esos que tienen forma de huevo...

Suryan ©  || [Sin Editar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora