C i n c o

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Está oscuro y el sonido de un leve siseo cala en mis oídos erizándome la piel. No estoy en mi habitación. No estoy en casa ni en algún lugar conocido para mi. El suelo bajo mis pies es rocoso, apenas puedo ver que estoy, en lo que parece ser, una cueva.

Una ligera brisa de aire frío hace que me abrace a mi misma. Aunque no me petrifico por el frío, lo hago por un cuerpo inerte que se encuentra frente a mis ojos. 

Pero no se trata de una persona.

Corto lentamente la distancia que hay entre aquella criatura y yo. Las piernas me tiemblan y el pulso desbocado indica que estoy a muy poco de un infarto.

Trago el nudo que se ha formado en mi garganta y me agacho para examinar bien lo que tengo delante. Por un instante mis ojos visualizan a Suryan, pero un ligero alivio se instala en mi pecho al asegurarme que no es él.

Debe de ser reciente pues no tiene signos de descomposición; la piel tan tersa y blanca como el papel, decorada con los mismo tatuajes raros que ya he visto, rizos del color de la obsidiana caen sobre su frente y hombros esculturales. Incluso sus ropas permanecen impolutas, como si se hubiera tumbado sobre las sábanas de su propia habitación y no el mugriento piso de una caverna en quien sabe donde.  

Me fijo en las cuatro hélices estiradas en el suelo bajo su espalda. No son como las de Suryan, sus alas son blancas casi translúcidas y las que tengo delante, son de un color tan oscuro que apenas pueden ser visibles por la poca iluminación del lugar.

Se que es mala idea, pero mi curiosidad es inmensa y estiro el brazo para sentir el tacto de las plumas negras bajo mis dedos. 

Un escalofrió recorre mi columna al notar lo suaves que son y aparto la mano por acto reflejo.

Noto algo que brilla colgando de su cuello, entrecierro los ojos en un intento de discernir de qué se trata, pero es caso perdido.

Me acerco unos centímetros más para averiguar que se trata de una cadena de oro con un dije en forma de cruz, con una estrella superpuesta, rodeadas por un círculo y unas pequeñas alas a cada extremo.

Frunzo el ceño porque no recuerdo haber visto a Suryan con este colgante. Dejo el dije descansando de nuevo en el pecho del ángel con alas negras y me dispongo a levantarme y buscar una salida.

Apenas consigo levantarme cuando siento que la sangre se me hiela.

Algo me sujeta la muñeca, y no precisamente de una manera amable.

Giro el cuello con el pavor resurgiendo en mi sistema. Ya no sé si tiempo por el frío, por los nervios o por el miedo.

Unos iris negros, del mismo color del que caracteriza a la criatura, me observan con odio, con asco, como si de una aberración se tratase.

Me mira con rencor.

Mi pecho sube y baja con rapidez, síntoma de la ansiedad y del temor. Mis ojos no atienden la orden de parpadear y mis músculos se tensan cuando veo una sonrisa tétrica y macabra tirando de sus labios.

Quiero salir de aquí. Tengo que salir de aquí.

¡Suryan!

Abro la boca para pedir ayuda pero mi voz se queda en un simple pensamiento.

¡Suryan!

Repito la acción y puedo ver la perfecta dentadura del sujeto cuando nota la desesperación saliente de cada poro de mi cuerpo.

El ser alado extiende las cuatro extremidades salientes de su omóplato y aquello que me parecieron plumas suaves al tacto, se endurecen y toman forma de pequeñas cuchillas de acero.

Con una simple palabra, mi cuerpo queda totalmente inmovilizado.

La mano que le queda libre se posa contra mi pecho y allí donde toca mi piel se quema.

Me va a matar.

¡Suryan!

Suena la alarma y despierto sudorosa y agitada como si hubiera corrido una maratón.

¿Por qué tengo este tipo de sueños? ¿Por qué se sienten tan reales?

Restrego las palmas de mis manos contra el rostro e intento de estabilizar la respiración.

Me dejo de caer de nuevo entre las almohadas y suelto un pesado suspiro.

Tengo que ir al trabajo.

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Capíiitulo corto pero necesario! ❤️

Que les pareció?

Quién será el loco de las alas negras?

Graaaaciiiias angelitos por leer y votar!❤️

Mary~

Suryan ©  || [Sin Editar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora